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Thursday, September 15, 2011

CORTAR LAS MANOS

Acento.com.do, 15 de septiembre del 2001.

Y la mano hizo al hombre…..pudiera decir cualquier libro filosófico popular de cualquier época.  Cortar las manos es destruir a una persona, es llevarlo a nivel de un invertebrado por debajo de los pulpos; pero es que muchos individuos, en muchas épocas y sociedades utilizan sus manos para abusar y vivir de los demás de una manera no aceptada en ninguna civilización o grupo social conocido: para tomar lo ajeno.

Y así el grito de “cortar las manos”, o “mochar las manos” como han escrito algunos de nuestros más conspicuos literatos, lo encontramos desde el Corán hasta la campaña política actual. Es que el ladrón es una figura que a pesar de Rafles y Alí Babá, disgusta visceralmente. Pocos individuos se jactan de ser ladrones, ni siquiera buenos ladrones. Las cárceles están llenas de personas que dicen ¡no era yo!

Y no es solo una expresión de campaña política. Recientemente en Irán los grupos de derechos humanos han expresado preocupación por la realización del Hadd como castigo legal: le fueron cortadas las manos a seis ladrones, pero y siguiendo la ley, que ya tenían más de cien casos de robos reportados para cada uno. Drástico el caso y de reminiscencias medievales para el pensar occidental pero real y quizás efectivo en más de un tipo de sociedad.

Cuando el estudio de la anatomía de las extremidades superiores se desarrolló de una manera sistemática, el asombro de Sir Richard Owens, el gran científico inglés del siglo XIX, quien propuso el nombre de dinosaurios a unos fósiles extraños que estaban apareciendo, fue que en todos los mamíferos y en las aves, reptiles y anfibios el patrón óseo de las extremidades era idéntico. Un brazo era un hueso largo, seguido de otros dos huesos largos, un grupo de huesos pequeños y las falanges de los dedos. Desde el brazo de un humano, el de un gorila (que él también fue el primero en estudiar), un murciélago o un pollo. Mostraba así el plan divino de un creador que utilizaba un mismo patrón exitoso en su distribución de distintas formas a la vida.

Para la misma época, otro inglés proponía una explicación alternativa y más viable por ser posible de probar o descalificar empíricamente. Charles Darwin proponía que los huesos eran los mismos porque todos esos animales tenían un ancestro común. Fue Owen, genial, elitista y tramposo, creador del Museo Británico de Historia Natural tal como lo conocemos hoy, uno de los principales opositores a Darwin y a la idea de la evolución, pero ya eso es otra historia.

El dato que aún puede demostrar cualquier profesor de básica es que la estructura ósea de un brazo de un vertebrado terrestre es la misma, no importa que vertebrado sea.

Y quedó en el aire la pregunta…sí, tenemos un antepasado común, pero ¿dónde está? Los peces, dueños del mar fueron los que invadieron el ambiente terrestre, pero una aleta de un pez no presenta los huesos de una extremidad anterior de un vertebrado terrestre o secundariamente acuático, como las focas y las ballenas y manatíes.

Recientemente ha sido respondida la pregunta. Neil Shubin, de la Universidad de Chicago, con su laboratorio mitad de fósiles, mitad de ADN, nos hace la historia en su libro Your Inner Fish, (Su pez interior) con el subtitulo de Un viaje hacia la historia de 3.5 billones de años del cuerpo humano, Random House, 2008.

Que los animales terrestres veníamos del mar ya había mucha sospecha. El descubrimiento de peces pulmonados, que respiran aire, fue un buen indicio, pero para nuestras manos fue el análisis de fósiles de un pez llamado Acanthostega el que reveló el crucial paso. Con huesos como un terrestre, un hueso, dos huesos, huesecillos y falanges mostró el paso inicial hacia nuestras manos. Pero la extremidad era una aleta, no un ala, ni una pata, ni un brazo; se veía así que la aparición de dicho patrón de huesos no era preparando un futuro para poder eventual y evolutivamente apropiarse lo ajeno, sino simplemente para nadar.

Otro fósil, y este descubierto por el propio Subin, el Tiktaalik (nombrado así por una palabra de los nativos del ártico canadiense donde fue descubierto) es un pez de hace 375 millones de años, que ya presenta una muñeca que puede girar, rotar (curiosamente el signo que, unido al cerrar ordenadamente los dedos, hacemos con nuestra mano para personificar a un ladrón).

