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Tuesday, January 9, 2018

LOS GRANDES Y PEQUEŇOS ANIMALES DOMESTICOS.


J.R. Albaine Pons, publicado en Acento.com.do el 15 de enero del 2018.

Por supuesto, debo comenzar por pedir excusas a mis lectores si pudiesen pensar que este artículo es sobre diputados, síndicos, y políticos del patio en general. No, es sobre animales, generalmente de cuatro patas, es un ensayo más bien sobre zoología.
A veces en publicaciones nacionales encontramos que se considera a los animales domésticos como parte de la fauna de un lugar. Los animales domésticos no son nunca parte de la fauna, son un caso especial de evolución dirigida por humanos.
En la primera oración de la famosa novela de Tolstoy “Anna Karenina” leemos: “Las familias felices son todas iguales, las que son infelices lo son de su propia forma particular”. El significado del planteamiento del gran novelista ruso es utilizado por J. Diamond en su libro “Armas, Microbios y Acero” (Guns, Germs and Steel, W.W.Norton, 1997) para enfocar la domesticación de animales: todos los animales domésticos son parecidos, los no domesticables lo son cada uno por una cualidad propia.
Los grandes mamíferos domésticos fueron cruciales para las sociedades que los poseían, aportando carne, lácteos, abono, transporte, pieles, vehículos militares y agrícolas y lana.
Solo 14 especies de grandes mamíferos (de más de 100 libras) fueron domesticados antes del siglo XX. Nueve de estas 14 fueron significativos solo a escala regional, como el camello, la llama, el búfalo acuático, el yak, el reno y únicamente cinco se hicieron importantes alrededor del mundo: vacas, ovejas, cabras, cerdos y caballos.
Un lector pudiera preguntar por el elefante, ya que todos sabemos que es utilizado en la India y el sudeste asiático como animal de trabajo y de transporte; recordemos de la Historia la hazaña de Anibal el cartaginés cruzando los Alpes para luchar contra Roma con sus elefantes guerreros, y los persas enfrentando a Alejandro Magno, en la película del mismo nombre, con su ejército de elefantes.
Bueno, los elefantes no son domésticos, son animales capturados y amansados y solo se pueden acostumbrar los asiáticos y no los africanos. Y esto significa que a la hora de reproducirlos hay que liberarlos en la selva para que busquen pareja y después volverlos a capturar.
Un animal doméstico es aquel selectivamente reproducido en cautividad, modificado de sus ancestros salvajes, cambiado para siempre en la dirección que los humanos hayan decidido para su mayor conveniencia y utilización.
No en balde Charles Darwin presentó como primer capítulo de su libro “El Origen de las Especies” las “Variaciones de la Domesticación” y lo dedicó casi exclusivamente a cómo los aficionados británicos a las palomas pudieron a partir de la paloma común producir múltiples y vistosas razas. Para Darwin esos datos eran pruebas, y lo son, de la capacidad de cambio de los organismos..
Y es que la domesticación es una prueba de evolución dirigida por el talento humano, al seleccionar éstos qué rasgos preferirían pasar a las nuevas generaciones.
Hay un punto muy especial respecto a la domesticación de animales: ¿por qué todos nuestros animales domésticos, excepto la llama, provienen de Eurasia? En este continente de 72 especies candidatas potenciales a la domesticación (terrestres, herbívoros y omnívoros de más de 100 lb) un 18% fue domesticada. En Africa sub-Sahara y Australia ninguna. En América solo la llama y la alpaca (consideradas por muchos biólogos como razas de una misma especie).
Pudiera pensarse en factores culturales o de desarrollo, pero no son necesarios. Los datos señalan no a la incapacidad humana para la domesticación, sino a características biológicas propias de esas especies, como su dieta (nunca se ha podido domesticar un gran carnívoro), su tasa de crecimiento, sus particularidades reproductivas, su disposición conductual a vivir en grupo y tendencias al pánico entre otras. Un caso típico son las cuatro especies africanas de cebras, que por más que se ha intentado desde hace más de un siglo no han podido domesticarse: se vuelven peligrosas cuando envejecen, cuando muerden no sueltan (muerden más personal de zoológicos que los temidos tigres cada año), es casi imposible colocar una silla de montar en ellas y más difícil aún de enlazar, ya que tienen la habilidad de ver la soga llegar ¡mueven su cuello para esquivarla!
J. Diamond cita a Francis Galton cuando dijo: “hablo de especies destinadas a un perpetuo estado salvaje”.
Así, los animales domésticos no son parte de nuestra fauna, su existencia entre nosotros nos habla más bien de evolución, de la capacidad de cambiar que tiene mucho de lo vivo y de nuestra capacidad de aprovecharnos de los demás organismos cuando su biología así lo permite.
Sin el impacto social de la domesticación de los grandes mamíferos, conocemos varios pequeños mamíferos, aves e insectos que han sido domesticados por los humanos en varias sociedades y por lo tanto redirigidos en su evolución como especies.
Aves fueron domesticadas por su carne, sus huevos y sus plumas. Es común escuchar de un biólogo decir que un pollo ya no es un ave, sino un medio de producción que se domesticó en China, De acuerdo a estudios recientes la selección pudo ser por aquellos pollos con menos miedo a los humanos. Otras aves son patos y gansos en Eurasia, pavos en Mesoamérica, la gallina de guinea en Africa y el pato muscovy (nuestro pato común) en América del Sur. Entre los pequeños mamíferos domesticados para usarlos como alimento y por su piel tenemos el conejo en Europa, el curio o conejillo de Indias en los Andes, una rata gigante en Africa y posiblemente el solenodón en las Antillas.
