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Sunday, October 31, 2010

LA MEDIANA NO ES EL MENSAJE

Stephen Jay Gould
                                                               Traducc. de J.R.Albaine Pons

Mi vida ha  recientemente interceptado, y de una forma muy personal, dos de las famosas frases de Mark Twain. Dejaré una para el final de este ensayo. La otra (a veces atribuida a Disraeli) identifica tres clases de mentiras, cada una peor que la anterior, las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.

Considérese el ejemplo estándar del estiramiento de la verdad con números- un caso muy redundante para mi historia.

Las estadísticas reconocen diferentes medidas del “promedio”, o tendencia central. La media es nuestro concepto usual de promedio general- sume los objetos y divida entre el número de dueños (100 dulces obtenidos por cinco niños en el próximo Halloween resultan en 20 para cada uno, en un mundo justo). La mediana, una medida distinta de tendencia central, es un punto medio. Si coloco cinco niños en fila según sus estaturas, el  que representa la mediana es más bajo que dos de los cinco y más alto que los otros dos (que puede ser que tengan problemas tratando de obtener su parte “media” de los dulces por ser más chicos).

Un político en el poder puede decir con orgullo “el sueldo promedio de nuestros ciudadanos es $15,000 al año”. El líder de la oposición puede responder:”pero la mitad de nuestros ciudadanos ganan menos de $10,000 al año”. Ambos tienen razón, pero ninguno cita la estadística con objetividad serena. El primero habla de la media y el segundo de la mediana (las medias son mayores que las medianas en estos casos porque un millonario puede elevar la media al calcularse junto a cientos de personas pobres, pero sólo puede contrabalancear a un mendigo si calculamos la mediana).

La desconfianza o el desprecio por las estadísticas es un problema muy preocupante. Muchas personas realizan una desafortunada y carente de validez separación entre el corazón y la mente, entre los sentimientos y el intelecto. En ciertas tradiciones contemporáneas, estimuladas por actitudes estereotipadas centradas en el sur de California, las sensaciones son exaltadas como más “reales” y la única base apropiada para el accionar- si se siente bien hazlo!!-mientras que el intelecto recibe poca atención como una reliquia de un elitismo fuera de moda. Las estadísticas, en esta dicotomía absurda, generalmente se transforman en el símbolo del enemigo. Como escribió Hillaire Belloe, “las estadísticas son el triunfo del método cuantitativo, y el método cuantitativo es la victoria de la esterilidad y la muerte”.

Esta es mi historia personal de las estadísticas, interpretadas apropiadamente como profundamente beneficiosas y dadoras de vida. Declara la guerra santa contra la degradación del intelecto al contar una historia acerca de la utilidad del conocimiento seco y académico sobre la ciencia. El corazón y la cabeza son puntos focales de un solo cuerpo, de una sola personalidad



En julio de 1982 supe que sufría de mesotelioma abdominal, un cáncer raro y muy serio, generalmente asociado a la exposición a asbesto. Cuando me desperté de la cirugía, la primera pregunta a mi médico y quimioterapeuta fue:” ¿cuál es la mejor literatura técnica sobre mesotelioma?”. Ella respondió, con un toque diplomático (la única vez que se separó de su franqueza directa), que la literatura médica al respecto no valía la pena de leer.

Claro, tratar de mantener a un intelectual alejado de la literatura funciona tan bien como recomendar castidad al Homo sapiens, el primate más sexual de todos. Tan pronto como pude caminar fui en línea recta hacia la biblioteca Countway de Harvard y tecleé mesotelioma en la computadora de búsquedas bibliográficas. Una hora después, rodeado de lo más reciente publicado sobre mesotelioma abdominal, me di cuenta, tragando en seco, por qué mi doctor me ofreció una respuesta tan humana. La literatura científica no podía ser más brutalmente clara al respecto- el mesotelioma es incurable, con una mortalidad mediana de sólo ocho meses luego de descubierto.

Me senté abrumado por cerca de quince minutos, luego sonreí y me dije a mí mismo: así que por eso es que no me dieron nada para leer. Mi mente empezó de nuevo a trabajar, gracias a Dios.

Si saber poco de algo puede alguna vez ser  peligroso, había encontrado el ejemplo clásico. La actitud claramente importa cuando se batalla el cáncer. No sabemos por qué (dada mi anticuada perspectiva materialista, sospecho que los estados mentales retroalimentan el sistema inmune). Pero, si agrupamos personas con el mismo cáncer por edad, clase social, salud y estatus socioeconómico, en general, aquellos con actitudes positivas, con una fuerte voluntad y propósito de vivir, con compromiso de luchar, con una respuesta activa de ayudar a su propio tratamiento y no sólo una aceptación pasiva de lo que sea que digan los médicos, tienden a vivir más tiempo.

Meses después pregunté a Sir Meter Medawar, mi gurú científico personal y premio Nóbel de Medicina en inmunología, cual sería la mejor receta para el éxito contra el cáncer. “Una personalidad sanguínea” me respondió. Afortunadamente ( ya que uno no puede reconstituirse a sí mismo en poco tiempo y con propósito definido) soy de temperamento moderado y confidente, como buen sanguíneo.

