J. R. Albaine Pons
Acento.com.do/ marzo 09 del 2017.
Acento.com.do/ marzo 09 del 2017.
La idea
materialista del mundo, y de la vida, ha avanzado mucho. Desde los primeros
griegos que intentaron explicar un mundo sin dioses, siempre en ese transcurrir
del humano europeo surgían voces que quisieron conocer más y saber más.
Hoy
leemos que Stephen Hawking, esa persona de mente excepcional que ha enriquecido
la física de nuestros días al cumplir años hace poco señaló “Dios debe de ser algo muy aburrido ya que
todo lo sabe y no le queda nada por aprender”.
S.
Hawking y otros grandes pensadores de la actualidad ya no tienen que
esconderse, ni temer por sus vidas, al expresar públicamente su ateísmo o su
indiferencia hacia el mundo de las actitudes religiosas. A algunos los han
llamado los ateos de Oxford, por ser un buen grupo de esa universidad inglesa y
del mundo, que se originó, como muchas otras, como una universidad religiosa.
Claro, esto es en nuestra parte del mundo. En muchos otros lugares no se
permite ni pensar así.
En los Estados Unidos, por ejemplo, una
encuesta Gallup del 2014 mostró que el 42% de los estadounidenses son
creacionistas que creen en una Tierra joven, 31% son evolucionistas deístas
(como el famoso científico contemporáneo de C. Darwin, Asa Grey) y solo el 19%
(1 de cada 5) se adhiere a la visión Darwinista de que los humanos
evolucionaron de una manera natural, sin intervención sobrenatural.
Tampoco
es que los estadounidenses sean los grandes creyentes del cristianismo occidental,
fue en 1952 , en plena Guerra Fría contra el comunismo euroasiático, que la
Corte Suprema anunció que “somos gente religiosa cuyas instituciones presuponen
un Ser Supremo” y fue en 1956 que se adoptó el “En dios confío” , el famoso “In
God we Trust” en los dólares americanos.
La
primera vez que escuché de manera organizada lo que hoy pensamos de este viaje
humano en nuestro
universo, fue en una conferencia dictada a los estudiantes de INTEC, por allá
por los finales del siglo pasado por el Dr. Daniel Sudarsky- quien no pudo
establecerse en nuestro país y hoy día desde el Instituto de Física Atómica de
la UNAM de México publica en los más elevados niveles mundiales de su
especialidad, la física teórica, y sus opiniones se discuten abiertamente en revistas
de alta divulgación científica como New Scientist-.
Hoy
encuentro la misma historia- narrativa que también existe en lenguaje
matemático- en el libro “Sapiens: de Animales a Dioses” del historiador de la
Universidad Hebrea de Jerusalén, y,
graduado de Oxford Yuval N.
Harari.
Harari
subtitula su obra- traducida a 26 lenguas y con más de 1 millón de ejemplares
vendidos- Breve historia de la humanidad (2016, 3ra. Ed., Penguin-Random
House).
Son
interesantes algunos datos:
Hace
13,500 millones de años ocurre el Big Bang y se forma la materia, la energía,
el tiempo y el espacio. Harari lo denomina el dominio de la física. 300
millones de años después aparecen los primeros átomos y moléculas y con ellos
el campo de la química.
Hace
4,500 millones de años se forma el planeta Tierra y a los 3,800 millones de
años, o sea unos 700 millones después de
formada la Tierra, aparecen moléculas muy complejas que forman los primeros
organismos que se reproducen y que evolucionan y así surge la vida y lo que
Harari considera el campo de la biología.
Hace
solo 6 millones de años vivió el animal de donde evolucionamos los humanos y
los chimpancés y de hace 2.5 millones de años, o sea dos y medio millones de
años, están fechados los fósiles de los primeros homínidos.
A
partir de esta pre-historia, que Harari no gusta de llamar así, ocurren, según
Harari, tres grandes revoluciones: la Revolución Cognitiva, en la cual ya
formado el Homo sapiens aparece el lenguaje, hace unos 70,000 años y se
conforman estructuras muy complejas que él llama Culturas.
Hace
12,000 años se forma la Revolución Agrícola, donde los humanos de la especie Homo
sapiens
comienzan a convivir en grandes números y finalmente hace 500 años aparece y se
desarrolla la Revolución Científica que nos llega hasta nuestros días.
Hay dos
puntos de esta narrativa que me interesan destacar: el primero es la
domesticación del fuego. Hace unos trescientos mil años Homo erectus, Homo neanderthalensis
y Homo sapiens empleaban comúnmente el fuego y la más importante
consecuencia fue el aumento de calorías consumidas en menor tiempo.
Los
cerebros de los Homo son grandes; nuestro cerebro, el de nosotros los Homo
sapiens consumen en reposo el 25% de las calorías que consumimos al
día, en cambio el cerebro de los monos solo consume un 8% de las calorías
necesarias para vivir. Por otro lado al alimentarse de raíces, frutas, nueces y
carne cruda un chimpancé dedica 5 horas diarias a su alimentación; al humano
cocinar los alimentos, con una sola hora al día comiendo resuelve su problema.