Los gatos fueron domesticados en el norte de Africa y el sudeste asiático y el perro en Eurasia y América del Norte.
La abeja de Europa y la mariposa de la seda en China se encuentran entre los insectos más conspicuos domesticados, aunque encuentro discutible si son “domesticados” o mantenidos cautivos por humanos.
Ya durante los siglos XIX y XX, zorros, visones y chinchillas se domesticaron por su piel y el conocido hámster de Siria como mascota.
La domesticación no es tan fácil. La biología de la especie, su historia escrita en los genes debe estar de acuerdo.
En la década del 1950, D. K. Belyabev en Novosibirsk, Siberia, Rusia estudiaba zorros plateados que se criaban en fincas para aprovechar su piel. Eran animales salvajes, desconfiados, que morían fácilmente de ansiedad. En un intento por regular mejor la cría, empezaron a seleccionar como reproductores solo aquellos animales que aceptaban fácilmente la compañía humana. En unos 20 años, y unos 10 mil zorros después, ya se observó un gran cambio. Los animales se comportaban más como perros que como zorros, con la cola hacia abajo y las orejas caídas. Muchos presentaban la piel moteada en vez del gris brillante de sus ancestros salvajes, las hembras se reproducían dos veces al año como los perros y no una camada anual como los salvajes. Al seleccionar la característica de mansedumbre, otros rasgos físicos, hormonales y conductuales aparecieron también colateralmente.
El perro puede que sea el animal más estudiado en su domesticación y quizás el que más ha experimentado variaciones de manos de sus dueños humanos.
Aunque el célebre Konrad Lorenz, premio Nobel de Medicina o Fisiología por sus aportes al estudio de la conducta animal, teorizó que de las 35 especies de cánidos salvajes, nuestros perros provenían de chacales que perseguían a nuestros ancestros buscando los despojos alimenticios que éstos abandonaban en su vida nómada, hoy los estudios de ADN mitocondrial y de restos fósiles nos revelan que nuestros perros provienen del lobo y que su domesticación ocurrió dos veces en lugares separados.
Steve Jones en su libro “El Fantasma de Darwin” (Darwin Ghost, Random House, 1999) presenta lo conocido sobre la evolución de este animal dirigida por gustos humanos. Otras investigaciones más actualizadas reconfirman mucho de lo expresado en esta obra.
Jones nos recuerda que el primer show de competencia de perros ocurrió en 1859, por casualidad el mismo año de la publicación del “Origen de las Especies” por Darwin.
Un texto citado por Jones de 1570 presenta solo 17 razas de perros; otro de 1850, 40; hoy día se reconocen unas 350 razas de distintos perros y en 1997 “nació” una nueva raza de perro norteamericano cuando “el caballero del rey Charles” fue reconocido como raza por el American Kennel Club.
Para Jones muchas de las cualidades de los perros de hoy nacieron por el gusto humano por lo joven, los animales se seleccionaron por sus rasgos juveniles; hocico corto, dientes pequeños, ojos redondos y naturaleza amistosa.
Hoy día se investiga mucho el fenómeno de la domesticación y en especial en perros. Se habla del síndrome de la domesticación que está constituido por una serie de cambios morfológicos, bioquímicos y conductuales. Se estudia con dedicada atención el desarrollo en los embriones de la llamada cresta neural, un grupo de células entre el cordón neural (futuro sistema nervioso del animal) y el ectodermo, que es la capa externa del embrión temprano. sus células incidirán en el futuro esqueleto, hormonas, órganos varios y glándulas. Estas células son pluripotenciales y migraran por todo el cuerpo. Se estudian sus genes y el resultado de sus mutaciones.
Algo interesante es que los mamíferos que han evolucionado o están evolucionando en islas, y por lo tanto aislados, presentan muchas características del síndrome de la domesticación.
Como hemos establecido más arriba la biología exige su tributo: algunos animales no se domestican nunca, otros como los zorros y los perros han pagado un precio. En 1994 la revista Time publicó que un 25% de todos los perros con pedigrí sufren desórdenes genéticos, desde pobre visión en razas como los chows, ojos inflamados como los bloodhounds y flancos hundidos como los Doberman.
Personalmente sostengo la hipótesis de que los humanos somos monos domésticos, esa domesticación humana, que no sabemos cómo ocurrió, también nos regala daños colaterales que estamos descubriendo y aún nos quedan por descubrir.
Es que la evolución, aún la dirigida por los humanos para sus fines utilitarios, tiene sus salidas no esperadas, por la combinación de genes que forma cada solución al fenómeno de estar vivo en este Planeta.
Quizás con esta lectura pueda apreciarse sobre los pocos animales en que se basa la alimentación humana y pueda comprenderse mejor la preocupación de los gobiernos de los grandes países del mundo cuando se presentan casos como las “vacas locas” y la gripe aviar; es que teóricamente puede aparecer un virus que diezme a todos los animales domésticos de una especie particular con la consecuente catástrofe en la alimentación humana.