He aquí el dilema para doctores de humanos: ya que las actitudes son tan críticamente importantes, ¿debería propalarse una conclusión tan sombría, especialmente con tan poca gente con conocimientos de estadísticas como para poder evaluar qué significan en realidad estas aseveraciones? Con mi experiencia de años en la evolución a pequeña escala de los caracoles terrestres de Bahamas y el tratamiento cuantitativo de sus datos, he desarrollado este conocimiento técnico- y estoy convencido que ha jugado un importante papel en la salvación de mi vida. Como dijo Bacon, conocimiento es poder.

El problema puede plantearse brevemente: ¿qué significa una “mortalidad mediana de ocho meses” en nuestro lenguaje coloquial? Sospecho que mucha gente, sin entrenamiento en estadísticas leería esta oración así: “Yo probablemente esté muerto dentro de ocho meses”- la misma conclusión que debería evitarse, ya que no es así y las actitudes son importantes.

Claro, yo no estaba feliz, pero tampoco entendí el mensaje coloquialmente. Mi entrenamiento técnico produjo una perspectiva diferente de “mortalidad mediana de ocho meses”. El punto es delicado, pero profundo- ya que encierra la manera distintiva de pensar de mi propio campo de biología evolutiva e historia natural.

Nosotros aún llevamos a cuestas el equipaje histórico de la herencia platónica que busca esencias claras y definidas y sus límites ( así esperamos encontrar un “inicio de la vida” o “definición de la muerte” sin ninguna ambigüedad, aunque la naturaleza se nos presente generalmente como un contiguo irreducible). Esta herencia platónica con sus énfasis en las distinciones claras y entidades inmutablemente separadas, nos lleva a ver las medidas estadísticas de tendencia central de manera errónea, aún más, opuestas a la apropiada interpretación de nuestro actual mundo de variaciones, sombras y continuos. Brevemente, vemos las medias y medianas como las “realidades” fuertes, y la variación que permite su cálculo como un conjunto de medidas imperfectas y transitorias, que ocultan su esencia. Si la mediana es la realidad y la variación a su alrededor sólo un artificio para su cálculo, el “yo probablemente estaré muerto en ocho meses” puede pasar como una interpretación razonable.

Pero, todos los biólogos evolutivos saben que es la propia variación la única esencia irreducible de la naturaleza. Medias y medianas son abstracciones. Por lo tanto, miré las estadísticas sobre mesotelioma de manera diferente- y no sólo porque soy un optimista que tiende a ver la rosquilla y no su agujero, sino primariamente porque se que la propia variación es la realidad. Yo tenía que colocarme entre las variaciones.

Cuando supe de la mediana de ocho meses, mi primera reacción intelectual fue: bien, la mitad de la gente vivirá más tiempo, entonces que chances tengo de estar en esa mitad. Leí intensa y nerviosamente por una hora y concluí, con alivio: muy buenos.Yo poseía cada una de las características que confieren la probabilidad de una larga vida: era joven, mi enfermedad se diagnosticó en un relativo estadio temprano, recibiría el mejor tratamiento médico del país, tenía todo un mundo por el cual vivir, sabía leer los datos de manera apropiada y no desanimarme.

Otro punto teórico vino a aumentar mi tranquilidad. Yo inmediatamente reconocí que la distribución de la variación alrededor de una mediana de ocho meses, casi seguro sería lo que las estadísticas llaman “de tendencia derecha” ( en una distribución simétrica, la variación hacia la izquierda de la tendencia central es una imajen de espejo de la variación hacia la derecha. En las distribuciones sesgadas o tendenciadas, la variación hacia uno de los lados es muy extendida- hacia la izquierda o hacia la derecha). La distribución de la variación tenía que ser sesgada, razoné. Después de todo, el lado izquierdo de la distribución contiene una frontera irrevocable de cero (ya que el mesotelioma puede ser identificado en el momento de muerte o antes), así que no hay mucho espacio para la parte baja (o izquierda) de la distribución. Pero la mitad superior (o derecha) puede extenderse por años y años, aunque nadie la llegue a sobrevivir. Esta distribución tiene que ser sesgada hacia la derecha, y necesitaba saber que tan lejos esa extendida cola llegaba- porque yo ya había concluido que mi perfil favorable me convertía en un buen candidato para esa parte de la curva.

En realidad la distribución era fuertemente sesgada hacia la derecha, con una larga cola (aunque fuese pequeña) que se extendía por varios años por encima de la mediana de ocho meses. No veía razones por las cuales yo no fuera parte de esa pequeña cola, y tuve una larga espiración de alivio. Mis conocimientos técnicos me habían ayudado. Yo había interpretado la gráfica de manera correcta y encontrado la respuesta. Había obtenido, con toda probabilidad, el más preciado de todos los regalos posibles dadas las circunstancias- algo de tiempo. No tenía que detenerme y seguir de inmediato la expresión de Isaías a Jeremías: pon tu casa en orden porque morirás y no vivirás. Yo tenía tiempo para pensar, planear y pelear.

