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Sunday, January 31, 2021

COVID-19 Y NEANDERTALES

 Publicado en Acento.com.do, el 1ro de febrero de 2021

Supongo que muchas personas tienen una idea de lo que fue un neandertal. Un primo que tuvimos en nuestra evolución en Eurasia y que desapareció hace unos 40 mil años dejándonos, aparentemente, solo sus fósiles.

Recuerdo mi profesor de Introducción a la Antropología en la UASD, Plinio Pina, entusiasmado escribiendo en la pizarra todas las culturas que se asociaban a los neandertales en Europa: Alemania, Francia, Gibraltar, Bélgica y nosotros pensando: ¿y todos esos nombres hay que aprendérselos para el examen?

Se conocía poco sobre los neandertales en esa nuestra época de estudiantes. Se descubrieron en el valle de Neanther en Alemania en el 1856 y fue en el 1864 que se clasificó como un humano distinto y se nombró Homo neanderthalensis. Pronto se supo que otros fósiles que habían sido descubiertos en 1829 en Bélgica y en 1846 en Gibraltar también pertenecían a esa especie.

Hoy sabemos que los neandertales utilizaban el fuego, vivían en refugios y ocasionalmente construían objetos considerados simbólicos, que enterraban a sus muertos y algunos grupos los canibalizaban y muchas otras cosas más. Vivieron desde hace unos 400 mil años hasta desaparecer hace unos 40 mil, y preguntas acerca de por qué desaparecieron, y si se mezclaron con nosotros los Homo sapiens, han producido variadas hipótesis y conjeturas.

Lo antes dicho viene al caso al intentar comprender la actual pandemia que nos arropa a todos en el planeta.

El covid-19, enfermedad producida por el coronavirus de nuestros días, creo que merece poca introducción. Aunque es bueno recordar que el dengue, el zica, la chicungunya y el virus del Nilo son también coronavirus, y esos los hemos tenido por aquí hace varios años ya.

Ahora bien, sabemos que en el Covid-19 hay un 70% de las personas que presentan este virus que son asintomáticas, quizás con un par de estornudos un día o un dolor de cabeza una noche, y me parece que esos son los que más contribuyen a su rápida y explosiva circulación. Al no saber que lo tienen ni sentirse mal, no pueden pensar que están infectando a nadie.

Del restante 30% de los pacientes con el virus, una buena mayoría tiene un covid-19, digamos, ligero y un pequeño porcentaje lo presenta muy malo y llegan a ponerse graves y fallecen en su mayoría.

Ya sabemos lo que pasa de manera general, el cuerpo humano sostiene una defensa con sus mecanismos del sistema inmunológico y según esté el sistema tendremos un covid-19 asintomático, leve o muy malo. En el último caso ocurre porque el sistema se coloca en “overdrive”, sobreactúa, y termina atacando no solo al virus sino a órganos de nuestro propio cuerpo.

Para tener una idea, los glóbulos blancos de la sangre son parte importante de ese nuestro sistema inmunológico. Ahora mismo cada uno de nosotros tiene unos tres mil millones (3,000 millones) de células B (un tipo de las células o glóbulos blancos de la sangre) moviéndose en nuestro cuerpo y estas células B son las responsables de fabricar los llamados anticuerpos, moléculas que se pegan a la superficie de cualquier sustancia orgánica que penetre nuestro cuerpo. Cada anticuerpo se adhiere solo a un grupo pequeño y limitado de superficies, pero las células B producen unos 100 millones de anticuerpos distintos. Esta variabilidad es parte de nuestra herencia evolutiva y es determinada por nuestros genes.

Recordemos que fue en el año 2000, cuando un Bill Clinton, presidente de los EUA, orgulloso y acompañado de dos científicos, anunció al mundo que ya se conocía el Genoma Humano, esto es todos los genes que tenemos los seres humanos y que constituyen la información para que se produzca esa rareza de la naturaleza que es un Homo sapiens. Claro, no estaba completo el Genoma, nos faltaban datos y aún hoy nos faltan.

Mantengo en conversaciones con amigos que al virus Sars-cov-2, que produce el Covid -19, ya lo conocemos bien, que lo que no conocemos bien aún, es cómo somos y cómo funcionamos nosotros los humanos.

