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Sunday, August 14, 2016

40 AñOS DE “EL GEN EGOISTA”

J.R.Albaine Pons


 Acento.com.do, Agosto 15 del 2016


En su nuevo libro “Vida” (Life, 2016, Harper Collins, N.Y.), quinto libro de la serie “The Best of Edge”, su editor John Brockman, creador de Edge.org (organización considerada por el escritor Ian McEwan “un contínuo y emocionante coloquio”), presenta 18 ensayos de los principales pensadores actuales sobre lo vivo en nuestro planeta; el primer ensayo es de Richard  Dawkins y se titula “evolucionaridad”.
Y tenía que ser Richard Dawkins el primero.
Dawkins, inglés, zoólogo evolucionista, especialista en Etología ( el estudio del comportamiento animal) y, considerado el primer divulgador científico del mundo, votado por la revista inglesa Prospect como el primer intelectual público del mundo en una encuesta entre diez mil lectores de 100 países distintos en el 2013, ha dejado su huella magisterial desde hace ya un buen tiempo.
Y es que en 1976, hace ahora 40 años, se publicó “El Gen Egoísta” de la autoría de un joven Richard Dawkins, entonces profesor de Oxford. Aunque hoy día su autor no considera “El Gen Egoísta” su principal obra, por considerar que ha realizado mayores aportes teóricos en otros trabajos, no puede, aunque así quisiera, escapar del campo intelectual que creó y donde se iniciaron y aún se inspiran aquellos que investigan científicamente los profundos fenómenos de lo que significa estar vivo hoy.
El gen, un pedazo de ADN, siempre busca sobrevivir. Cada gen de cada célula busca pasar a la siguiente generación y hace su función en unión de otros genes para construir un vehículo (organismo, individuo) que garantice su paso al futuro.
¿Y si son los genes de los gametos?  Igual, ¡solo quieren que en la siguiente generación, y en la siguiente y en la siguiente, estar!!!
Claro, un gen no piensa. Es una parte de una molécula, ni muy grande ni muy complicada, que se copia a sí misma. Lo de egoísta es una metáfora, para decir que así es como funcionan y así mantienen estable a las especies. Hasta que el individuo no pueda vivir por un cambio en el ambiente. Pero, por la variabilidad, algunos vehículos tendrán ciertos genes que entonces serán importantes y esos sobrevivirán y se reproducirán, con la posibilidad de convertirse en nuevas especies.
En su introducción al texto de 1976, señala el autor: “soy un etólogo, y este libro trata del comportamiento de los animales”. Solo con decir que John Mynard Smith, Desmond Morris ( quien dibujó su portada) y Robert Trivers fueron de entre las dos decenas de especialistas que revisaron el texto, nos muestra que las ideas del mismo, si bien magistralmente expuestas por Dawkins, no eran ciencia-ficción, sino la amplia base teórica sobre la que avanzó la biología y la genética molecular en el último tercio del siglo XX y hasta hoy día.
En realidad Dawkins creó una metáfora para explicar lo que el neo-darwinismo ya explicaba, aunque lo hacía en secas revistas científicas y con un alto contenido matemático.
El texto inicia así: “La vida inteligente sobre un planeta alcanza su mayoría de edad cuando resuelve el problema de su propia existencia. Si alguna vez visitan la Tierra criaturas superiores procedentes del espacio, la primera pregunta que formularán, con el fin de valorar el nivel de nuestra civilización, será: -¿Han descubierto ya la evolución?- ”.
El mismo autor lo escribe. Su propósito es examinar la biología del egoísmo y del altruismo, y de cómo el egoísmo de un gen o de un grupo de genes por sobrevivir y pasar a la descendencia resulta en un altruismo o vida comunitaria que facilita que dichos genes continúen existiendo y actuando. ¡Este libro es una defensa del altruismo! Y su posible explicación biológica.
El texto se hace explícito: “No estoy defendiendo una moralidad basada en la evolución, estoy diciendo como evolucionaron las cosas”, aunque ya hoy día muchos estudiosos de la evolución incluyen la moralidad – o lo moral- como un comportamiento que también evoluciona y se origina en nuestra propia evolución a humanos.