Un punto final acerca de las distribuciones estadísticas. Sólo se aplican a un conjunto dado de circunstancias- en este caso la supervivencia a mesotelioma en las condiciones convencionales de tratamiento médico. Si las circunstancias cambian, la distribución varía. Me colocaron en un protocolo experimental en mi tratamiento y, si la buena fortuna sigue, estaré en el primer grupo de una nueva distribución con una mediana alta y una cola derecha que se extenderá hasta la muerte por causas naturales en una avanzada vejez.

Bajo mi punto de vista se ha convertido en una moda la aceptación de la muerte, como algo unido a cierta dignidad intrínseca. Claro, estoy de acuerdo con el predicador del Eclesiastés de que hay tiempo para amar y tiempo para morir y cuando mi hilo se termine espero encarar el final calmadamente y a mi manera. Sin embargo, para la mayoría de las situaciones, prefiero una situación más marcial, de que la muerte es el enemigo final y no encuentro nada reprochable en aquellos que luchan con todas sus fuerzas contra la muerte de la luz.

Las espadas de batalla son numerosas y ninguna más efectiva que el humor. Mi muerte fue anunciada en una reunión de mis colegas en Scotland, y yo casi tuve la experiencia del delicioso placer de leer mi obituario de la pluma de uno de mis mejores amigos ( y él también sospechó y chequeó, es también un estadístico y no esperaba encontrarme tan alejado de la cola derecha). Aún así el incidente me permitió mi primera carcajada luego de mi diagnóstico. Sólo piense, por poco repito la línea más famosa de todas las de Mark Twain: “los reportes sobre mi muerte están muy exagerados”.


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Tuesday, October 19, 2010

El mono doméstico


Quizás resulte, después de todo, que el popular decir que todo perro se parece a su dueño, sea más que simple picardía popular.     Clavedigital, 28 de octubre de 2008.

¿Somos los seres humanos monos domésticos?

Las características de un animal doméstico son que es manso y se reproduce en cautiverio adaptándose a un ambiente nuevo y si se quiere, artificial. Es además alimentado, no tiene que salir a buscar comida.

Y los animales domésticos, las especies domésticas, son pocas. También son pocas las plantas domesticadas.

Ya en su libro clásico para explicar en parte la evolución humana, Germs, Steel and Guns, el fisiólogo y antropólogo norteamericano Jared Diamond nos recuerda que el Africa Subsahariana no pudo desarrollar grandes civilizaciones por no presentar animales domésticos. La gran fauna que tanto admiramos de Africa es salvaje, imposible de domesticar, por su propia biología.

No fue casual que Darwin dedicase tanto espacio a las palomas y los perros en su Origen de las Especies, para explicar su alta variabilidad y una evolución por selección, en este caso humana.

Otra característica de los animales domésticos es que son muy variables en su forma, en su fenotipo, constituyen así muchas razas. Son también muy prolíficos. La historia de Darwin, en su libro El Viaje del Beagle, de los miles y miles de caballos en la pampa argentina, descendientes de unos pocos caballos dejados sueltos por los españoles es clásica. Pero hay que notar que aparentemente esto no influyó en un gran aumento de los pumas, el depredador natural de esta zona. La clásica relación poblacional presa-depredador, que por ejemplo se ha demostrado con zorros y lobos y conejos en América del Norte, no aparece tan clara cuando uno de los dos es un animal doméstico.

En los perros la variabilidad es máxima. Ninguna otra especie presenta tal rango en tamaño y tal variabilidad en formas y hoy día, gracias a investigaciones recientes, se ha identificado el grupo de genes responsables. Lo que no sabemos, todavía, es cuales son los genes distintos en los lobos y los perros. Desde 1993 el perro se conoce científicamente como Canis lupus familiaris , o sea una variedad o raza de los lobos, ya que los individuos de cruces de perros y lobos son fértiles; pero algunos genetistas no parecen estar de acuerdo y lo tratan como  especie aparte. Hoy se conoce el genoma del poodle y del bóxer y aunque hay unas 155 razas de perros reconocidas, la mayoría solo tienen entre 200 a 300 años de formadas. Se calcula que el perro es un animal de 40,000 años de antigüedad.

Algo parecido se investiga en los cerdos y los jabalíes, y los cerdos son también muy variables. Los de Europa forman un grupo genético reconocible, pero los de Irak y Turquía son distintos.

Recuerdo haber leído que los zorros plateados, criados en cautiverio experimentalmente, para más fácil aprovechar su valiosa piel y no tener que cazarlos, con las sucesivas generaciones perdían su ferocidad, las colas y las orejas estaban siempre caídas y eventualmente disminuyó la calidad de su pelaje, lo que mostró el fracaso del experimento.

¿Qué genes, o que grupos de genes, es el que permite que un animal, o una planta, sea domesticada? Entre los cereales, por ejemplo, un gen recesivo anula la capacidad de la simiente de caer al suelo desde que está madura. Si las semillas cayeran al suelo por sí mismas, esto hubiese imposibilitado su cosecha y de esta característica haber estado definida por varios genes, la domesticación de los cereales hubiese sido muy difícil o imposible.