Para hacer corta la historia, tenemos unos 20,000 genes que sintetizan unas 16-18 mil proteínas, de las cuales apenas conocemos bien unas 6-7 mil. Entre estos genes están aquellos que funcionan en nuestro sistema inmunológico.

Ya los genetistas moleculares han identificado genes en nuestros cromosomas 3, 6 (3 grupos), 12, 19 (2 grupos) y 21 que participan del sistema inmunológico y cualquier falla o error en uno o varios de ellos nos lleva a un caso más fuerte del covid-19.

Pero no solo es el Genoma Humano; en el año 2010 el paleogenetista sueco Svante Päävo, trabajando en el laboratorio de Antropología Evolutiva del Instituto Max Planck, de Alemania (que hoy dirige) presentó el primer bosquejo del Genoma de nuestro primo el H. neanderthalensis y ganó reconocimiento mundial por ello y también el premio Princesa de Asturias en el 2019. No se detuvo ahí Päävo, sino que comenzó a buscar si teníamos nosotros genes neandertales, para probar si había ocurrido mezcla entre las dos especies y encontró que entre los euroasiáticos de hoy hay entre un 2.5 y un 6% de genes neandertales. Con mayor incidencia en el sur de Europa y en el sureste asiático.

(ver mapa)

 


Mapa de las poblaciones con ADN neandertal en el mundo. Zeber y Paavo, diciembre 2020.

Ahora, con el Covid-19, Päavo ha descubierto en personas enfermas en Inglaterra que los pacientes con el Covid más malo y hasta de muerte, son aquellos que presentan ADN neandertal, en especial en el cromosoma 2, en comparación con pacientes controles. El mapa que vemos arriba, fue presentado en ese artículo de diciembre del 2020 en bioRxiv. En este gen neandertal está la información para que el virus pueda penetrar células de otra forma que con su ya conocida corona.

Notemos en el mapa, que Africa no tiene genes neandertales y que en el Gran Caribe ¡solo en República Dominicana aparecen!, hasta ahora. Y parece que muy pocos en Trinidad-Tobago, con mucha migración de la India y sudeste asiático.

En un trabajo publicado en el 2019 en nuestra Academia de Historia, con el Dr. Robert Paulino como primer autor y varios colaboradores más, presentando el origen genómico de personas de varios pueblos y zonas del país ( el trabajo no dice si estas zonas muestrales fueron seleccionadas al azar o señaladas por hechos históricos y aparenta que su interés estaba en buscar genes de nuestros aborígenes en poblaciones actuales) y realizado por un consorcio de dos universidades, dominicana y  estadounidense, entre otros e historiadores dominicanos y que fue presentado a la prensa por Bernardo Vega en el 2016, antes de su publicación formal, se señala la frecuencia de un 0.5% de genes neandertales.

Si en nuestra población el 0.5% de ella presenta genes neandertales, personas que tienen ascendencia europea o indígena (recordemos que en Africa no hay genes neandertales), eso puede indicar que tenemos alrededor de 50,000 personas en riesgo de adquirir un Covid-19 grave y una alta tasa de mortalidad consecuente. Creo que estos estudios son algo a tener en cuenta cuando hablamos de la pandemia o de su control, aquí en nuestro país.

En su artículo el mismo Päävo y su coautor Hugo Zeber señalan que sus datos refuerzan la hipótesis de que una infección viral extinguió a los neandertales y con esa oración cierran el artículo. Me parece que nos están diciendo que hay que investigar más a los virus y al ser humano, con más intensidad, más dinero y más atención de parte de todos los gobiernos y sociedades, pues ahí puede estar nuestra futura extinción también.

Sunday, January 17, 2021

SOBRE VIVO COSO

 Publicado por Acento.com.do, enero 18 del 2021.

Cuando Doña Antonia Fontanilla pegaba un botón a mi camisa, que había caído jugando a 10 con mis hermanos en el patio de mi abuela, repetía una y otra vez, como un mantra, con cada punzada de la  aguja con  su mano diestra, muy blanca, de venas muy azules, casi como el azul de sus ojos, “sobre vivo coso, sobre vivo coso, sobre vivo coso”.