Sunday, January 7, 2018

UN ESCRITO MAYOR DE EDAD - (LA CIENCIA COMO CENICIENTA)

J. R. ALBAINE PONS
 publicado en acento.com.do, 8 de enero del 2018.

Este trabajo fue presentado en nuestra prensa escrita hace ya 18 años. Es por lo tanto mayor de edad, pero me parece que aún puede leerse y pensarse.
Recordemos, primero que todo, que un artículo científico es el resultado de hacer ciencia. Si no hay artículo científico es como si nada se hubiese hecho, aunque en congresos nacionales e internacionales se ofrezcan las generalidades de los resultados parciales de un trabajo científico, es el artículo científico el que termina una investigación. Y ahora, mi artículo mayor de edad.
En una búsqueda de información sobre artículos científicos escritos acerca de la República Dominicana en los anos 1990-2000 encontramos 450 trabajos científicos distribuidos en varias ciencias y todos publicados por revistas científicas internacionales con la excepción de Moscosoa del Jardín Botánico Nacional que aparece como la única revista dominicana considerada en las bases de datos buscados, que fueron BIOSIS y Current Contents.
Lo arriba expresado de ninguna manera significa que solamente se publicaron 450 artículos científicos en el citado período, ya que en el país tenemos varias revistas que califican como tal, aunque no son consideradas por las grandes bases de datos y es posible que algunos trabajos hayan aparecido en revistas especializadas extranjeras que tampoco sean consideradas, pero con todo, estos artículos nos permiten hacer ciertas consideraciones sobre la producción científica del país y sobre los problemas que han llamado la atención a científicos extranjeros.
La mayoría de los trabajos aparecen en revistas estadounidenses con algunos en revistas alemanas, noruegas, danesas y canadienses principalmente.
 Casi un 54% de los trabajos representan el gran campo de las ciencias biológicas con la zoología en primer lugar con 95 artículos, seguido por estudios sobre fósiles en ámbar (lo que también sería casi todo, zoología, lo separamos aquí solo para mostrar su impacto) con 43, estudios ambientales y de conservación con 35 y agricultura con 21. Se destacan los trabajos sobre insectos en el área de la zoología por su elevado número. En medicina, no considerado en el % antes indicado aparecen 81 trabajos.
Siguen en orden trabajos sociológicos con 30, política con 28, cultura general (antropología, educación, etc.) con 25, historia con 21, geología 20 y economía 19.
Algunos de los trabajos estudiados no necesariamente estarían en los campos presentados, ya que muchos artículos en sociología e historia no son artículos científicos propiamente dicho, sino presentaciones y recensiones de libros, algunos de geología pudieran considerarse en zoología y muchos de medicina son trabajos de epidemiología que pudieran ser sociológicos. Con estas consideraciones pendientes podemos decir algunas cosas sobre nuestra producción científica.
Lo primero que hay que observar es la ausencia de ciertas ciencias como la química y la física y además sobre matemática y estudios literarios, aunque estos últimos probablemente deberíamos buscarlos en otras bases de datos. Es notable la casi ausencia de trabajos sobre educación y ciencias administrativas, dado el hecho de la cantidad de maestrías en estas áreas realizadas en el país.
El segundo punto por enfocar es la gran cantidad de autores, o sea científicos, extranjeros y la poca cantidad de dominicanos, aunque esto está supeditado a los nombres por nosotros conocidos y a los apellidos en otra lengua, lo que por supuesto ofrece un gran margen de error. Con todo, son muy pocos los trabajos encontrados con autoría exclusiva de dominicanos. La gran mayoría de los artículos en que aparecen dominicanos, estos están como coautores.
¿Qué es una autoría intelectual?
De acuerdo con las normas comunes de publicación científica se encuentra bien definido lo que constituye una autoría científica.