Debe de ser un pool de genes muy especial, que permite que actúe sobre la especie la selección impuesta por los humanos y que a su vez produzca tan alta variabilidad y elevada tasa reproductiva, pues hay más caballos en el mundo que cebras o los caballos originales, más perros que lobos, más vacas que bisontes o Uros; más individuos domésticos que de aquellos de donde surgieron. Aunque la protección recibida de los humanos sea un factor, su capacidad biológica reproductiva es fundamental. Sólo recordemos que el orangután se reproduce una vez cada ocho años.

Y viven hoy más humanos que todos los demás primates juntos (aún previa a la drástica disminución actual de poblaciones salvajes por los cambios ambientales antropogénicos) y con una alta variabilidad también: en tamaño-desde los pigmeos del Congo hasta los indios gigantes de la Patagonia, los altos nórdicos y los bajos sur-asiáticos- y en las razas- distintas estructuras óseas, pelo, color y hasta enzimas, como la lactasa.

¿Y entonces, seríamos los humanos los primates domésticos? Un primate que perdiendo el pelo, amansándose y por ende más sociales (como los otros domésticos) fue naturalmente seleccionado por los procesos adaptativos de su evolución para obtener como resultado inesperado sociedades complejas y con capacidad de variar su propio ambiente?

La propuesta reciente de grandes ríos subsaharianos que atravesaban el Sahara y llegaban al mar Mediterráneo nos presenta otras vías, además de la Delta del Nilo, como salida de Africa y de encuentro con un ambiente nuevo, distinto de la sabana, que nos pudo acelerar la domesticidad; al permitir desarrollarla en otras especies y aparecer así la llamada Revolución Paleolítica. De repente teníamos comida en la agricultura y ganadería incipientes…y como se ha planteado recientemente, teníamos leche. Dejamos de ser buscadores continuos de alimento, repartidos al azar en el ambiente.

¿Están los genes de la domesticidad humana de alguna manera cercanos al pool genético que nos da el lenguaje y los cambios en la laringe para articular sonidos? Ya Darwin notaba que los perros tienen más sonidos de comunicación entre ellos que los lobos de donde provienen.

Es todo una interesante conjetura. Sólo que hoy día puede ser una hipótesis científica. Esperemos que se produzcan los conocimientos, hoy posibles, de las diferencias genéticas entre perros y lobos, gatos y felinos, patos salvajes y domésticos y cerdos, llamas, pollos y vacunos y caprinos y su estirpe original. ¿Será el mismo pool de genes?; ¿habrá significativamente un parecido cambio genético entre los distintos animales domésticos y sus originales?  ¿Estará no directamente en los “genes”…sino en el miniARN recientemente descubierto y que activa unos genes y otros no?

Pudiéramos entonces comparar el moderno Homo sapiens con las otras aproximadamente veinte especies de Homo, hoy fósiles. No nos parece que somos un simple “tercer chimpancé” como algunos han escrito. Somos más bien un Homo, distinto del chimpancé, y además, doméstico. ¿Pudo ser que la desaparición del Homo neanderthalis ocurriera por ser salvaje y no doméstico? ¿Qué por no ser doméstico sólo pudiera existir en grupos pequeños y fue así eliminado de la competencia por el cada vez más doméstico, gregario y hablador y manipulador y más abundante, Homo sapiens?

Quizás el futuro nos diga que nuestro nombre debería ser Homo domesticus ( después de todo…no somos tan pensadores) aunque hoy este nombre sea ya muy usado: desde el exitoso best-seller del 2007 de David Valdez Greenwood, que relata los avatares de una pareja homosexual que decide vivir en matrimonio; un reciente documento de la Comunidad Económica Europea que estudia el uso de electrodomésticos en la actualidad o la calificación de Borges de Homo domesticus para comentar a Kafka.

La domesticidad de Homo sapiens nos puede decir mucho sobre nuestra elevada variabilidad dentro de una norma, sobre las razas, la violencia de algunos individuos ( un millón de presos en los EstadosUnidos), nuestra conducta toda, nuestras creencias y más importante aún, nuestra potencialidad biológica particular. Esperemos pues, estos datos están al llegar.

La técnica, y la cultura, no fue lo que nos domesticó, fue nuestra biología.

Quizás resulte, después de todo, que el popular decir que todo perro se parece a su dueño, sea más que simple picardía popular.

Saturday, October 9, 2010

El cerebro homosexual ( Clavedigital, noviembre de 2009)

Hace cuarenta años se inició una lucha por ciertas libertades, de una manera si bien espontánea, pero, visto desde nuestra óptica actual, inevitable.

Las dos de la madrugada, la acera frente al bar Stonewall Wall Inn (pared de piedra, pared alucinada), en el centro del famoso barrio Greenwich Village de New York. Un bar de mafiosos y de clientes homosexuales. Hace 40 años, policías de la brigada anti-vicio de N.Y. “se tiraron” en Stonewall Wall Inn.

