J. R. Albaine Pons
Acento.com.do, marzo 31 de 2017.
Acento.com.do, marzo 31 de 2017.
Entre
personas educadas la importancia de la ciencia, y de su hijastra la tecnología,
no es algo que merece discusión.
Y
muchos han propuesto que el desarrollo de la ciencia- hoy día, cada vez mas,
con ayuda de la tecnología- es el único avance real que ha tenido nuestra
especie, nuestro ambiente y nuestro planeta.
No es
el interés de este escrito discutir si lo arriba expresado es válido o no;
nuestro pensar va en otra dirección. Si aceptamos la validez de la idea de que
únicamente en ciencias hay desarrollo, y que por ende solo el conocimiento
básico de qué es y cómo se hace ciencia nos puede dirigir hacia una manera
bastante aceptable y exitosa de enfrentar problemas, la creación de una
“cultura de la ciencia” debería ser una de las preocupaciones básicas de todo
conglomerado humano.
Pero
resulta que la realidad nos muestra que
una “cultura de la ciencia” no existe en casi ninguna parte del mundo de hoy.
Muchos estudios y encuestas muestran que aún en países considerados de “alto desarrollo” el
conocimiento de realidades científicas no obtiene buenas notas. Ni que decir de
países “en desarrollo” o “periféricos”, como se les quiera llamar.
En
nuestro país, ni los estudiantes ni los profesores, que serían los llamados a
estar en mayor contacto con una cultura científica sacan buenas notas en este
aspecto de la instrucción y la educación, tal como nos lo recuerda cada cierto
tiempo estudios, encuestas y evaluaciones internacionales al respecto.
Pudiera
ser que los países desarrollados o de “alto desarrollo” posean una mayor
cultura de “respeto a la ciencia”, aunque la comprensión de la visión
científica del mundo no sea conocida, o hasta despreciada, o simplemente
considerada de escasa importancia en el mundo real.
Es por
lo arriba descrito que en muchas latitudes el papel de la comunicación
científica para no especialistas se ha ido transformando en una especialidad
muy apreciada, tanto entre el colectivo científico, como en la generalidad de
las personas. Este tipo de comunicación,
que recibe el nombre general de divulgación científica, por su consumo, se ha
constituido en una de las patas de la mesa de toda persona con cualificación
profesional en cualquier sociedad.
Y es en
nuestros días de la Internet y los avances en la información y en los teléfonos
inteligentes de comunicación casi instantánea no solo dirigida a todo el mundo,
sino también enviada por todo el mundo y por cualquiera, donde la divulgación
científica se hace más urgente y necesaria como aporte a nuestra cultura
informática y al conocimiento de qué se sabe y conoce hoy y qué es ruido y
desinformación.
Hay
varios detalles que conviene recordar. Solo un profundo conocedor de una
ciencia hará una aceptable divulgación sobre ella. Los científicos, con años de
entrenamiento para poder comunicarse efectivamente entre sí, no siempre
resultan ser muy buenos para divulgar a un público culto su ciencia, y menos
aún a un público general.
Por
otro lado, el esfuerzo de periodistas, autodidactas, profesionales y formadores de opinión en general resulta,
por lo general, con graves errores en la conceptualización simple de una
ciencia que desconocen y que solo saben de ella lo que escriben buenos y malos
divulgadores.
Muchos
creen que un texto de divulgación debe acompañarse de referencias específicas y
hasta bibliografía general, pero los buenos divulgadores no lo hacen,
consideran que es parte de ofrecer un barniz científico a algo que no lo es. Lo
que en cambio si debe ser considerado, cuando se pueda, es el ofrecer un
contexto de la institución o sociedad donde se ha producido el referido trabajo
principal del tema que se divulga, ya que le hace ver al lector que el trabajo
científico en nuestro tiempo es un trabajo como cualquier otro, donde personas
iguales a ellos ( los lectores) permanecen de 8 a 5 en sus oficinas o
laboratorios como cualquier otra ocupación humana. La experiencia nos dice que
presentar a los científicos como habitantes de un cosmos especial, es
contraproducente; pues presenta a los trabajadores de la ciencia como seres
especiales, espirituales o extraterrestres, lo que por supuesto, no son.
Siempre
se ha dicho que el nivel de humanidad que poseen distintas sociedades se
refleja en los tipos de cementerios que construyen, y así sabemos cómo tratan a
los ya idos, sus memorias y sus tiempos. Debiéramos agregar, creo yo, que la
cantidad y calidad de difusión científica que presentan los medios de
comunicación de masas formales e informales en cualquier sociedad pudiera ser
otro parámetro para conocer la sociedad que reproduce y distribuye tales
informaciones y el consumo que al mismo tiempo hace de tales saberes y sus
retratos de la realidad. Se conocería, por ejemplo, en que real siglo se encuentra
dicho conglomerado humano e inclusive a cual siglo aspira a entrar.