La Sociedad para la Neurociencia, por ejemplo, ha publicado su “Conducta Responsable Respecto a la Comunicación Científica” (traducido y publicado por Ciencia y Sociedad, la revista del INTEC, en el volumen XXIV, no. 4, oct-dic. 1999) donde nos dice algunas consideraciones al respecto.
 En los acápites sobre autoría el documento de la Sociedad para las Neurociencias (U.S.A.) dice:
“ 1.3. La autoría debe basarse en una contribución intelectual sustancial”.
 “1.3.1. La Sociedad para la Neurociencia cree que la autoría debe ser reservada para aquellos individuos que reúnan cada una de las siguientes condiciones: a- realizar una contribución significativa a la concepción y diseño o al análisis e interpretación de los datos. b- participar en el escrito del borrador del artículo o revisarlo y/o revisar su contenido intelectual y c- aprobar la visión final del manuscrito.”
“1.4- La “autoría honoraria” es inconsistente con la definición de autoría. Un autor honorario es cualquier individuo en una lista de autores que no ha realizado una contribución sustantiva al trabajo, tal como se define en 1.3.1… Pueden ser considerados autores honorarios los que participan solamente buscando fondos para la investigación, aquellos que son directores de departamentos, divisiones o grupos de investigación y que no desarrollan un papel significativo en el planteamiento, la conducción y la revisión de la investigación, o aquellos que meramente supervisaron la recolección de datos”.
En nuestra lista encontramos un mínimo de 124 autores dominicanos, debemos recordar que por lo general varios autores pertenecen a un solo trabajo científico; a veces mas de seis personas. Aunque aceptamos como autores válidos los antes mencionados, es sabido por todos que a veces con enviar un organismo internacional un autor extranjero, ayudarle en diligencias durante su estadía en el país o acompañarle al campo es suficiente para que quienes así ayudan al investigador extranjero sean incluidos en artículos ¡que son leídos por estos “autores honorarios” luego de ya publicados! Con todo, una lista de 124 científicos probados en la República Dominicana, en solo los últimos 10 años es suficiente para que la ciencia y la subvención estatal y privada a ella sea considerada en el país.
Al respecto y como simple comparación podemos decir que en México en 1971 el CONACYT, organismo estatal para apoyo científico financió 13 proyectos en solo 6 áreas y en 1998 recibieron 2,099 proyectos de los cuales 1029 (49%) fueron aprobados y financiados…y esto solo por esta vía, que México tiene otras.
Todo la antes expuesto nos permite expresar que es ya hora de que el país tenga financiamiento a la actividad científica de una manera formal y normal, por proyectos competitivos y en varias instancias. Las secretarias de estado deberían presentar un % de su presupuesto para proyectos de investigación, y el estado y el CONES deberían exigir lo mismo a las distintas universidades. Ya hay en el país suficiente número de científicos para que República Dominicana también en este campo tenga una representación tanto digna como beneficiosa por sus alcances a corto, mediano y largo plazo.
Hasta ahí mi pasado artículo.
 Hoy sabemos que el ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología ofrece estipendios de investigación por concursos en varias áreas y que algunas universidades también lo hacen. Y que instancias como el Banco Central premian investigaciones y tesis destacadas. Pero ¿y las investigaciones en las otras universidades, y en los ministerios de agricultura, ambiente, salud, educación? ¿Y qué de revistas profesionales, serias y académicas, ya sea para reportar resultados de investigación o de alta divulgación científica o cultural en universidades e instituciones oficiales? Creo que nos falta, nos falta, y pensarlo nos acerca más y más a lo que debe de ser.



