J.R. Albaine Pons, publicado en Acento.com.do el 15 de enero del 2018.
Por supuesto, debo comenzar por pedir excusas a mis lectores si pudiesen pensar que este artículo es sobre diputados, síndicos, y políticos del patio en general. No, es sobre animales, generalmente de cuatro patas, es un ensayo más bien sobre zoología.
Por supuesto, debo comenzar por pedir excusas a mis lectores si pudiesen pensar que este artículo es sobre diputados, síndicos, y políticos del patio en general. No, es sobre animales, generalmente de cuatro patas, es un ensayo más bien sobre zoología.
A veces en publicaciones nacionales
encontramos que se considera a los animales domésticos como parte de la fauna
de un lugar. Los animales domésticos no son nunca parte de la fauna, son un
caso especial de evolución dirigida por humanos.
En la primera oración de la famosa
novela de Tolstoy “Anna Karenina” leemos: “Las familias felices son todas
iguales, las que son infelices lo son de su propia forma particular”. El
significado del planteamiento del gran novelista ruso es utilizado por J.
Diamond en su libro “Armas, Microbios y Acero” (Guns, Germs and Steel,
W.W.Norton, 1997) para enfocar la domesticación de animales: todos los animales
domésticos son parecidos, los no domesticables lo son cada uno por una cualidad
propia.
Los grandes mamíferos domésticos
fueron cruciales para las sociedades que los poseían, aportando carne, lácteos,
abono, transporte, pieles, vehículos militares y agrícolas y lana.
Solo 14 especies de grandes mamíferos
(de más de 100 libras) fueron domesticados antes del siglo XX. Nueve de estas
14 fueron significativos solo a escala regional, como el camello, la llama, el
búfalo acuático, el yak, el reno y únicamente cinco se hicieron importantes
alrededor del mundo: vacas, ovejas, cabras, cerdos y caballos.
Un lector pudiera preguntar por el
elefante, ya que todos sabemos que es utilizado en la India y el sudeste
asiático como animal de trabajo y de transporte; recordemos de la Historia la
hazaña de Anibal el cartaginés cruzando los Alpes para luchar contra Roma con
sus elefantes guerreros, y los persas enfrentando a Alejandro Magno, en la
película del mismo nombre, con su ejército de elefantes.
Bueno, los elefantes no son
domésticos, son animales capturados y amansados y solo se pueden acostumbrar
los asiáticos y no los africanos. Y esto significa que a la hora de
reproducirlos hay que liberarlos en la selva para que busquen pareja y después
volverlos a capturar.
Un animal doméstico es aquel
selectivamente reproducido en cautividad, modificado de sus ancestros salvajes,
cambiado para siempre en la dirección que los humanos hayan decidido para su
mayor conveniencia y utilización.
No en balde Charles Darwin presentó
como primer capítulo de su libro “El Origen de las Especies” las “Variaciones
de la Domesticación” y lo dedicó casi exclusivamente a cómo los aficionados
británicos a las palomas pudieron a partir de la paloma común producir
múltiples y vistosas razas. Para Darwin esos datos eran pruebas, y lo son, de
la capacidad de cambio de los organismos..
Y es que la domesticación es una
prueba de evolución dirigida por el talento humano, al seleccionar éstos qué
rasgos preferirían pasar a las nuevas generaciones.
Hay un punto muy especial respecto a
la domesticación de animales: ¿por qué todos nuestros animales domésticos,
excepto la llama, provienen de Eurasia? En este continente de 72 especies
candidatas potenciales a la domesticación (terrestres, herbívoros y omnívoros
de más de 100 lb) un 18% fue domesticada. En Africa sub-Sahara y Australia
ninguna. En América solo la llama y la alpaca (consideradas por muchos biólogos
como razas de una misma especie).
Pudiera pensarse en factores
culturales o de desarrollo, pero no son necesarios. Los datos señalan no a la
incapacidad humana para la domesticación, sino a características biológicas
propias de esas especies, como su dieta (nunca se ha podido domesticar un gran
carnívoro), su tasa de crecimiento, sus particularidades reproductivas, su
disposición conductual a vivir en grupo y tendencias al pánico entre otras. Un caso
típico son las cuatro especies africanas de cebras, que por más que se ha
intentado desde hace más de un siglo no han podido domesticarse: se vuelven
peligrosas cuando envejecen, cuando muerden no sueltan (muerden más personal
de zoológicos que los temidos tigres cada año), es casi imposible colocar una
silla de montar en ellas y más difícil aún de enlazar, ya que tienen la
habilidad de ver la soga llegar ¡mueven su cuello para esquivarla!
J. Diamond cita a Francis Galton
cuando dijo: “hablo de especies destinadas a un perpetuo estado salvaje”.
Así, los animales domésticos no son
parte de nuestra fauna, su existencia entre nosotros nos habla más bien de
evolución, de la capacidad de cambiar que tiene mucho de lo vivo y de nuestra
capacidad de aprovecharnos de los demás organismos cuando su biología así lo
permite.
Sin el impacto social de la domesticación de los grandes mamíferos, conocemos varios pequeños mamíferos, aves e insectos que han sido domesticados por los humanos en varias sociedades y por lo tanto redirigidos en su evolución como especies.
Sin el impacto social de la domesticación de los grandes mamíferos, conocemos varios pequeños mamíferos, aves e insectos que han sido domesticados por los humanos en varias sociedades y por lo tanto redirigidos en su evolución como especies.
