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Saturday, October 9, 2010

El cerebro homosexual ( Clavedigital, noviembre de 2009)

Hace cuarenta años se inició una lucha por ciertas libertades, de una manera si bien espontánea, pero, visto desde nuestra óptica actual, inevitable.

Las dos de la madrugada, la acera frente al bar Stonewall Wall Inn (pared de piedra, pared alucinada), en el centro del famoso barrio Greenwich Village de New York. Un bar de mafiosos y de clientes homosexuales. Hace 40 años, policías de la brigada anti-vicio de N.Y. “se tiraron” en Stonewall Wall Inn.

Generalmente en tales redadas, los que no podían escaparse eran sometidos a humillaciones y a “asaltos legales” por su dinero. Era parte de ser un homosexual en New York. Pero esa noche los parroquianos hicieron resistencia. El escándalo fue mayúsculo, con cuatro noches seguidas de turbas de protestas. Ese sábado, junio 28 de 1969, nació, y ha venido creciendo, el movimiento por los derechos humanos y civiles de los homosexuales. El hoy archiconocido “movimiento gay”.

Hace un par de semanas el presidente estadounidense Barack Obama los recibió en la Casa Blanca. De verlo en las noticias de CNN recuerdo que les dijo algo como “no tienen que recordarme nada- dicho movimiento apoyó al actual Presidente en su campaña- se perfectamente bien lo que significa ser discriminado” y “yo estoy aquí con ustedes, en esta lucha”.

Hoy, 40 años después, ya sea por la propia presión de las personas con esta particularidad sexual, ya sea por muchos otros fenómenos que ha vivido la humanidad, existe una mayor tolerancia hacia esos ciudadanos. No en todas partes, por supuesto. Cuba comunista los encerraba en granjas de “reeducación” y hoy la hija del Presidente, por herencia lateral, de ese país, dice
que se preocupa por una mayor apertura en ese campo, pero en los países musulmanes es algo más que un crimen y en China quién sabe cómo es.

Pero en el mundo occidental es ya otra cosa. Ni asombro ocasiona que la protagonista de la trilogía Millennium del sueco Stieg Larsson, con millones de libros vendidos, esa Lisbeth Selander [de quien Vargas Llosa dijo que debería ser tan recordada como el Quijote], sea una dubitativa bisexual; así como tampoco ocasiona mucho asombro la homosexualidad de muchos de nuestros sacerdotes católicos (más bien son noticia los que se van con una mujer y tienen hijos).

Pero no por mayor tolerancia deja la ciencia de interesarse en un fenómeno. Y en especial si dicha manifestación no parece encajar, a primera vista, con la teoría de la evolución, con el proceso evolutivo. Después de todo en el Galileo de Berltold Brecht se escucha este personaje exclamar “el fin de la ciencia no es abrir la puerta de la sabiduría infinita, sino establecer un límite al error contínuo”.

Hoy día buscamos nuestras diferencias y similitudes, no en la cultura, ni en los procesos sociales ambos de corta data entre los humanos, sino en nuestra biología, en nuestra evolución.

Y si algo nos ha enseñado la ciencia de la vida es que los humanos somos animales mamíferos, que al igual que todos los demás que hoy viven sobre nuestro planeta hemos evolucionado; y hay más, la psicología evolutiva nos informa, y busca más datos y sigue buscando, que nuestra especificidad humana particular, lo que nos hace humanos y, aunque animales, diferentes, es nuestra evolución en el último millón de años, nuestra evolución en la época geológica llamada Pleistoceno.

Hablar de la biología actual es hacerlo sobre la genética contemporánea. Y precisamente los genetistas reportan que han encontrado 54 genes que pudieran explicar las diferencias entre los machos y las hembras. 36 de estos son más activos en los cerebros de las hembras y 18 en los cerebros de los machos. Gran parte de la expresión de estos genes estaría en el hipotálamo cerebral.

El hipotálamo humano, un área muy reducida del cerebro, de apenas 4 cm3 ,se encuentra en la base del cerebro. Si pudiéramos entrar a nuestro cerebro por la boca, lo encontraríamos detrás de la campanita de nuestra garganta, para situarlo en contexto. Pero esa pequeña masa cerebral tiene unos 70 núcleos nerviosos distintos, conocidos y bien diferenciados y en gran parte nuestra sexualidad depende de varios de ellos.