Wednesday, January 3, 2018

LA CIENCIA COMO EVIDENCIA EN LAS POLITICAS PUBLICAS


J. R. Albaine Pons
Publicado en Acento.com.do, enero 2 del 2018. 

El conocimiento científico se considera “evidencia” cuando dicho saber se emplea en apoyo de propuestas relevantes para políticas públicas. La “evidencia” no solo está en el mundo donde se produce ciencia, emerge en el mundo civil de las políticas públicas, donde es interpretada, obtiene sentido y uso en los argumentos de dichas políticas*.

Hay campos de la ciencia especializados como la psicología social, economía conductual, teoría de decisiones, sociología, psicología organizacional y otros cercanos, como la neurociencia, que deben investigar el uso y las aplicaciones del conocimiento científico en la construcción e implementación de políticas públicas. Y quisiéramos agregar que estos temas y estas especialidades también deberían formar parte del abanico de estipendios de investigación que otorga, por concurso, nuestro Ministerio de Educación Superior, Ciencias y Tecnología anualmente.

No pueden existir, por ejemplo, políticas correctas, funcionales y exitosas de género, transporte, educativa, penitenciaria, de agua y reforestación, si no sabemos lo que dice y dispone la ciencia para la transparente y precisa formulación de dichas políticas.

Las palabras, “populistas latinoamericanas” como las han catalogado recientemente, “alternativas”, “populares” y “costumbristas” son solo discursos del poder y del anti-poder que aspira a poder. Son lugares comunes del mundo del mercadeo político y de la ilusión. Parece que solo las políticas públicas basadas en evidencias resultan (o por lo menos pueden ser evaluadas en sus medios/fines y mejoradas o descartadas) pues sus instancias de ejecución presentan parámetros e indicadores medibles objetivamente.

Tomemos por ejemplo la reforestación.

No pasa una semana sin que la prensa nacional nos presente a empleados y relacionados de un banco, una empresa turística o industrial “sembrando arbolitos”.  Instituciones oficiales también participan de dicha práctica y todos sus empleados tienen que ir, por supuesto. Claro, para ellos es un día de campo, les proporcionan alimento y casi siempre gorras y camisetas que sus hijos disfrutarán después. Y hasta si tienen suerte ¡salen en una foto en algún periódico!
Pocas veces se analiza si lo que se siembra es lo que se debe sembrar. Supongo que hay empresas de “producción de arbolitos” que les va muy bien con esa “cultura”, con esa “filosofía”, con esa política pública de reforestación. Y es que la reforestación no es simplemente una práctica agrícola, sino todo un proceso de restauración ecológica, que no es tan simple.

Veamos un ejemplo notable, que incluso circula por las “redes sociales” (palabras populistas no ya latinoamericanas, sino globales).

En 1995, 14 lobos fueron reintroducidos en el Parque Nacional Yellowstone (el primer parque nacional en los Estados Unidos). Los lobos comenzaron a cazar ciervos, disminuyendo así su número y estos a su vez empezaron a evadir las zonas de los lobos. La ausencia de ciervos hizo que las plantas, árboles y arbustos, volvieran a crecer en esos lugares. Alamos y sauces comenzaron a florecer y con sus frutos llegaron insectos y gracias a ello varias especies de aves regresaron al parque nacional. El incremento continuo de plantas atrajo aún más y diversas especies de aves. Los castores, que habían desaparecido de la zona, volvieron y a sus diques arribaron roedores y reptiles. Los lobos también cazaron coyotes y esto logró que las

poblaciones de conejos y ratas aumentaran y como resultado trasladó a la zona a zorros rojos, comadrejas, tejones y halcones. Hasta las águilas calvas, símbolo de los Estados Unidos, aumentaron su población.

Con un mayor y mejor equilibrio entre depredadores y presas otros animales volvieron y el incremento de vegetación detuvo la erosión y estabilizó las márgenes de los ríos. Los cauces se estrecharon y los ríos consiguieron fijarlos y se formaron más charcas y lagunas. Los lobos no solo trajeron un nuevo equilibrio al parque, sino que hasta cambiaron su geografía.

