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Wednesday, February 22, 2017

HACE 20 AÑOS : LA OVEJA DEL HOMBRE



J.R. Albaine Pons


Acento.com.do, 22 de febrero 2017.

"Es un lugar común” como dicen los críticos y estetas cuando se emplea una palabra o frase muy conocida, pero es que nada retrata más este caso que decir “20 años no es nada”, como cantaba Gardel.
El 22 de febrero de este 2017 se cumplen 20 años de una noticia científica que hizo historia.


El nacimiento, que había ocurrido 8 meses antes- 5 de julio de 1996- de una ovejita llamada Dolly, el primer clon de mamífero exitoso, logrado por transferencia nuclear; impresionó a Tirios y Troyanos.


Y hasta quizás debería estudiarse cuál otro acontecimiento científico (no trágico) permaneció por más días en las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. Que yo recuerde, en mis años de lector, ni la noticia de la lectura completa del genoma humano (el ADN completo de Homo sapiens, que en realidad fue del ADN de uno de los científicos dirigentes del proceso), anunciado por tv por el Presidente de los Estados Unidos con los dos principales científicos a ambos lados, produjo tal impacto.
El 13 de abril del 1997, en las páginas de Opinión del Listín Diario, escribí un pequeño ensayo sobre la noticia, tratando de explicar lo que se había logrado, bajo el título de “ Dolly: del Cordero de Dios a la oveja del hombre”.


El periódico colocó de relieve lo siguiente: “El biólogo se expresa a favor de la continuidad de los estudios que permitan clonar, tanto en animales como en humanos. Opina que las demandas políticas dirigidas a impedir la continuación de esos estudios “no son más que la defensa de un estatus quo ideológico que no se podrá mantener porque potencia una gran amenaza, pues solo si sabemos cómo van estas técnicas y es abierta la información y su uso podrán controlarse marginalidades no deseadas”.


Y Dolly, la ovejita escocesa, tuvo tal éxito, que la palabra “clon”- un oscuro término genético de uso restringido- se convirtió en común y alcanzó hasta titular una popular telenovela latinoamericana.
El científico Ian Wilmut y  sus colaboradores del Instituto Roslin de Escocia tomaron una célula de la mama (teta) de una oveja totalmente blanca y le extrajeron el núcleo y este núcleo fue colocado en un óvulo anucleado de una oveja de raza cara negra. Este óvulo (de cara negra) con su nuevo núcleo (de cara blanca) fue colocado en el útero de una tercera oveja también de raza cara negra. Se escribe y se lee más o menos fácil, pero no lo es tanto. De 277 óvulos así injertados, un óvulo se desarrollo en un individuo completo y nació Dolly, completamente blanca y con los genes, y por lo tanto las instrucciones para desarrollarse y vivir, de la oveja que le ofreció su núcleo celular.
Su nombre fue tomado de una artista-cantante estadounidense muy popular en esos años (y aún lo es) Dolly Parton, quien presenta una generosa anatomía sobre sus pectorales. ¡Los científicos deben de ser serios, pero no ciegos!; e irrumpió Dolly en el mundo. Asombrando a todos de que un núcleo de una célula del cuerpo de un animal adulto pudiese transformarse y activar un óvulo anucleado formando un organismo completo.


De todo se dijo y de nada se salvó dicho experimento y los científicos que lo realizaron. Algo que se conoce poco es que de la misma línea celular que se utilizó para Dolly, otras ovejas luego nacieron: Debbie, Denisse, Diana y Daisy, que aún viven y se encuentran en buena salud, hermanas gemelas de Dolly y clones como ella.


Dolly murió a los siete años de problemas pulmonares y de su defunción se aprovechó la anticiencia - una reliquia de la Guerra Fría del siglo XX, utilizada únicamente contra científicos y descubrimientos del llamado mundo occidental- para inventar y propalar todo tipo de falacias, sobre los científicos jugando al papel de ser como Dios, entre otras lindezas.


Nunca opinaron estos críticos de la descendencia de Dolly, 6 normales corderitos, ni le dieron valor a los estudios post-morten que no señalaban ni envejecimiento prematuro ni ninguna enfermedad fuera de lo común.


Hoy día tenemos clones de ratones, ratas, perros, cerdos, vacas. No ha resultado muy exitoso el método de clonación en primates superiores ni en monos, y aunque no hay que dudar que algunos, en algún lugar, hayan intentado hacerlo en humanos, ni siquiera se ha escuchado, mucho menos publicado, logros al respecto.


Pero, aparte de los éxitos con la producción de clones de ratones y ratas, lo que ha permitido pasos  gigantes en la investigación biomédica,  Dolly abrió el camino para la manipulación y puesta en vigencia de las llamadas células madres, multipotenciales o pluripotenciales, que en principio pueden transformarse en otro tipo de células del organismo.