También señala que “la supervivencia del más apto” de Darwin es un caso especial de una ley más general relativa a la supervivencia de lo estable. Llama al ADN el replicador y a los individuos “máquinas de supervivencia”. Y se consideran y discuten las interacciones paternales y maternales, sexuales y agresivas entre individuos de la misma especie, desde, claro está, la óptica de los genes. Presenta la idea de los memes para la transmisión cultural y discute con brillantez el “dilema del prisionero” y su uso por Robert Axelrod y W.D. Hamilton y lo muestra como explicación a la cooperación contra el antagonismo y como sólo la cooperación es estable.
Un libro de hace cuarenta años que ya en los 90 del pasado siglo era parte de los libros de texto de evolución, genética, biología molecular y general y creó la cultura que luego trajo a Dolly, la ovejita, el primer mamífero clonado ( y sus “clones hermanas”, que aún viven), el genoma de muchos organismos , incluyendo el humano, los organismos transgénicos, y hoy día los trabajos con la enzima CRISP-Cas9, que permite cortar ADN casi en cualquier célula, donde se quiera y así eliminar genes e introducir otros con gran rapidez y precisión dentro de individuos de una especie. Uno de los logros del pasado año 2015 con esta enzima fue la producción de mosquitos cuya descendencia sería infértil para combatir al Dengue, Chicunguya y Zika.
En muchas conferencias y en su autobiografía en dos tomos (2014 y 2015) Dawkins nos recuerda los muchos títulos que se barajaron para ésta su primera obra y él no parece aún conforme de que escogieron el apropiado para un libro que intenta explicar la colaboración y el altruismo.
Son muchos, los que solamente por el título, y claro sin haber leído el libro, condenan moralmente (ya que intelectualmente no pueden) el Darwinismo, sin reconocer la evolución como una ley de la naturaleza y por nuestros lares hasta he leído que hablar de evolución y de darwinismo es algo que hace compañía a lo peor que pudiera hacer o pensar un humano. Toda una pena nuestra educación y cultura. Lo curioso es que muchos de los que así opinan usan sin pensarlo siquiera el término dialéctica como si fuese de verdad una ley de la realidad y no una idea de la confundida, y como dice Isaiah Berlin –teológica y oscura mente- de G.W.F. Hegel, uno de los mayores enemigos de la libertad humana.
Puede ser que la palabra “dialéctica” se haya convertido hoy en lugar común- un meme, según R.Dawkins- y que aunque no tenga un solo dato empírico que la avale, escritores tan perspicaces como nuestro Vargas Llosa señale en uno de sus últimos artículos  que Perú ha dado un “salto dialéctico” en su desarrollo, refiriéndose a sus últimas elecciones. Quizás pudiéramos decir que la República Dominicana ha dado un “salto cuántico” en sus últimas elecciones, por lo menos estaríamos hablando una lengua del siglo XXI con palabras que si tienen algo de base empírica, aunque para muchos, “salto cuántico”, algo comprendido por muy pocos, sea otra metáfora que eventualmente será un buen meme.
Los científicos son optimistas, pero también son realistas. Carl Sagan subtituló su obra principal (1995) “La Ciencia como una Luz de Vela en la Oscuridad” (Science as a candle in the dark) y Dawkins así titula el segundo tomo de su autobiografía “Leve Luz de Vela en la Oscuridad” ( Brief Candle in the Dark). El modelo ha sido muy usado, pues la gran mayoría de la humanidad sigue viviendo bajo el oscurantismo y las mitologías. Estudiamos conceptos y leyes en la escuela y universidades, pero nos negamos a ver sus consecuencias, aunque si usamos sus derivados tecnológicos. El apagón, que aquí vivimos como algo real, con los continuos fallos de energía eléctrica, no queremos verlo en nuestras ideas y tradiciones.
Es que como dice Moisés Naim, el problema no es los que no saben leer ni escribir, el problema es los que no leen y nunca dejan de escribir.
El Gen Egoísta cumple ya 40 años y es un clásico, lectura obligada de especialistas, estudiosos, eruditos y personas cultas. Nada mal, para un joven profesor de Oxford.
¡Feliz Cumpleaños!