Un día cualquiera que solicité de nuevo sus servicios para otro botón, salido de cuajo al sujetarme uno de mis hermanos por la camisa, en nuestros juegos, y yo seguir corriendo, volvió ella a repetir en cada paso de la aguja primero por el ojal y luego por uno de los agujeros del botón, “sobre vivo coso” y esa vez mi curiosidad no resistió.

“¿Antonia y por qué me dices eso?”, le dije en el instante que mi abuela pasaba por detrás de mí, en una de sus muchas vueltas por la casa, y vi los ojazos de Antonia ver a mi abuela y me pareció que ésta negaba con la cabeza. “Son cosas del campo, mi niño, cosas de mi campo” me respondió con su voz que aún recuerdo como muy dulce.

Mi abuelo, que leía el periódico en su mecedora de siempre, un poco mas allá, sin quitar la vista del periódico dijo “es que ella cosía muertos en el campo”, sonriendo y mirando el periódico, pero mi abuela respondió, casi glacial “José no le metas miedo a los muchachos”.

A la subida del Monumento en Santiago se encuentra una pequeña calle, de tierra aún en esos tiempos, con algo muy característico en su final, tres cruces, de buen tamaño, aunque distintas cada una y en cemento, pintadas de blanco en esa época y verlas me producía escalofríos y las evitaba siempre que andaba por esa zona.

Una tarde bajando del Monumento, después de jugar pelota y sin darme cuenta, tomé el camino de las Tres Cruces y mi asombro no tuvo límites. La casita de la esquina de la corta calle y de lado frente a las tres cruces era donde vivía Doña Antonia Fontanilla. Era un sábado de verano, por la tardecita y Doña Antonia y su hija Luisa, con unos ojos verde mango casi al madurar, que contrastaban con su negrísimo pelo cortado como paje, estaban sentadas en el pequeño jardín de la casita tomando el fresco en sillones de palitos blancos, como las cruces; siempre corría una brisita hacia el pueblo de ese lado del Monumento.

“¿Muchacho y tú por aquí?”. Si, es que estaba jugando pelota del otro lado del Monumento. “Ah, pues ven y siéntate, descansa un poco”. Luisa sacó otro sillón de palitos blancos y me dijo que me sentara que me traería de una limonada que recién había preparado.

Y por supuesto, me senté. Pero con mala suerte, pues quedaba de frente a las tres cruces que se veían de perfil.

¿Antonia, y esas cruces? “pues mira, cuando me mudé aquí, ya estaban. Me dijeron que una señora, beata ella y muy rezadora las puso de cemento, que antes eran de madera, para que algunos muertos descansen en paz”. Ahí mismo sentí grima. “Dicen que en los tiempos de los generales ahí fusilaron a mucha gente”, siguió contando Luisa, pasándome el vaso de limonada, que a pesar de que siempre me quedaba viendo sus ojos tan verdes, acepté la limonada sin dejar de ver a las cruces; la sensación de frio en mi mano, de la limonada con hielo, aumentó mi sensación grimosa.

Ah, dije entonces, tratando de aparentar una tranquilidad que no tenía, por eso es que tú siempre dices “sobre vivo coso” cuando me pegas un botón de la camisa y la llevo puesta.

Doña Antonia sonrió dulcemente. “Mira”, me dijo, “yo aprendí a pegar botones y a coser ropa porque desde joven una vez me pusieron a coser haitianos allá en mi campo,

cerca de Dajabón, muchos haitianos que habían matado con palos y machetes. No querían enterrarlos con las heridas abiertas, en especial el pecho y la barriga, pues su alma se quedaría suelta y buscaría a sus asesinos para darles mala suerte. De ahí en adelante aprendí a seguir cosiendo muertos y todo tipo de ropa.”

Ahh, contesté yo, atragantándome con la fría limonada. Dajabón, por la frontera, ¿verdad?

“en la mismita frontera” fue su respuesta con su voz dulce, pero con algo que parecía una sombra en sus ojos azul pálido.

Me pasaron la mano por la cabeza, Luisa me dio un abrazo, di las gracias por la limonada y seguí hacia mi casa, que ya estaba anocheciendo. Caminaba rápido, no quería llegar oscuro. Las tres cruces, haitianos muertos con las barrigas abiertas y el recuerdo de “sobre vivo coso” eran demasiadas cosas para mi joven mente, la cual aunque siempre curiosa, no dejaba de asustarse de supersticiones, muertos y cruces.