Aunque su uso no está avalado ni permitido por el conocimiento actual para tratamientos humanos, en muchos países médicos y pacientes apuestan al uso de células madres para resolver problemas de salud de distinto origen y en distintos órganos. Claro, se siguen estudiando e investigando las células madres y se presenta un uso permisivo, e ilegal, en ciertos países, a veces resolviendo problemas y en muchos casos no resolviendo nada y otras veces empeorando a pacientes.


Dolly hoy reposa, en exhibición, en el Museo Nacional de Escocia, en Edimburgo. El año pasado celebraron su cumpleaños número 20 y este año celebramos los 20 años del conocimiento de este inicio del, por fin, cambio del Cordero de Dios por la Oveja del Hombre.
Aunque la Organización del Premio Nobel otorgó en el 2012 el premio en Medicina o Fisiología a la clonación y el Dr. Wilmut no fue incluido en el premio, Dolly es la más famosa oveja que jamás haya existido.


 

LA CIENCIA ES LA CULTURA



J.R. Albaine Pons


Acento.com.do, 16 de febrero 2017

El propósito básico de la ciencia es aumentar nuestra comprensión del mundo en el cual vivimos y al mismo tiempo de nosotros mismos; aunque en la mente del gran público los descubrimientos de nuevos hechos constituyen el símbolo de la ciencia, o por lo menos así parece.

 Pero es que la acumulación de datos y hechos, aunque muy importante en el pensamiento científico es solo una orilla del camino. Si los descubrimientos nos llevan a la formación de nuevos conceptos o al cambio y afinamiento de conceptos ya conocidos y usados, entonces si hay un aumento de comprensión.

En cursos de enseñanza básica y media y hasta en niveles universitarios se tiene una extraña lógica de nuestra comprensión del mundo y por ende de la historia del desarrollo del fenómeno humano.

Recuerdo que nos enseñaban a Sócrates, a Platón, a Aristóteles (tengo amigos y conocidos que así se llaman), entonces el Imperio Romano y su conversión en el Sacro Imperio Romano. Se continuaba con algo de las tribus bárbaras para pasar a la Edad Media y Santo Tomás de Aquino- quien demostró sin duda alguna la Gran Existencia de Dios, decía un profe que escuché –y de aquí pasar al Renacimiento y el gran resurgir de las artes y en especial de la pintura y la escultura. El pensamiento humano comprendía más cosas- o así nos lo dejaban entrever, cuando no se afirmaba de manera explícita- cuando llegamos a Descartes y sus maquinas y a E. Kant y su filosofía alemana: la visión francesa y alemana del mundo.

A niveles post-educación secundaria nos lanzaban a Hegel y a los jóvenes hegelianos de izquierda para encontrarnos con unos Marx y Engels grandiosos, planteando que la filosofía era para transformar al mundo. Seguro que mi profe no sabía que al entierro de Marx solo fueron 10 personas.

Y seguimos conociendo más filósofos alemanes y franceses y al ir descomponiéndose  nuestra juventud comenzaron a aparecer los textos de Camus y de Sartre, como lo último en el progreso de la comprensión humana. A veces destellos de Unamuno y mucho del “Yo soy Yo y mis circunstancias” y algo de José Ingenieros que nos llegaba del Sur.

La dictadura fascista de Francisco Franco en España, el PRI “revolucionario” de Méjico y los tumultos de Argentina y sus guardias y peronismo eran los filtros y censuras de los libros que nos llegaban en las postrimerías de Trujillo y en los primeros años sin El.

En algunos ámbitos no era el mundo de los filósofos lo que valía, sino el literario. El descubrimiento de Borges, de Neruda con su izquierdismo de buena mesa, la insurgencia del BOOM, con La Maga, García Márquez y La Guerra del Fin del Mundo y La ciudad y los Perros de Vargas Llosa y una revolución cubana que nos llenaba de panfletos eran la cima de alguien que quisiera “entender” algo de lo que era el mundo. Hasta un librito con versos y poemas del Presidente Mao era un bien demasiado valioso para prestarse, aquellos que lo tenían  te podían leer algunos versos  y permitían que vieras el libro en sus manos y siempre por corto tiempo.

                              

Ah, y claro, libros de Historia, de todas las historias. Aún conservo un libro: La Historia del PCUS, edición de 1956, de uno de nuestros líderes de entonces, todo subrayado, aunque con escasas anotaciones al margen, líder que pasó los años de Balaguer más preso que suelto, pudiera decirse, y que dejó el libro abandonado en nuestra pensión de estudiantes un día que tuvo que  salir huyendo por el patio.

 Por otro lado encontramos a Pitágoras en las clases de geometría, pero nunca nos hablaron de una “escuela pitagórica”. A Arquímedes le conocimos en química y a Galileo y Newton en física, pero no como gigantes de la cultura y el progreso, no; sino como fórmulas que teníamos que memorizar para pasar el curso.

Nunca se  nos decía que Galileo expresaba que su trabajo era desmontar los mitos de Aristóteles y que fue llevado a prisión domiciliaria de por vida por defender los argumentos de Copérnico, que expulsaban al planeta Tierra del centro del universo, convirtiéndolo casi en planeta cualquiera.