Aves fueron domesticadas por su carne,
sus huevos y sus plumas. Es común escuchar de un biólogo decir que un pollo ya
no es un ave, sino un medio de producción que se domesticó en China, De acuerdo a estudios recientes la selección pudo ser por aquellos pollos con menos miedo a
los humanos. Otras aves son patos y gansos en Eurasia, pavos en Mesoamérica, la gallina de
guinea en Africa y el pato muscovy (nuestro pato común) en América del Sur.
Entre los pequeños mamíferos domesticados para usarlos como alimento y por su
piel tenemos el conejo en Europa, el curio o conejillo de Indias en los Andes,
una rata gigante en Africa y posiblemente el solenodón en las Antillas.
Los gatos fueron domesticados en el
norte de Africa y el sudeste asiático y el perro en Eurasia y América del
Norte.
La abeja de Europa y la mariposa de la
seda en China se encuentran entre los insectos más conspicuos domesticados,
aunque encuentro discutible si son “domesticados” o mantenidos cautivos por
humanos.
Ya durante los siglos XIX y XX,
zorros, visones y chinchillas se domesticaron por su piel y el conocido hámster
de Siria como mascota.
La domesticación no es tan fácil. La
biología de la especie, su historia escrita en los genes debe estar de
acuerdo.
En la década del 1950, D. K. Belyabev
en Novosibirsk, Siberia, Rusia estudiaba zorros plateados que se criaban en
fincas para aprovechar su piel. Eran animales salvajes, desconfiados, que
morían fácilmente de ansiedad. En un intento por regular mejor la cría,
empezaron a seleccionar como reproductores solo aquellos animales que aceptaban
fácilmente la compañía humana. En unos 20 años, y unos 10 mil zorros después,
ya se observó un gran cambio. Los animales se comportaban más como perros que
como zorros, con la cola hacia abajo y las orejas caídas. Muchos presentaban la
piel moteada en vez del gris brillante de sus ancestros salvajes, las hembras
se reproducían dos veces al año como los perros y no una camada anual como los
salvajes. Al seleccionar la característica de mansedumbre, otros rasgos
físicos, hormonales y conductuales aparecieron también colateralmente.
El perro puede que sea el animal más
estudiado en su domesticación y quizás el que más ha experimentado variaciones
de manos de sus dueños humanos.
Aunque el célebre Konrad Lorenz,
premio Nobel de Medicina o Fisiología por sus aportes al estudio de la conducta
animal, teorizó que de las 35 especies de cánidos salvajes, nuestros perros
provenían de chacales que perseguían a nuestros ancestros buscando los despojos
alimenticios que éstos abandonaban en su vida nómada, hoy los estudios de ADN
mitocondrial y de restos fósiles nos revelan que nuestros perros provienen del
lobo y que su domesticación ocurrió dos veces en lugares separados.
Steve Jones en su libro “El Fantasma
de Darwin” (Darwin Ghost, Random House, 1999) presenta lo conocido sobre la
evolución de este animal dirigida por gustos humanos. Otras investigaciones más
actualizadas reconfirman mucho de lo expresado en esta obra.
Jones nos recuerda que el primer show
de competencia de perros ocurrió en 1859, por casualidad el mismo año de la
publicación del “Origen de las Especies” por Darwin.
Un texto citado por Jones de 1570
presenta solo 17 razas de perros; otro de 1850, 40; hoy día se reconocen unas
350 razas de distintos perros y en 1997 “nació” una nueva raza de perro
norteamericano cuando “el caballero del rey Charles” fue reconocido como raza
por el American Kennel Club.
Para Jones muchas de las cualidades de
los perros de hoy nacieron por el gusto humano por lo joven, los animales se
seleccionaron por sus rasgos juveniles; hocico corto, dientes pequeños, ojos
redondos y naturaleza amistosa.
Hoy día se investiga mucho el fenómeno
de la domesticación y en especial en perros. Se habla del síndrome de la
domesticación que está constituido por una serie de cambios morfológicos,
bioquímicos y conductuales. Se estudia con dedicada atención el desarrollo en
los embriones de la llamada cresta neural, un grupo de células entre el cordón
neural (futuro sistema nervioso del animal) y el ectodermo, que es la capa
externa del embrión temprano. sus células incidirán en el futuro esqueleto,
hormonas, órganos varios y glándulas. Estas células son pluripotenciales y
migraran por todo el cuerpo. Se estudian sus genes y el resultado de sus
mutaciones.
Algo interesante es que los mamíferos
que han evolucionado o están evolucionando en islas, y por lo tanto aislados,
presentan muchas características del síndrome de la domesticación.
Como hemos establecido más arriba la
biología exige su tributo: algunos animales no se domestican nunca, otros como
los zorros y los perros han pagado un precio. En 1994 la revista Time publicó
que un 25% de todos los perros con pedigrí sufren desórdenes genéticos, desde
pobre visión en razas como los chows, ojos inflamados como los bloodhounds y
flancos hundidos como los Doberman.
Personalmente sostengo la hipótesis de
que los humanos somos monos domésticos, esa domesticación humana, que no
sabemos cómo ocurrió, también nos regala daños colaterales que estamos
descubriendo y aún nos quedan por descubrir.
Es que la evolución, aún la dirigida
por los humanos para sus fines utilitarios, tiene sus salidas no esperadas, por
la combinación de genes que forma cada solución al fenómeno de estar vivo en
este Planeta.
Quizás con esta
lectura pueda apreciarse sobre los pocos animales en que se basa la
alimentación humana y pueda comprenderse mejor la preocupación de los gobiernos
de los grandes países del mundo cuando se presentan casos como las “vacas
locas” y la gripe aviar; es que teóricamente puede aparecer un virus que diezme
a todos los animales domésticos de una especie particular con la consecuente
catástrofe en la alimentación humana.