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Monday, February 11, 2013

MEMORIA, MEMORIAS


De Acento.com.do, febrero 7 2013.

Uno se pone a leer la prensa por costumbre. Es un hábito muy difícil de erradicar. Y la verdad que en estos días, entre otras cositas e idas a destiempo de amigos ( que la Virgen de la Altagracia debió cuidar más, siempre cuidando a los que no debe, es que tanto tigeraje la confunde, dice un amigo) mucho se ha escrito sobre la memoria y sobre las memorias.

Que los 200 de Juan Pablo, que cómo fue lo de los muchachos del Km 12 (Virgilio, perdónalos, dizque tú un agente extranjero), que lo que dijo Bosch cuando Caracoles y si habrá aquí suficiente ciudadanía para juzgar a los que mataron a Román, herido, indefenso y capturado.

Borges dijo en algún lugar que en Argentina no había ciudadanos, sino individuos; y creo que debió hablar de toda Latinoamérica.

Parecería que los recuerdos están de moda, pero no solo en nosotros; los melómanos del mundo celebran los 200 años de Richard Wagner y hoy 6 de febrero del 2013 Google lanza un doodle, un muñequito, celebrando el centenario de la antropóloga y evolucionista Mary Leaky, la matrona de la familia, y quien particularmente descubrió los restos de Homo habilis y el primer cráneo fosilizado del Proconsul, iniciando toda una época de repensar la ascendencia de los humanos en el planeta.

Pero curioso, el tema de la memoria y el olvido también se deja sentir en estos días en las neurociencias. Y extraordinario, con Borges se inicia. En el número de noviembre de Scientific American, un artículo, Borges y la memoria por Rodrigo Quian Quiroga, de su libro de este 2013, Borges y Memoria: encuentros con el cerebro humano, MIT Press, nos prepara en el tema.

El trabajo citado nos lleva a junio 7 de 1942, domingo, donde el periódico de Buenos Aires, La Nación, en su sección de Artes y Letras, en la tercera página, luego de una historia de Stefan Zweig y un ensayo sobre Galileo de Ernesto Sábato aparece “Funes el memorioso” el prodigioso trabajo de Jorge Luis Borges. Habla de Ireneo Funes, quien luego de caer de un caballo y golpearse la cabeza adquiere el fenómeno de recordar absolutamente todo.

Como señala Quian Quiroga, ya en 1941 al escribir en la revista Sur un obituario sobre James Joyce, el inmenso irlandés fallecido el 13 de enero de 1941, Borges plantea que para leer a Ulises y su reconstrucción de un solo día en la ciudad de Dublín con 400,000 palabras, se requería “un monstruo capaz de recordar un número infinito de detalles” donde describe a Ireneo Funes sobre quien escribía y pensaba en esos momentos.

En un punto Borges consideró que Ireneo, sospechaba él, no era muy capaz de pensar, aunque había aprendido sin esfuerzo inglés, francés, portugués y latín.

El mismo artículo nos trae el caso del paciente del neuropsicólogo ruso Alexander Luria, Solomon Shereshevskii, sujeto S., como le llamó Luria para proteger su identidad.

Luria inició su estudio en 1920 y publicó sus resultados en 1968, en inglés, en un libro llamado “ La mente de un mnemonista: un pequeño libro sobre una gran memoria”. S. presentaba una sinestesia- una unión funcional entre sentidos distintos- como asociar siempre un objeto que se observa a un sabor particular. Luria expresa que no pudo encontrar los límites de la memoria de S., quien por ejemplo, podía fácilmente recordar largas listas de números y letras años después de haberlos escuchado. Para Luria, S. tampoco pensaba muy bien; su gran memoria era más bien una carga que un don. No poder olvidar nada es tan terrible como no poder recordar nada, como ocurre con los estadios finales de la demencia hoy conocida como Mal de Alzheimer.

No deja el autor antes citado de presentar los memorialistas del pasado, presentados por Plinio el Viejo en su Historia Natural, quizás la primera enciclopedia que se conoce y que era, curiosamente, de mucha estima particular a Borges. Plinio presenta a Ciro el Grande, el rey persa, que conocía a cada uno de sus cientos de miles de soldados por su nombre, a Scipio que conocía los nombres de todas las personas de Roma y a Charmadas, el griego, quien podía recitar de memoria cualquier libro que hubiese leído como si lo tuviese leyendo en ese momento, entre otros.