De la transformación que produjo la física y del papel de la máquina de vapor, del discurso de Darwin para expulsar a los humanos del centro de la Creación y apagar la idea de que estábamos hechos a imagen y semejanza del dios abrahámico, a menos que éste tuviese forma de un primate – y de un primate aburrido, como recién señaló S. Hawking, pues si ya todo lo sabe nada le queda por averiguar ni descubrir- nunca nadie nos dijo nada. No había libros sobre esas cosas.

 “La Familia, La Propiedad Privada y El Estado” de Federico Engels, era lo más cercano a una lectura de alguna ciencia que aparecía y , por ejemplo, La Sociedad Abierta y sus Enemigos, del 1934, de Karl Popper, todavía hoy no aparece muy fácilmente ( aunque está en la Biblioteca del Intec), y muchos si citan sus trabajos sobre la lógica de la investigación científica; y sobre los pensadores británicos y norteamericanos del siglo XX nada aparecía y nada se sabía y no preguntemos sobre Isaiah Berlin y sus ensayos sobre la Historia de las Ideas. Nadie aquí lo conoce.

 Había una visión religiosa fundamentalista sobre los Estados Unidos, era el Imperio, el enemigo malo, Satanás y como estaba tan cerca era mejor no intentar entenderlo, ni, por supuesto, aprender inglés. Uno de los últimos payasos de nuestra América fue a New York, a las Naciones Unidas a iniciar su discurso diciendo que el olor a azufre todo lo inundaba; para los despistados, es el olor del infierno.

Einstein fue conocido y reconocido por aquello de que “todo es relativo” y no muchos niños por estos lares fueron bautizados con el nombre de Alberto en su memoria. A. Einstein era casi un tío folclórico como esos que cada familia tiene y nada más.

 Y la comprensión del mundo se nos hacía más lejana y oscura. Hasta nuestros estudiosos y eruditos, que los hubo, preferían una cosmovisión del mundo mitológica de ángeles y arcángeles,                                                 

que observar lo que pasaba en el mundo, ese ancho y ajeno mundo, que no termina en el malecón de Santo Domingo, sino que ahí se inicia.

 Y así, hoy de repente España nos llena de libros en castellano de todos los gustos y colores, México intenta no esconder más a Fernando del Paso y desde el Sur nos llegan nuevas ideas,                                                          

básicamente literarias y hasta filosóficas con un Don Mario Bunge, que aunque nos disguste hay que conocer.

 Y nos llega la Internet, con periódicos y revistas de todo el mundo y la cultura anglo-americana se desborda y, de pronto, rápido hay que leer inglés y empezamos a vernos en los últimos lugares de la educación, de la salud pública y privada, de la transparencia y de la seguridad ciudadana, de la justicia y de la corrupción. Y hasta jugamos a indignarnos y asombrarnos cuando las medidas y las evaluaciones de los indicadores nos colocan en el justo lugar en donde estamos.

 Pero claro, somos optimistas, estamos en mayoría entre los diez mejores peloteros de las grandes ligas ( y fíjense ustedes, jugar pelota es la única actividad en este nuestro país, donde se cumplen todas las reglas…no importa si es con una pelota de goma tirándola contra la pared, con una tapita de botellón de agua y un palo de escoba o en partidos caimaneros en los campos con pocos útiles pero si con apuestas de dinero que ponen todos los jugadores; no busque otra actividad que cumpla con las reglas, que no la hay).

 Y también entre los países envueltos en el genocidio de Odebrecht, cuyos socios han robado tanto a los pueblos de Latinoamérica, que ya no es solo contar culpables – apuesto a que también en eso somos de los primeros- sino el número de fallecidos por falta de medicinas, de médicos, de alimentación, de seguridad, de tránsito que tenemos por falta de dinero para invertir sabia y juiciosamente en esos acápites de gasto social, pues el dinero se lo llevaron “ellos”, como decía aquí la gente en época de Trujillo, los rusos de a pié en épocas del comunismo y aún hoy también como lo escuchamos en cubanos y venezolanos….”ellos”.

 Que nuestros niños se inicien en la escuela conociendo a Pitágoras, a Euclides y a Arquímedes como los griegos que iniciaron el camino de la comprensión del mundo, que la historia de la cultura trate a Newton, a Darwin y a Einstein como se debe por la inmensidad de sus obras y que el despegue científico-tecnológico de la segunda mitad del siglo XX se le muestre a nuestros hijos a la par-mínimo- que nuestros guerrilleros-dictadores y dictadores –guerrilleros, quizás sea una buena forma de recomenzar, quizás.

 Es que lo único que ha progresado en los últimos cinco mil años de la humanidad es la ciencia, no la política, ni las humanidades, ni la filosofía y si aceptamos que la cultura es lo que nos ha hecho más humanos entonces es la ciencia la cultura.