Generalmente en tales redadas, los que no podían escaparse eran sometidos a humillaciones y a “asaltos legales” por su dinero. Era parte de ser un homosexual en New York. Pero esa noche los parroquianos hicieron resistencia. El escándalo fue mayúsculo, con cuatro noches seguidas de turbas de protestas. Ese sábado, junio 28 de 1969, nació, y ha venido creciendo, el movimiento por los derechos humanos y civiles de los homosexuales. El hoy archiconocido “movimiento gay”.

Hace un par de semanas el presidente estadounidense Barack Obama los recibió en la Casa Blanca. De verlo en las noticias de CNN recuerdo que les dijo algo como “no tienen que recordarme nada- dicho movimiento apoyó al actual Presidente en su campaña- se perfectamente bien lo que significa ser discriminado” y “yo estoy aquí con ustedes, en esta lucha”.

Hoy, 40 años después, ya sea por la propia presión de las personas con esta particularidad sexual, ya sea por muchos otros fenómenos que ha vivido la humanidad, existe una mayor tolerancia hacia esos ciudadanos. No en todas partes, por supuesto. Cuba comunista los encerraba en granjas de “reeducación” y hoy la hija del Presidente, por herencia lateral, de ese país, dice
que se preocupa por una mayor apertura en ese campo, pero en los países musulmanes es algo más que un crimen y en China quién sabe cómo es.

Pero en el mundo occidental es ya otra cosa. Ni asombro ocasiona que la protagonista de la trilogía Millennium del sueco Stieg Larsson, con millones de libros vendidos, esa Lisbeth Selander [de quien Vargas Llosa dijo que debería ser tan recordada como el Quijote], sea una dubitativa bisexual; así como tampoco ocasiona mucho asombro la homosexualidad de muchos de nuestros sacerdotes católicos (más bien son noticia los que se van con una mujer y tienen hijos).

Pero no por mayor tolerancia deja la ciencia de interesarse en un fenómeno. Y en especial si dicha manifestación no parece encajar, a primera vista, con la teoría de la evolución, con el proceso evolutivo. Después de todo en el Galileo de Berltold Brecht se escucha este personaje exclamar “el fin de la ciencia no es abrir la puerta de la sabiduría infinita, sino establecer un límite al error contínuo”.

Hoy día buscamos nuestras diferencias y similitudes, no en la cultura, ni en los procesos sociales ambos de corta data entre los humanos, sino en nuestra biología, en nuestra evolución.

Y si algo nos ha enseñado la ciencia de la vida es que los humanos somos animales mamíferos, que al igual que todos los demás que hoy viven sobre nuestro planeta hemos evolucionado; y hay más, la psicología evolutiva nos informa, y busca más datos y sigue buscando, que nuestra especificidad humana particular, lo que nos hace humanos y, aunque animales, diferentes, es nuestra evolución en el último millón de años, nuestra evolución en la época geológica llamada Pleistoceno.

Hablar de la biología actual es hacerlo sobre la genética contemporánea. Y precisamente los genetistas reportan que han encontrado 54 genes que pudieran explicar las diferencias entre los machos y las hembras. 36 de estos son más activos en los cerebros de las hembras y 18 en los cerebros de los machos. Gran parte de la expresión de estos genes estaría en el hipotálamo cerebral.

El hipotálamo humano, un área muy reducida del cerebro, de apenas 4 cm3 ,se encuentra en la base del cerebro. Si pudiéramos entrar a nuestro cerebro por la boca, lo encontraríamos detrás de la campanita de nuestra garganta, para situarlo en contexto. Pero esa pequeña masa cerebral tiene unos 70 núcleos nerviosos distintos, conocidos y bien diferenciados y en gran parte nuestra sexualidad depende de varios de ellos.

Ya en 1991 Simon Le Vay, en estudios de cerebros de homosexuales varones fallecidos a causa del SIDA, mostró que el núcleo INAH3 del hipotálamo anterior era del mismo tamaño que el de mujeres, en general, un tercio del tamaño de dicho núcleo en el varón heterosexual. Fue el primer aviso que llegó a la gran prensa en esos días. Más tarde se encontró una zona en el cromosoma X de los varones homosexuales, la Xq25, que se asoció a esta forma de sexualidad.

Hoy día, expertos han reportado observaciones de conducta homosexuales en unas 200 especies de animales y se ha estudiado con mayor precisión la presentada en los bovinos. En los carneros (ovejos) se presenta una alta homosexualidad, uno de cada diez machos es homosexual. El núcleo preóptico del hipotálamo de estos animales homosexuales es de igual tamaño que en las hembras, ovejas, y dos veces menor que en machos heterosexuales. También en estos cerebros es elevada la presencia de la enzima aromatasa, que transforma la hormona masculina testosterona en estrógenos femeninos.

Claro, los estudios en humanos se han enfocado en el hipotálamo anterior porque aquí es donde están los centros principales de la conducta sexual. Y lo curioso es que estos centros se comportan en los homosexuales varones igual que en mujeres heterosexuales y en las mujeres homosexuales como los de varones heterosexuales. Como si estas personas tuviesen un hipotálamo anterior del sexo opuesto.