Claro, en el texto Historia Natural, de mi propiedad, donde cada capítulo (son cortos) es comentado por quien lo tradujo al español, un erudito en su época, Don Francisco Hernández y dedicado al rey Felipe II de España (publicado por la UNAM de México en 1999), el comentarista, que firma como el interprete, no deja de llamar la atención de que lo escrito por Plinio el Viejo no siempre eran conocimientos directos y ni siquiera basados en otros documentos más antiguos, sino de historias contadas en su época.

Y ahora , en la edición del 21 de febrero del New York Review of Books, el conocido neurólogo Oliver Sacks, con varios textos como éxitos de librería, nos presenta una pieza titulada “Habla Memoria”, donde nos dice como una memoria de una experiencia física es guardada y recordada con la misma credibilidad como otra escuchada o leída y que hasta suponemos que nos ocurrió a nosotros y que son las mismas vías y áreas cerebrales las que se activan para recordar “verdades históricas” y para guardar y recordar “verdades narradas”.

Como vemos, todo un mundo de memorias se ha estado leyendo y comentando en estos días, algo quizás importante para un país como el nuestro que siempre ha sido acusado de “no tener memoria”, pero que memorias de hechos o cuentos del pasado mantienen divididos de por vida a instituciones y personas.

Hace ya tiempo que algo sabemos sobre la memoria. Un premio Nobel en Medicina o Fisiología, en el año 2000, fue otorgado al Dr. Eric Kandel por dilucidar con su modelo de aprendizaje en un molusco marino los aspectos celulares y moleculares de cómo se guarda una memoria. Lo que ahora nos preocupa más es no como se guarda, sino como se recuerda o se olvida una memoria.

La investigación y el conocimiento sobre cómo funciona nuestro cerebro no ha sido un camino fácil. Baste con el ejemplo de que en 1949 la triunfante Revolución China declaró que la “salud mental” era una ciencia burguesa, reemplazando a los medicamentos por “lecturas” y ni que decir de la opinión de otros regímenes totalitarios sobre la psiquiatría. No en balde Luria esperó tanto tiempo, casi hasta su ancianidad, 1968,¡¡ para publicar un texto sobre un trabajo que inició en 1920!! Es que el Gran Camarada Stalin y sus secuaces tenían unos juegos muy pesados y los guardaban muy bien las personas en sus memorias.

El 12 de enero de este 2013 Scientific American vuelve con otro texto sobre la memoria. En éste surge la pregunta ¿cómo es que personas cultas, estudiosas, que conocen el mundo de hoy y los avances de las ciencias, sigan creyendo (contra toda evidencia) en mitos, en curas milagrosas, en conspiraciones y confabulaciones nacionales e internacionales sin ningún soporte, en leyendas que a veces ellos mismos han creado?

Una respuesta parece estar en la hipótesis de la compartamentalización del cerebro. La idea que el cerebro es un órgano modular y que cada módulo evolucionó de manera independiente tiene ya tiempo rondando en las neurociencias. Y así, la información guardada en esos módulos puede ser contradictoria. Y más aún, que nueva información en un módulo que contradiga creencias pasadas y hace tiempo guardadas hace que estas últimas surjan con más pasión y vehemencia en la consciencia y hasta se convierten en acciones.

El famoso ya “pleito de las sillas” pudiera ser un buen ejemplo.

Eso sí, ya sabemos que los circuitos que en el cerebro se activan para guardar una memoria son los mismos que se activan para recordarla y que otros circuitos en la misma zona cerebral, en especial en la amígdala, el hipocampo y el lóbulo pre-frontal y otras zonas corticales deben activarse para producir el olvido. Una revisión del tema en la revista científica Trends in Neuroscience, de enero de este año sobre las diferencias individuales en la recuperación del estrés y miedo postraumático nos ilustra el fenómeno.

Memoria y olvido, dos alas del mismo pájaro, parafraseando a algunos desmemoriados.