Neuro, hoy día, no es solo un
cliché o un meme exitoso. Es una palabra que compite con las “bendiciones” que parecen haber sustituido los
buenos días, buenas noches, hasta luego, buen viaje y adiós (esta última sería casi un sinónimo, ¿no?). Palabras en boga que nos asaltan
por los cuatro costados de la rosa de los vientos.
Y es curioso. Una de estas palabras indica fanatismo
religioso y la otra su gran opuesto, la ciencia de aparente punta en nuestra
hoy civilización casi ilustrada.
En nuestro medio solo nos falta el Partido Neurodemocrático
Dominicano. ¡Todo es neuro!
Hasta neuroestética leí hace poco.
Ya la neuropolítica, neuroeducación, neurorecuperación,
neuropublicidad y hasta neurocelos son tan comunes que se escuchan hasta en
cualquier colmadón de barrio vulnerable de algunas de
nuestras supuestas neurometrópolis.
Se pudiera así pensar que nuestros cerebros, y cualquier
cerebro, es un órgano tan conocido y comprendido que ya sus múltiples
complejidades son parte de una IA que muchos neuroilusos apuestan a que piensa.
Pero resulta que la realidad al respecto no pasa de un
invento social, propagandístico y periodístico que ofrece (igual que las
bendiciones) una apariencia de conocedor (y buen cristiano) de algo que aún nadie entiende.
Y no es solo un problema del complejísimo cerebro humano, no
sabemos siquiera como funciona el cerebro de un mosquito, ni siquiera el de un
mime, esa “mosca de la fruta” (tan, pero tan estudiada por las neurociencias)
que revolotea alrededor de nuestros guineos y mangos.
Miren un ejemplo: los crustáceos (cangrejos, camarones,
langostas) tienen un sistema digestivo con un ganglio (conjunto de neuronas o
células nerviosas) motor que hace mover parte de sus estómagos para triturar
sus alimentos. Un grupo, muy distinguido, de científicos llevan unos 12 años estudiando cómo funciona ese ganglio y como da
instrucciones precisas a la musculatura estomacal sobre la cantidad de presión
o fuerza que debe usar para distintos alimentos. ¡Ya hasta ellos mismos se ríen
cuando van a congresos profesionales de neurociencias a decir que cada vez
entienden menos ese ganglio!
Pero bien, ya en esta tercera década de nuestro casi nuevo
siglo es mucho lo que sabemos
de como funcionan las diversas células, hormonas, sustancias
químicas de esa asombrosa área especial de nuestros cuerpos que tan celosamente
guardamos en nuestras cabezas. Si, sabemos mucho, mucho mas que hace cincuenta
o cien años y aun así nada entendemos.
Recientemente leí en un periódico local importante un
escrito sobre neurociencias y justicia, pero solo se enfocó en los aspectos de
los detenidos o internos (como se usa ahora). Olvidó, o no tuvo espacio, para
comentar los muchos estudios e investigaciones sobre los jueces, fiscales,
abogados muy interesantes que se han publicado. Por ejemplo, estudios que
señalan que un Sr. Juez que no ha almorzado pronuncia sentencias mas severas
que uno que haya comido y reposado su digestión y cuando lei de esos estudios
solo pensé en esos juicios maratónicos que hacemos aquí y que a veces hasta de
madrugada terminan.
Es verdad que lo que la humanidad pensó por siglos sobre
nuestros cerebros ya ha sido ampliamente superado y que hoy sabemos y
entendemos muchísimas mas cosas sobre su funcionamiento, aunque aún sigamos diciendo te quiero con todo mi corazón.
Ojalá lo neuro siga de moda, de buena moda y sepamos mas y
mas cosas de esa maravilla de la naturaleza, nuestros cerebros, que, aunque los
ecologistas no lo defienden es más importante (y mucho mas complicado) que todo
lo que nos rodea, ya que su principal función es mantenernos vivos, a nosotros,
en hoy nuestro muy complicado entorno.