Igual ocurre en otras zonas. Personas a las cuales se les muestran rostros de mujeres y de varones mientras sus cerebros son monitoreados por tomografía de resonancia magnética funcional muestran actividad en el tálamo y la corteza pre-frontal medial al ver fotos de mujeres si son varones heterosexuales y mujeres homosexuales; y si son varones homosexuales y mujeres heterosexuales estas estructuras, relacionadas con la atención, sólo se activan ante fotos de varones.
Igual patrón invertido encontramos en las conexiones de la amígdala límbica, un evolutivamente antiguo núcleo cerebral relacionado al miedo y a las emociones en general. Los varones homosexuales parecen hembras heterosexuales y las hembras homosexuales varones heterosexuales.

Esto último parece importante, pues hay sólidos indicios de que desbalances hormonales durante el embarazo juegan un rol determinante, y más aún, la orientación sexual del futuro individuo parece fijarse en los meses tercero y cuarto del embarazo en las zonas más filogenéticamente antiguas del sistema límbico, mientras que las características sexuales secundarias ( de varón y mujer) y la conducta sexual reproductiva típica de la especie- o sea entre heterosexuales- se fija en los meses 5 y 6 en zonas más diversas y “nuevas” del cerebro.

El núcleo supraquiasmático del hipotálamo anterior- el que contiene nuestro llamado reloj biológico- es en cambio mayor en homosexuales masculinos que en heterosexuales, e interviniendo su contenido de aromatasa en ratas neo-natas se han obtenido animales bisexuales.

Finalmente, el metabolismo de la serotonina no es igual en el hipotálamo homosexual que en el heterosexual, pues se activan distintamente con el antidepresivo fluoxetina (PROZAC).

Hoy ya sabemos varias cosas: en conductas sexuales y selección de parejas el homosexual se comporta como el sexo opuesto, tanto a nivel conductual como de actividad cerebral. Las interacciones hormonales con el cerebro en desarrollo embrionario son importantes en estos fenómenos.

Pero un hombre homosexual no es una mujer, ni una mujer homosexual es un varón. Otras áreas cerebrales asociadas a conductas no reproductivas deben ser estudiadas en estas personas y conductas no necesariamente ligadas a procreación y satisfacción sexual deben cuidadosamente ser analizadas. Así, la explicación de por qué los genes y ambientes celulares que activan estos genes han permanecido en la evolución sería aclarada y las diversas teorías presentadas contrastadas. Saber más de esta condición en animales y humanos, como dijo Galileo, nos ayudará a detener errores contínuos y estas características pasaran a ser tan humanas, y animales, como el color de los ojos, la altura, el tipo de piel o la estructura ósea…y cerraremos una puerta más a la ignorancia, al oscurantismo y a la discriminación.

El cerebro homosexual humano es distinto, pero sigue siendo un cerebro muy humano.