Fue en embriones de pollos, en huevos empollados, donde se inició en los años 50-60 del pasado siglo el estudio del desarrollo de los patrones de formación de nuestros esqueletos. Se descubrió, luego de delicados experimentos en embriones dentro de sus huevos, que una pequeña zona del botón de lo que sería la futura ala era lo fundamental en la formación completa y normal de la extremidad. Al llegar la era de la genética estaba claro que ese era el punto para buscar a los genes responsables.

En los años 80 del siglo pasado se descubrió al grupo de genes que se activaban y desactivaban para formar cada parte del cuerpo de una mosca de la fruta, la famosa drosófila de los genetistas y mimes para nosotros los demás mortales. Un grupo particular de estos genes llamados hedgehog (erizo) -por el parecido de ciertas cerdas o pelos duros en algunas moscas con un erizo (pequeño mamífero como un ratón, con la piel con filosas puas o espinas)- era el que hacia distintas las áreas de cada segmento del cuerpo de las moscas. Se inició la búsqueda de esta secuencia de genes –hedgehog- en otros animales de laboratorio. En 1993 el grupo de Shubin descubre el gen en pollos –llamándole Sonic Hedgehog (en honor a un juego de computadora famoso en ese momento) y demuestran su papel en la formación del ala y todos sus huesos. Pronto se reconfirma que este mismo gen dirige la formación de extremidades en otros vertebrados.

El punto fulminante viene cuando ya en el 2007 se comprueba que también en tiburones y rayas, recordemos peces  con un “esqueleto” de cartílago, y por ende una clase de peces aparte y distinta de los demás “peces óseos”, el sonic hedgehog (en experimentos usando genes de ratones) es también el responsable de la formación de la aleta y de los bastones de cartílago internos que le dan soporte. Un mismo grupo de genes responsable de un mismo tipo de estructura en todos los vertebrados. La naturaleza es económica y constante con lo que funciona.

Económicos, imitando la naturaleza, también son nuestros rateros, asaltantes, ladrones de cuello blanco y políticos corruptos y quienes les apoyan, les liberan si son capturados y logran beneficios con sus fechorías, pues no trabajan, se apropian de lo ajeno. Con sus famosos y repetidos borrones y cuentas nuevas y con sus cortes de mano que nunca llegan a mochar nada. Ojala que constantes en nuestra vida no lleguen nunca a ser. Las manos del heredero de Homo faber merecen, con una historia y evolución tan maravillosa y trabajosamente conocida, otras cosas de que ocuparse.

Fukuyama, again

Acento.com.do, 8 de septiembre del 2011.

En artículo en El País, de España, Yaani Sánchez, periodista cubana y autora del blog Generation Y, relata como en la Cuba de hoy pronunciar, en voz baja, como familiar el apellido de un Comandante de la Sierra o de un Jefe Histórico, abre puertas y logra salvoconductos y diversas minucias casi imposibles de alcanzar para su supervivencia al ciudadano de a pie.

Me quedé pensando tras la lectura arriba citada en el dictador libio y sus hijos; en el de Siria y Korea del Norte, que heredaron sus países como repúblicas y no monarquías y en los hijos de los trujillistas que Balaguer siempre usó como sus funcionarios preferidos y en los ejemplos actuales de un partido en el poder que a veces más bien parece un clan familiar (no que haya sido el único en nuestra historia reciente).

Y es que el nepotismo, el empleo de un familiar de los que detentan el poder en cargos públicos o situaciones relacionadas con el quehacer gubernamental, es un fenómeno transcultural contra el que ha luchado la humanidad en todo su andar. No simplemente porque es una desconsideración a todo el resto de la sociedad, sino porque siempre, siempre, siempre termina en incompetencia generalizada y en corrupción.

Y todo el tiempo me he preguntado y he preguntado a otros ¿cuándo fue que nos dañamos?, ¿por qué jóvenes idealistas y hasta revolucionarios (no simplemente en el criterio marxista del término) terminan, una vez en el poder, como los hijos y los escondidos sobrevivientes de los dictadorzuelos que nos han arropado siempre?

Bueno, Francis Fukuyama, profesor de Stanford, y quien fue el único que predijo la caída del mundo comunista en un artículo ya clásico en 1989 y que después llevó a libro, El Fin de la Historia, donde interpretando a Hegel dice que la Historia del mundo no es otra cosa que el progreso de la consciencia de la libertad, vuelve de nuevo.