 Nadie predijo esto cuando liberaron los 14 lobos en 1995. Ha sido toda una lección. Y no fue acción de la Sabia Madre Naturaleza, fueron los 14 lobos reintroducidos.

Claro, nuestros bosques no tienen lobos (todos están en la Capital y uno que otro en Santiago y otras ciudades), pero si sumamos todos los millones de arbolitos que se han sembrado en nuestro país desde 1995 (el año de los lobos) cada dominicano tuviese ya tres pinos y dos caobas creciendo en cada sala de nuestras casas.

Algo no está resultando. Nuestros bosques y parques nacionales siguen deforestados.

Es que si Ud. siembra 100 arbolitos en una loma y no vuelve mas por ahí, de seguro que 95 se secarán por falta de lluvia ¡y los otros 5 servirán para hacer carbón! De hecho, las estadísticas indican que de cada 100 plántulas sembradas solo 10 con suerte llegan a convertirse en árboles.

Nuestros bosques y parques están invadidos de perros y gatos asilvestrados y el equilibrio se destruyó hace ya mucho tiempo. ¡Hoy viven más pericos y cotorras en nuestras ciudades que en nuestros campos!

Y entonces… ¿qué hacer? (y no se vayan a creer que es la pregunta del famoso libro de V. Lenin de ese título, en realidad Lenin tomó el nombre de la novela de Nikolái Chernyshevski [1828-1889] así titulada, y tampoco me refiero a la novela).

Nuestro problema no son los lobos, sino los seres humanos y sus animales domésticos.

Si yo viviera en la cima de una loma de la cordillera Central, ¿cómo le voy a hacer caso a alguien que viniera a decirme que no corte árboles? Y que cuando yo le pregunte por qué, se me responda: “para que en la Capital y Santiago las personas puedan bañarse dos veces al día y lavar sus carros y regar sus jardines cada dos días” y “los latifundistas de los valles puedan tener sus vacas y sus cosechas y para que los hoteles tengan agua para sus turistas”. Muy lindo… ¿y YO y mi familia, nos morimos de hambre o nos mudamos debajo del puente Juan Bosch con mujer, hijos y padres? ¿Por qué tengo yo que cuidar y proteger árboles y arroyos para que otro se bañe y produzca dinero?

Pero si me dicen: “vamos a sembrar 10 mil arbolitos y hemos contado y marcado 5 mil que hay aquí. O sea, hay 15 mil árboles. El año que viene en octubre los volvemos a contar. Por cada árbol que ESTÉ se le darán 1, 2 o lo que sea pesos. Esto significaría que si al año siguiente están los 15 mil árboles Ud. cobrará 15 o 30 (o lo que sea) mil pesos”.

Ese campesino, o Yo, el único que vive con su familia en esas tres lomas reforestadas ¿cree alguien que cortará un árbol? ¿Cree alguien que permitirá que nadie corte SUS árboles para hacer carbón? ¿Cree alguien que se mudará debajo de nuestros puentes citadinos a constituirse en esa deforme masa social que arropa ya al país? Es sencillamente crear un incentivo a la reforestación, en lugar del aparente derroche de tanto dinero en arbolitos que morirán a los pocos días de ser sembrados porque nadie los cuida.

Creo que es tiempo de repensar nuestras “sembraditas dominicales de arbolitos”, una inocentada (quizás no tan casta y buena) no mundial, ni latinoamericana, sino que me parece a mí muy dominicana.

Si la gente no obtiene beneficios por cuidar la naturaleza no va a cuidar nada. Como dijo un político estadounidense reciente en campaña: “es la economía, estúpido, la economía”.

Y tenemos los expertos que pueden y saben decidir qué hay que sembrar, dónde sembrar y cuáles cuencas iniciar a limpiar y claro, cómo contar árboles con cuadrículas y senderos muestrales. ¿Será eso tan difícil? Las ciudades, los valles, los hoteles tienen que pagar a aquellos que saben y pueden cuidar nuestros bosques y arroyos y que viven en ellos.

La ciencia sabe qué hacer hoy. Falta que se use como evidencia en las políticas públicas. Que se evalúen los resultados y que se decida por dónde seguir a partir de ahí. Las nuevas “maduroadas” y los comandantes geniales y gloriosos ya están de más. Es simple: ¡sembremos menos y cuidemos más!

·        Using Science as Evidence in Public Policy. National Academies Press, Washington, D.C. 2012, 122pgs.