Saturday, October 2, 2010

Dos Culturas: a los 50 años-9dic/2009

Hace algo más de medio siglo el fisiólogo inglés Alex Confort, más conocido en todo el mundo por su libro “The Joy of Sex” –primer “manual” moderno de juegos eróticos entre los sexos-, comentaba que existen dos maneras de aproximarse a la realidad, que en la cultura anglosajona se conocen como “La forma dura” y “La forma blanda”, para referirse a las ciencias y a las humanidades.
Hace 50 años, exactamente en el pasado mes de mayo, que el físico Charles Pierce Snow (1905-1980) presentó la conferencia anual Rede, en la Casa del Senado de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Su título “Las dos culturas” y Snow se refería al abismo entre los “intelectuales literarios” y los “científicos naturales”. La conferencia fue publicada en junio y julio de 1959 en la revista Encounter y luego como libro.
El libro fue duramente atacado por la “crítica”, en especial humanistas y escritores. Desde la capacidad (o incapacidad) de Snow de comunicarse por escrito, hasta sus logros como científico estudioso de la física. El libro de Snow, de varias ediciones, la última que encontré de 1993, es anecdótico e informal. No es una presentación de una hipótesis y su posterior demostración. De lo más curioso es el relato de su señalamiento a escritores de cómo podían hablar de comprender la realidad, si no tenían ni idea de la II Ley de la Termodinámica.
Pero a pesar de muchos la obra perduró, y la frase “Dos Culturas” continua en uso, bajo el ataque, de vez en cuando, de funcionarios universitarios tercermundistas que suponen que sus comentarios, negando la aún actual existencia de esas culturas, los coloca por sobre ellas, sin haber sobresalido en realidad en ninguna, ni presentar una obra formal que justifique sus puestos, aparte de habilidades nada intelectuales, pero si exitosas en sus escalas sociales particulares.
Karl Popper, en su prefacio de la edición inglesa (1958) de su obra La Lógica de la Investigación Científica (Viena, 1935) expresa claramente “siempre que proponemos una solución a un problema deberíamos esforzarnos todo lo que pudiésemos por echar abajo nuestra solución, en lugar de defenderla” y es así como trabajan los científicos y exactamente lo opuesto como trabajan los humanistas, y de ahí gran parte del nacimiento de las dos culturas. ¡Una es crítica y la otra criticona!
Pero hoy más que nunca las Dos Culturas se observan desde sus orillas. Intentando evitar la sima algunos “intelectuales” franceses se hicieron “postmodernos”- incorporando a sus discursos palabras, ideas y teorías originadas en las ciencias y empleándolas como mejor les parecía, pues ni idea de lo que en realidad significan como instrumentos de trabajo científico. Por suerte, pasaron sin pena ni gloria y su daño fue mínimo. Aunque quizás en nuestros lares, y quizás imbuidos todavía de la idea de la ocupación haitiana de hace casi dos siglos de que “todo lo francés, es mejor” todavía citan con orgullo frases y sinsentidos de esos buenos franceses idos tan a tiempo.
Pero también desde el borde científico se habla de una ciencia “humanista”, por querer decir la preocupación ética, de lo que los “humanistas” y políticos pueden hacer con los resultados de la investigación científica ( tirarle una bomba atómica a Japón, o estrellar aviones contra torres llenas de civiles, por ejemplo) o sobre los discursos políticos ambientalistas e ideas como el “calentamiento global” (hoy ya todo es “global”, aunque el 98% de la humanidad nace y muere en el mismo lugar) que sólo parece estar en agendas gubernamentales y modelos computacionales bajo supuestos imaginarios y a veces falseados, pero altamente emocionales.
Ningún ejemplo más notable en nuestro medio de estas dos culturas que el extravío entre genetistas e historiadores sobre el lugar de descanso de los restos de Cristóbal Colón; que los españoles quieren resolver utilizando la ciencia y los dominicanos aferrados a historias. ¡Es que para muchos el mundo, con todo y global, termina en el Malecón de Santo domingo!
Otro componente que tiende a cruzar la brecha entre ciencias y humanidades, y que parece tener más futuro que los antes mencionados es la búsqueda de la biología moderna por las raíces y aplicaciones de lo que pudiéramos llamar la esencia de las humanidades: el arte ( ya hay que leer The Art Instinct de D. Dutton, 2009), la política ( y ahí vamos desde El Gen Egoista de Dawkins, 1976, para explicar el altruismo, hasta el Cerebro Etico de M. Gazzaniga, 2005), la filosofía con los trabajos de neurofilosofía de Patricia Churchland y nuestro Mario Bunge ( Biofilosofía, 2000), hasta la Psicología Evolutiva, explicando y demostrando, a veces- no siempre-, no ya los cómo, sino los por qué de la conducta humana ( Buss, 2005) y finalmente la Teoría de la Evolución contemporánea, donde el método histórico se combina con los últimos descubrimientos y técnicas científicas para decirnos qué es lo que ha pasado y está pasando en realidad en este planeta, particularmente con los seres vivos.
La expresión “Dos Culturas” cumple ya 50 años. Nos seguimos debatiendo entre ellas. Pienso que en este siglo XXI se superará esa brecha, pero, vaya Ud. a saber, los humanos somos expertos en reproducir errores y justificarlos, per secula seculorum.

Friday, October 1, 2010

Dolly: del cordero de Dios a la oveja del hombre.(Listín Diario, 13 de abril de 1997)

La investigación científica que terminó con la clonación de una oveja a partir de otra adulta, además de solucionar problemas urgentes de la biología molecular en la manipulación de células somáticas o corporales de mamíferos adultos, ha abierto vías hacia nuevos conocimientos y nuevas preguntas en campos como la investigación básica, la clínica, la producción y finalmente la ética y el humanismo.

Es de todos sabido: en febrero pasado el mundo fue sorprendido por una hazaña increíble- la clonación de un mamífero a partir de otro animal adulto. Dolly, una hermosa ovejita de patas negras de siete meses de edad se convirtió en una estrella de la prensa mundial, y no era para menos. No que la idea fuese extraña a expertos; recordamos como Rafael Vicuña, uno de los más reputados biólogos moleculares latinoamericanos, ganador de una beca Guggenheim y luego vicerrector de investigaciones de la Universidad Católica de Chile, nos decía a un grupo, cuando vino al Intec a mediados de los 80, que todo el andamiaje teórico para clonar un animal superior estaba explicado. Nos reíamos de algunos clones posibles en nuestro país.

Empecemos por su inicio. A principios de los años 50 quedó establecido que las unidades responsables de la herencia en los seres vivos eran simples moléculas químicas. Esta molécula, la hoy famosa doble hélice, es el ADN. Cuando antes de identificarla correctamente se propuso, en experimentos que se iniciaron en el año 1928 y que terminaron en 1944, que era la molécula de la herencia, la novedad fue fríamente recibida, pues se suponía que debía de ser una proteína la molécula encargada de pasar las características de padres a hijos.

Una molécula muy simple, en verdad; con azúcar, fósforo y cuatro estructuras de nitrógeno, pero con la que en abril de 1953 los jóvenes Watson y Crick asombraron al mundo al publicar en un reporte de una sola página en la revista inglesa Nature que presentaba la estructura ideal para poder autoreplicarse y por ende pasar de una célula madre a una hija sin variar.