Ya en 1991 Simon Le Vay, en estudios de cerebros de homosexuales varones fallecidos a causa del SIDA, mostró que el núcleo INAH3 del hipotálamo anterior era del mismo tamaño que el de mujeres, en general, un tercio del tamaño de dicho núcleo en el varón heterosexual. Fue el primer aviso que llegó a la gran prensa en esos días. Más tarde se encontró una zona en el cromosoma X de los varones homosexuales, la Xq25, que se asoció a esta forma de sexualidad.

Hoy día, expertos han reportado observaciones de conducta homosexuales en unas 200 especies de animales y se ha estudiado con mayor precisión la presentada en los bovinos. En los carneros (ovejos) se presenta una alta homosexualidad, uno de cada diez machos es homosexual. El núcleo preóptico del hipotálamo de estos animales homosexuales es de igual tamaño que en las hembras, ovejas, y dos veces menor que en machos heterosexuales. También en estos cerebros es elevada la presencia de la enzima aromatasa, que transforma la hormona masculina testosterona en estrógenos femeninos.

Claro, los estudios en humanos se han enfocado en el hipotálamo anterior porque aquí es donde están los centros principales de la conducta sexual. Y lo curioso es que estos centros se comportan en los homosexuales varones igual que en mujeres heterosexuales y en las mujeres homosexuales como los de varones heterosexuales. Como si estas personas tuviesen un hipotálamo anterior del sexo opuesto.

Igual ocurre en otras zonas. Personas a las cuales se les muestran rostros de mujeres y de varones mientras sus cerebros son monitoreados por tomografía de resonancia magnética funcional muestran actividad en el tálamo y la corteza pre-frontal medial al ver fotos de mujeres si son varones heterosexuales y mujeres homosexuales; y si son varones homosexuales y mujeres heterosexuales estas estructuras, relacionadas con la atención, sólo se activan ante fotos de varones.
Igual patrón invertido encontramos en las conexiones de la amígdala límbica, un evolutivamente antiguo núcleo cerebral relacionado al miedo y a las emociones en general. Los varones homosexuales parecen hembras heterosexuales y las hembras homosexuales varones heterosexuales.

Esto último parece importante, pues hay sólidos indicios de que desbalances hormonales durante el embarazo juegan un rol determinante, y más aún, la orientación sexual del futuro individuo parece fijarse en los meses tercero y cuarto del embarazo en las zonas más filogenéticamente antiguas del sistema límbico, mientras que las características sexuales secundarias ( de varón y mujer) y la conducta sexual reproductiva típica de la especie- o sea entre heterosexuales- se fija en los meses 5 y 6 en zonas más diversas y “nuevas” del cerebro.

El núcleo supraquiasmático del hipotálamo anterior- el que contiene nuestro llamado reloj biológico- es en cambio mayor en homosexuales masculinos que en heterosexuales, e interviniendo su contenido de aromatasa en ratas neo-natas se han obtenido animales bisexuales.

Finalmente, el metabolismo de la serotonina no es igual en el hipotálamo homosexual que en el heterosexual, pues se activan distintamente con el antidepresivo fluoxetina (PROZAC).

Hoy ya sabemos varias cosas: en conductas sexuales y selección de parejas el homosexual se comporta como el sexo opuesto, tanto a nivel conductual como de actividad cerebral. Las interacciones hormonales con el cerebro en desarrollo embrionario son importantes en estos fenómenos.

Pero un hombre homosexual no es una mujer, ni una mujer homosexual es un varón. Otras áreas cerebrales asociadas a conductas no reproductivas deben ser estudiadas en estas personas y conductas no necesariamente ligadas a procreación y satisfacción sexual deben cuidadosamente ser analizadas. Así, la explicación de por qué los genes y ambientes celulares que activan estos genes han permanecido en la evolución sería aclarada y las diversas teorías presentadas contrastadas. Saber más de esta condición en animales y humanos, como dijo Galileo, nos ayudará a detener errores contínuos y estas características pasaran a ser tan humanas, y animales, como el color de los ojos, la altura, el tipo de piel o la estructura ósea…y cerraremos una puerta más a la ignorancia, al oscurantismo y a la discriminación.

El cerebro homosexual humano es distinto, pero sigue siendo un cerebro muy humano.