 

Monday, April 18, 2016

AVES, MACHOS Y MITOCONDRIAS


J. R. Albaine Pons 


Acento.com.do, 18 de abril 2016.


Uno de los reconocidos dolores de cabeza de Charles Darwin (1809-1882), ese inmenso pensador que nos colocó de lleno en la naturaleza que nos rodea y asombra, fue la cola del pajuil o pavo real. 

¿Por qué esa cola tan larga, tan vistosa, tan pesada, tan cara –energeticamente hablando-, tan atractiva como señal para depredadores? 

Con su libro “El origen del hombre, y la selección en relación al sexo” de 1871, Darwin encontraba una respuesta: “no es una lucha por la existencia, sino una lucha entre machos por la posesión de las hembras”. 

Un reciente ensayo de A.Riley en la revista Aeon (abril 15, 2016) nos trae una nueva y más profunda visión del problema. 

A la pregunta de qué ven las hembras en los machos para elegirlos se ha respondido de distintas maneras: un padre más saludable para sus hijos, uno más fuerte y así con mayor facilidad para proveer; uno más simétrico, lo que se traduce en mejores genes; uno de piel más limpia y lustrosa, lo que señala mejor defensa de los parásitos y varias más por el estilo. 

Ahora Riley presenta la hipótesis de Geoff Hill (2013), un biólogo evolucionista de la Universidad de Alabama. Una hipótesis más abarcadora, simple, profunda y comprobable: las hembras prefieren machos con más energía. Con la suficiente energía para gastar en ornamentos, colores y brillo y lustre del cuerpo. 

Son las aves -recordemos, fue un pajuil que puso a pensar a Darwin por años- las que más se investigan respecto a estas ideas. Sus cantos -solo los machos cantan- y sus plumas y coloraciones son fácilmente medibles y así constituyen un material simple de studio. 

Pero hay que saber algunas cosas. Ya en artículos anteriores he comentado sobre las mitocondrias, esos organelos celulares productores de toda la energía en todos los seres vivos no bacterianos. Esas mitocondrias que se heredan únicamente por vía materna (todos tenemos las mitocondrias de nuestras madres y por eso los primos maternos son mas parientes que los otros primos) y que evolucionaron de una bacteria que evitando que el oxígeno las afectara al combinarlo con hidrógeno y producir agua, liberaban energía usada a su vez por aquella otra bacteria que se constituyó en su huésped, formándose así la primera célula primordial de donde provenimos todos. 

Esa célula evolucionó y su núcleo encerró aquel ADN que hoy forma a todos los hongos, plantas y animales. Todos tenemos esa herencia ancestral. Pero la mitocondria dentro de esta célula ancestral también evolucionó, su tasa de mutación es cinco veces mayor que la del núcleo, y al tener su ADN propio pasó mucho de éste al núcleo y hoy nos quedan a los humanos un ADN mitocondrial con solo 13 genes. Este es el ADN que utilizamos para la identificación de personas, por ser tan pequeño, y así, más manipulable. Pero quedó una relación entre el ADN mitocondrial y el ADN nuclear, ya que muchas de las proteínas que participan en la formación de las moléculas energéticas celulares y que funcionan en la mitocondria, son sintetizadas a partir de instrucciones nucleares. 

Una investigación reciente realizada en copépodos marinos, interesantes animalitos microscópicos familia de los cangrejos y camarones y un verdadero disfrute para los amantes de la microscopía, presentó un resultado inesperado.  

Copépodos (los organismos multicelulares más numerosos del planeta) de la misma especie, pero de distintas poblaciones, al ser apareados producen descendencia con múltiples complicaciones. Las mitocondrias de sus células ya han variado lo suficiente para no trabajar al unísono con sus núcleos. ¿Qué puede esto significar para los seres humanos? El ensayo citado no se atreve ni a mencionarlo, pero el resultado en los copépodos estudiados está ahí y es replicable. Y recordemos que son nuestras neuronas, nuestro cerebro, el mayor consumidor de oxígeno, luego el de mayor número de mitocondrias…¿serán afectados los cerebros de los descendientes de poblaciones humanas separadas por milenios si decidieran aparearse? ¿Ha pasado eso ya? 

Volvamos a las aves. Recordemos que en los humanos y el resto de los mamíferos el sexo viene dado por los cromosomas XY. La hembra es XX y el macho XY y el cromosoma Y es el más pequeño de todos. En aves (y mariposas) es distinto: Los machos son ZZ y las hembras ZW. O sea, el cromosoma Z viene del padre y puede que de la madre también, es el de mayor tamaño y contiene tres genes fundamentales para sintetizar proteínas que irán a las mitocondrias. En otras palabras, en aves la mayor cantidad de energía celular viene del padre, es herencia paterna. Y ya un estudio demostró que los organismos con sistema ZW son los más coloreados y ornamentales de toda la naturaleza. 

Así las cosas, las aves hembras seleccionan para padres de sus hijos a los machos de mayor producción de energía celular. Nos pone a pensar como selecciona la hembra de mamífero y la humana en particular. 

Y si el “acuerdo” entre la mitocondria y el núcleo para la producción de energía dentro de las células se rompe entre organismos de la misma especie, solo por estar segregados en poblaciones distintas, ¿será la tal llamada “globalización” en humanos un mito más creado por variados intereses y algo biológicamente imposible de alcanzar? ¿O somos los humanos diferentes en esos aspectos? Creo que en este siglo, y más pronto que tarde, se derrumbaran muchas barreras culturales y políticas que hemos creado para no estudiarnos a nosotros mismos. Parece que tememos que se caiga todo un andamiaje ideológico que nos ha movido por los últimos dos milenios. La necesidad de saber más, para vivir más y mejor, terminarán con esas barreras dogmáticas al conocimiento. Atreverse a saber, decía el viejo profesor Kant. 

Los nuevos saberes nos impondrán nuevas ideologías y nuevas formas de pensar, por supuesto que si, a menos que nuestra especie llegue a ser el primer ejemplo de un suicidio colectivo por ideas, aunque no quede quien, que sepamos por ahora, lo estudie. Estarán las aves, eso sí, aún cantando y con sus vivos colores, buscando desesperadamente sus parejas ¡y los copépodos!