A principios de los 60 apareció el siguiente gran asombro científico al especificarse que un gen es una unidad, un pedazo de ADN, que tiene la información para hacer, o sintetizar como dicen los químicos, una proteína. Además aprendimos que el ADN es la misma estructura en todos los seres vivos, lo que habla en apoyo de la evolución de la vida en el planeta.

La palabra clon proviene del griego y significa retoño, con lo que se reconoce que si sembramos una estaca de una planta y ésta crece, la nueva planta obtenida es un clon de la anterior, y hoy día esto significa que sus ADN son idénticos. En la naturaleza obtenemos clones cuando nacen gemelos idénticos, pues su ADN no presenta variación ni diferencia.

En biotecnología primero se empezó intentando clonar genes. Esto es, aislar pedazos de ADN con función conocida o por estudiarse y tratar de reproducir o replicar esas moléculas. Esto se logró en 1975 cuando se introdujeron genes humanos en unas estructuras de bacterias llamadas plásmidos y luego, al reproducirse las bacterias reproducían los genes, o sea, el pedazo de ADN que interesaba. Otra forma es el introducir el ADN que interesa dentro de un virus y hacer que este virus entre a una célula humana o a una bacteria y ahí se reproduzca, en realidad se está reproduciendo el gen o pedazo de ADN de interés.

Pero el problema aparecía cuando se trataba de introducir un gen en una célula de un mamífero adulto para que allí realizara normalmente su función, que es, como ya dijimos, sintetizar una proteína. Se han desarrollado dos técnicas básicas, la electroincorporación, donde pulsos eléctricos cortos causan huecos temporales en las membranas celulares, y a través de inyecciones directas con agujas microscópicas.

Entonces aparecieron los científicos escoceses con su atrevido experimento. En Escocia las ovejas son la principal fuente de vida en amplias regiones. Por supuesto, en un instituto privado de investigación de ovejas la reproducción animal es un tópico de primer orden, tanto para conocimientos básicos como por su importancia aplicada.

Los científicos del Instituto Roslin tomaron de una célula somática, esto es, de una célula corporal, del área mamaria, todo su material genético, es decir su núcleo. Este núcleo lo colocaron entonces por electroincorporación en un óvulo al cual le habían extirpado su propio núcleo, utilizándolo sólo como vehículo, y este óvulo empezó a crecer y a formar células y fue depositado en el útero de otra oveja, para que siguiera su desarrollo de desarrollo normal, algo ya conocido con anterioridad y que es lo que llamamos madres sustitutas.

¿Y por qué en un óvulo? El óvulo es la célula de mayor tamaño que tiene un vertebrado, sólo tiene la mitad del número de cromosomas de la especie y no está en realidad formado, pues necesita del espermatozoide, miles de veces más pequeño para terminar de formar su propio material genético. Al sacar del óvulo su núcleo y sustituirlo por un núcleo ya completo, con el número total de genes necesarios, esta célula se activa, sus alimentos almacenados- de ahí su gran tamaño- sirven de sostén a las necesidades metabólicas del embrión en formación por las primeras horas y hasta días y luego se implanta en una placenta para que se desarrolle.

Así nació Dolly, con los mismos cromosomas de su madre, idéntica a ella en todas las proteínas y enzimas que formará y en su vida muchas preguntas serán respondidas.

El impacto en la sociedad ha sido grande, quizás demasiado. Las coyunturas de qué algo similar se realice en humanos son claras y se ha dicho que hay clones humanos en desarrollo. Las posibilidades de que una mujer que no pueda dar a la luz vida de otra manera pueda hacerlo clonando una hija de su propio cuerpo son bienvenidas por muchos científicos y muchas mujeres en dicha condición.

A mi entender se ha abierto una puerta más de libertad para los humanos, pues se ha sustituido un cordero misterioso y legendario por la oveja de la ciencia y el laboratorio, que choca ya con viejas ideologías, mitos y creencias acerca de la formación del ser humano. Claro, como toda nueva tecnología su uso debe discutirse y sus implicaciones éticas también. Se aclararán las discusiones de naturaleza vs. ambiente que por años han plagado la comprensión de la individualidad del humano como organismo y de sus referentes como especie.

Las demandas políticas de impedir la continuación de estos estudios tanto en animales como en humanos no son más que la defensa de un estatus quo ideológico que no se podrá mantener, porque potencian una grave amenaza, pues sólo si todos sabemos cómo van estas técnicas y es abierta la información y su uso, podrán controlarse marginalidades no deseadas. Prohibir sólo ha significado en toda la historia de la humanidad que unos cuantos van a saber y otros, los más, seremos usados para los resultados. No la prohibición, sino la apertura, podrá lograr de este nuevo descubrimiento lo mejor para toda la humanidad. Es que el verdadero problema no es que se haga, es que ya sabemos cómo hacerlo. Puede ser, por fin, el real inicio del final del cordero de Dios y el comienzo de la oveja del hombre.