El
segundo punto es que no estábamos solos. Nos enseñan la evolución humana como
si primero aparecieron los Pitecantropus y después los H.habilis,
y más tarde los H. rudolfenses y después el otro y el otro, cuando la realidad
fue que hace cien mil años caminaban por Africa y Eurasia unas seis (6)
especies distintas del género Homo. Los últimos Homo
soloensis desaparecieron hace unos 50 mil años. Homo denisova lo hizo
algo después. Los neandertales caminaban por Europa hasta hace 30,000 años y
los enanos de Isla Flores, separada de Java y Borneo, que evolucionaron a
partir de los H. soloensis hace unos 12 mil años.
Hay que
notar que cuando el Homo sapiens iniciaba su entrada al continente americano por el
estrecho de Bering, aún había otro Homo en el sudeste asiático.
Lo
arriba expresado es básicamente tomado de Harari y con vistazos a Yves Coppens
(2010); a Cela Conde y Ayala (2005) y a
Michael Brown (The Search for Eve, 1990). Hago este paréntesis para decir que
las discusiones entre científicos de la antropología física humana y entre
estos y los genetistas bioquímicos es la de no acabar. Cualquiera que consulte
las cuatro obras antes citadas tendrá una buena fotografía de cómo se hace
ciencia y cómo se discute en ciencia y como se tarda la ciencia en aclarar un
problema y decidir sobre una verdad. Muchos que quieren iniciarse en Filosofía
de la Ciencia creo que les vendría bien esta opción, que es mucho más fácil de
comprender (no que sea más fácil de “hacer”) que la física cuántica para
intentar hacer filosofía de la ciencia en base a la física.
De lo
que si estamos seguros y no hay discusión al respecto (hasta ahora) es que
desde hace 10,000 años estamos solos, somos la única especie del género Homo
que sobrevive hoy día. Parece que esto fue tanto tiempo para nuestras
“culturas” que nos acostumbramos a pensar que somos los únicos que siempre han
existido, y algo más, prontamente pensamos que fuimos creados de manera
especial, separados de los animales (que somos) y de la propia naturaleza (de
la cual también formamos parte).
Harari
plantea algo muy interesante: gracias al fuego y a la revolución cognitiva pudimos
pasar de un lugar modesto en la cadena alimentaria al tope de la cadena y que
lo hicimos tan rápido que no supimos manejar bien nuestra nueva posición. Dice
que para imaginar cómo era un humano primitivo solo pensemos en un dictador de
una república bananera (así llaman en muchos lugares a los países como el
nuestro).
Presenta
la idea de que al “haber sido hasta hace muy poco tiempo uno de los desvalidos
de la sabana, estábamos llenos de miedos y ansiedades acerca de nuestra {nueva}
posición, lo que nos hacía doblemente crueles y peligrosos”. Señala que muchas
catástrofes y guerras se han debido a ese salto tan rápido en la cadena
alimentaria.
Esa
Revolución Cognitiva, que resultó en lenguaje, fue lo que nos separó del resto
de los Homo y de los primates y otros animales. El lenguaje hizo más
fuerte la sociabilidad de Homo sapiens y les
permitió convivir en grupos más numerosos. Y como otros investigadores y
eruditos Harari entiende que fue su uso como instrumento para chismear lo que
nos hizo más sociables aún.
El
chisme, la conversación sobre otras personas y objetos intrascendentes y su
traducción moderna, el chat, crea espacios solidarios y comunales, hoy de
manera instantánea. Por la borda se han lanzado las ideas de que el chisme era
una creación pequeño-burguesa o un pecado a evitar. El chismoteo nos hizo
humanos vencedores.
Si todo
comenzó hace 13,500 millones de años, los últimos diez mil años serían los
últimos minutos.
Recordemos
por un instante el calendario cósmico que nos legó Carl Sagan en su libro
“Dragones del Edén” ( Random House, 1977). En este calendario el Big Bang
ocurre el 1ro. de enero, la Tierra se condensa en septiembre, los dinosaurios
aparecen el 24 de diciembre, las flores el día 28 y los humanos el día 31 de
diciembre a las 10:30 PM del mismo año. A las 11:59:20 aparece la agricultura.
O sea, hemos estado pensando en los últimos 10 minutos de la historia del
universo conocido, ya que toda la Historia escrita son los últimos 10 segundos
y desde la Edad Media hasta nuestros dias algo mas de 1 segundo.
La
verdad que sí, hemos avanzado en conocimiento una enormidad para el tiempo que
tenemos en esa búsqueda de una llama en nuestra total oscuridad y aunque no
todos los seres humanos poseen la cultura de estos conocimientos aún, es una
forma de ver el mundo y la vida más hermosa de cuantas narrativas han sido
inventadas. Ya lo dijo Charles Darwin al final de su obra El origen de las
Especies (1859): “Hay grandeza en esta visión de la vida…de un inicio tan
simple infinitas formas bellas y maravillosas han sido, y siguen siendo,
producidas por la evolución”.