Recuerdo varios artículos de opinión de la época en nuestra prensa sobre las ideas de Fukuyama, algunos “demostrando” lo equivocado que estaba. Pero al fin, el Muro, que no era de acero nada, se derrumbó.

Fukuyama nos trae un nuevo libro: The Origins of Political Order ( El Origen del Orden Político, N.Y.,2011), desde tiempos pre-humanos hasta la Revolución Francesa, aunque comenta hasta el fenómeno argentino del 2001; y mucho nos aclara sobre el nepotismo.

Partiendo de premisas evolutivas, porque como señala, no hay otra teoría bien fundamentada, nos muestra entre otras cosas, por qué no hay democracia en China y sí en la India, como la Iglesia Católica destruyendo los clanes familiares, para evitar que las herencias se quedaran en los grupos y obtener así ventajas económicas, cambió las relaciones de propiedad de Europa Occidental, lo que fue la base del desarrollo de las libertades individuales y el desarrollo en esa parte del mundo y de como España traspasó sus anticuadas formas de gobierno y de gravamen (Francia las hizo desaparecer con su Revolución Francesa) a América Latina; que al independizarse no realizó una revolución, sino que dejó intactos los modos y formas de gobierno peninsular. Solo Haití, pienso yo, realizó una revolución, pero para volver de nuevo a estructuras tribales de dominación.

La nueva obra de Fukuyama será lectura obligatoria (esperemos las traducciones) y sería una pena que los contendientes políticos actuales nuestros no tengan asistentes o personal que la esté leyendo ya.

Fukuyama señala que los humanos siempre hemos sido animales sociales, ni aislados anarquistas como dice Hobbes, ni “pacíficos ignorantes unos de los otros” como dice Rousseau. Y agrega, tomándolo de las teorías evolucionistas contemporáneas: “la sociabilidad humana natural está  construida sobre dos principios, la selección familiar y el altruismo recíproco”. En el primero los individuos son altruistas con los que tienen sus propios genes, en proporción aproximada al % de genes que comparten. En el segundo caso,  se plantea que las relaciones entre no familiares se desarrollan para beneficio o daño mutuo a largo plazo, dependiendo de la experiencia adquirida en interacciones pasadas (la ya clásica estrategia evolutiva estable, probada en los estudios del dilema del prisionero o “tit for tat” del teórico evolucionista W.D. Hamilton). El patrimonialismo político está así basado en uno de estos dos principios de la evolución de lo social.

Y la evolución del aparato del poder cuando los humanos llegamos a millones hizo que el orden del poder y su administración, constreñidos por lo que nos era natural, buscara salidas que garantizaran supervivencia y continuidad. Y Fukuyama nos muestra como ocurrió.

Parece increíble, pero ya los chinos, hace miles de años, establecieron una burocracia meritocrática de alto grado de funcionabilidad. Claro, el experimento duró poco, pero resurgió en Europa luego de la Revolución Francesa.

América Latina heredó de España una burocracia patrimonialista, infuncional y parasitaria y nuestros partidos políticos continúan la tradición. Como dice Fukuyama, ante la aparición en el siglo XX de gremios, intelectuales urbanos y grupos económicos con nexos internacionales, que todos propugnaban por un cambio, el estado latinoamericano simplemente los compró por migajas y los cooptó, y no varió su política.

Un texto para ser leído, estudiado y pensado. Aunque hoy dijo Sara que en un partido político en el poder los viejos ya no leen ni los jóvenes tampoco.

Nuestro problema entonces, siguiendo al autor citado, no son los seiscientos mil empleados públicos, sino que esos empleados públicos son nombrados, mantenidos y pagados por su cercanía genética o de grupo con el poder y su incompetencia e ineficacia solo se compara con su habilidad para individualmente buscar su mejoría económica, generalmente ilusoria, a costa de y ante los demás miembros de la sociedad.

Vamos a esperar por la lectura generalizada del nuevo e inmenso trabajo de Fukuyama (585 páginas), por las críticas que le lloverán desde nuestra media isla, y de seguro de otros lares, por las justificaciones de lo actual y por la culpa en los otros. Todo llegará. Pero por lo menos comprendo un poco más claro que fue lo que nos pasó en este mundo nuevo que nació ya viejo y que no quiere morirse nunca.

Lo de barrilitos, salchichones, tirar pesos para arriba y caravanear un puesto no es nuestro gran invento, es un lastre de hace muchos, muchos años en variadas sociedades, que hoy intentan salir adelante, como nosotros, cambiándolo todo para que no cambie nada.