J R. Albaine Pons, noviembre del 2017
"El fin justifica los medios, siempre y cuando haya justificación en los fines” Leon Trostky
"El fin justifica los medios, siempre y cuando haya justificación en los fines” Leon Trostky
Pensaba que
se podía construir un socialismo en libertad. Donde se pudiera escuchar a José
Feliciano cantar “Light my Fire” y después “Como Fue” y recordar esta última en
la voz de Benny Moré. Volver a Feliciano interpretando “Sabor a Mi” acompañado
de Gloria Stephan. Pensaba que fue un mal giro de la Historia y que Cuba estaba
mal, muy mal, por estar tan cerca de los Estados Unidos. Hoy recuerdo a mi
amigo finlandés que me dijo: “José si no te gusta tu vecino, te lo cambio por
el mío”. Como se canta un bolero, triste y melodioso; un socialismo donde
Paquito de Rivera no tenga que escaparse para tocar su música, nuestra música y
donde se leyese a Lenin, pero no solo a Lenin, y su aventura de hace 100 años
que cambió el siglo XX.
Y pensé, aquí nada
que hacer, todo lo que se me ocurre es altamente peligroso, mejor me voy. Y
llegué a Moscú y luego a Kiev; después de una noche de intensa alegría en el
tren Madrid-París. Francisco Franco el eterno dictador de España fue declarado
oficialmente difunto desde la mañana y el tren iba lento y en penumbras…hasta
que alcanzó los Pirineos y llegó la luz y todos a aplaudir y gritar y a cantar
y escuché una tonada “asturiana” que me recordó el canto flamenco, y sacaron
botellas de buen vino y se brindaba a todos y todos se abrazaban y dos mujeres
llorando y entre sollozos solo decían “por fin, por fin”. Y en la llegada del
tren a París, la madrugada fresca, casi fría y el amarillo de banderas, aquel
canario al que cantó triste José Martí, y un gentío que se abrazaba sin
conocerse, un día feliz, jubiloso, bulloso y alegre, todos pensando que se
había detenido el planeta en sus giros y que a partir de ese momento se movería
distinto.
Kiev, frío y todavía sin llegar el invierno.
Llegué en tren y supuestamente me iban a buscar de la universidad, pero nadie
llegó. Una familia rusa que me acompañó esa noche en el viaje Moscú- Kiev y con
quienes no había forma de comunicarse, les mostré mi pasaporte dominicano y el
Sr. me dijo: “Ah, Balaguer, Trujillo” y me brindó un pedazo de pan con
salchichón, seguido de un vaso cervecero lleno de vodka hasta el tope, mientras
él se tomaba el suyo completico. Me tomé el vaso de vodka y se me aguaron los
ojos y no perdí el asombro de que una persona que se veía tan común supiera de
Balaguer y Trujillo.
Muchas cosas he
aprendido después de mi estancia en Ucrania, pero comencé a entender cuando
vivía allá, en ese Kiev ucraniano, que de un día para otro amaneció en mayo
lleno de tulipanes rojos y amarillos en todos los jardines de las aceras, en
todas sus calles. Era el anuncio de que el viejo invierno ruso se había
marchado y los manzanos sacaron sus pequeñas hojas intensamente verdes que
contrastando a los tulipanes anunciaban un nuevo ciclo en la vida de todos
aquellos que nos sonreíamos unos a otros, solo porque ya no había frío.
Sin pedigüeños ni
limosneros en las calles excesivamente limpias, los profesores y doctorantes de
la universidad estatal, La Roja, siempre de corbata, nada señalaba que se vivía
bajo una dictadura, pero encontré chocante que nadie hablase de política.
Quizás pensaba que un país socialista era como el paraninfo de ingeniería de la
UASD, donde todo era política, política, política.
Aunque sí se hablaba
de política internacional. Celebré con vecinos vietnamitas las noticias de la TV
sobre la caída de Saigón, y en el barrullo pregunté a uno que después con el
tiempo fue de mis mejores amigos, Le Ming Haing (quien después abandonó Vietnam
y lo último que supe de él es que era profesor de física-matemática en la
Universidad de París, lo cual me alegró por él) por qué Vietnam solo recibía
ayuda soviética y no también de China, en su guerra. Me dijo muy serio: “somos
enemigos de los chinos y del Japón desde que comenzó nuestra historia.”
Así también supe la
relación de Ucrania con Polonia, cuando un compañero de laboratorio, un
ucraniano, me preguntó por qué tenía tantos amigos polacos y le contesté que
los encontraba muy cultos y de mente muy abierta. Me dijo, “nunca te fíes de un
polaco, tienen siempre doble cara y son abusivos”. Así fui aprendiendo que los
alemanes tienen a menos a los polacos, que los franceses desconfían de los
ingleses y los checos de los rusos y los rusos de todo el mundo. Nadie parecía
aceptar a su vecino, contra quienes históricamente habían tenido guerras y
ocupaciones y robos de terrenos. Los africanos eran igual. Ninguno confiaba ni
tenía amistad con alguien procedente de un país vecino. Como los peruanos
contra los chilenos y ambos con los bolivianos y los paraguayos contra todos y México
contra los “yanquis del norte”, como les llamaban y de los árabes ni se diga,
eran entre los de un mismo país enemigos a muerte por pertenecer a distintos
partidos políticos.
Un día estaba en la
universidad y observé como por una puerta lateral sacaban a alguien casi
arrastrado entre tres personas. Un compañero que estaba a mi lado me dijo:
“volvamos al laboratorio José, hoy no hemos visto nada”. A los pocos días la
BBC de Londres, que escuchábamos de cuando en vez con amigos polacos y búlgaros
y un cubano, buscando música para grabarla, dice en las noticias sobre Europa
del Este, que colocaban entre la música, que un famoso profesor de matemática de
la Universidad de Kiev había sido detenido por agentes de la seguridad del
estado soviético dentro de su propia universidad y leían una carta pública
pidiendo su libertad firmada por físicos y matemáticos ingleses. Con el tiempo
supimos que el profesor había sido expulsado de la URSS y fue contratado por la
Universidad de París casi de inmediato después de su expulsión, como profesor-
investigador. Mi amigo cubano, que estudiaba para su doctorado en matemáticas y
conocía a dicho profesor, solo decía…estos cabrones siempre están chequeando a
los profesores de nuestra facultad (la facultad de mecánico-matemática).