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Thursday, September 15, 2011

Fukuyama, again

Acento.com.do, 8 de septiembre del 2011.

En artículo en El País, de España, Yaani Sánchez, periodista cubana y autora del blog Generation Y, relata como en la Cuba de hoy pronunciar, en voz baja, como familiar el apellido de un Comandante de la Sierra o de un Jefe Histórico, abre puertas y logra salvoconductos y diversas minucias casi imposibles de alcanzar para su supervivencia al ciudadano de a pie.

Me quedé pensando tras la lectura arriba citada en el dictador libio y sus hijos; en el de Siria y Korea del Norte, que heredaron sus países como repúblicas y no monarquías y en los hijos de los trujillistas que Balaguer siempre usó como sus funcionarios preferidos y en los ejemplos actuales de un partido en el poder que a veces más bien parece un clan familiar (no que haya sido el único en nuestra historia reciente).

Y es que el nepotismo, el empleo de un familiar de los que detentan el poder en cargos públicos o situaciones relacionadas con el quehacer gubernamental, es un fenómeno transcultural contra el que ha luchado la humanidad en todo su andar. No simplemente porque es una desconsideración a todo el resto de la sociedad, sino porque siempre, siempre, siempre termina en incompetencia generalizada y en corrupción.

Y todo el tiempo me he preguntado y he preguntado a otros ¿cuándo fue que nos dañamos?, ¿por qué jóvenes idealistas y hasta revolucionarios (no simplemente en el criterio marxista del término) terminan, una vez en el poder, como los hijos y los escondidos sobrevivientes de los dictadorzuelos que nos han arropado siempre?

Bueno, Francis Fukuyama, profesor de Stanford, y quien fue el único que predijo la caída del mundo comunista en un artículo ya clásico en 1989 y que después llevó a libro, El Fin de la Historia, donde interpretando a Hegel dice que la Historia del mundo no es otra cosa que el progreso de la consciencia de la libertad, vuelve de nuevo.

Recuerdo varios artículos de opinión de la época en nuestra prensa sobre las ideas de Fukuyama, algunos “demostrando” lo equivocado que estaba. Pero al fin, el Muro, que no era de acero nada, se derrumbó.

Fukuyama nos trae un nuevo libro: The Origins of Political Order ( El Origen del Orden Político, N.Y.,2011), desde tiempos pre-humanos hasta la Revolución Francesa, aunque comenta hasta el fenómeno argentino del 2001; y mucho nos aclara sobre el nepotismo.

Partiendo de premisas evolutivas, porque como señala, no hay otra teoría bien fundamentada, nos muestra entre otras cosas, por qué no hay democracia en China y sí en la India, como la Iglesia Católica destruyendo los clanes familiares, para evitar que las herencias se quedaran en los grupos y obtener así ventajas económicas, cambió las relaciones de propiedad de Europa Occidental, lo que fue la base del desarrollo de las libertades individuales y el desarrollo en esa parte del mundo y de como España traspasó sus anticuadas formas de gobierno y de gravamen (Francia las hizo desaparecer con su Revolución Francesa) a América Latina; que al independizarse no realizó una revolución, sino que dejó intactos los modos y formas de gobierno peninsular. Solo Haití, pienso yo, realizó una revolución, pero para volver de nuevo a estructuras tribales de dominación.

La nueva obra de Fukuyama será lectura obligatoria (esperemos las traducciones) y sería una pena que los contendientes políticos actuales nuestros no tengan asistentes o personal que la esté leyendo ya.

Fukuyama señala que los humanos siempre hemos sido animales sociales, ni aislados anarquistas como dice Hobbes, ni “pacíficos ignorantes unos de los otros” como dice Rousseau. Y agrega, tomándolo de las teorías evolucionistas contemporáneas: “la sociabilidad humana natural está  construida sobre dos principios, la selección familiar y el altruismo recíproco”. En el primero los individuos son altruistas con los que tienen sus propios genes, en proporción aproximada al % de genes que comparten. En el segundo caso,  se plantea que las relaciones entre no familiares se desarrollan para beneficio o daño mutuo a largo plazo, dependiendo de la experiencia adquirida en interacciones pasadas (la ya clásica estrategia evolutiva estable, probada en los estudios del dilema del prisionero o “tit for tat” del teórico evolucionista W.D. Hamilton). El patrimonialismo político está así basado en uno de estos dos principios de la evolución de lo social.

Y la evolución del aparato del poder cuando los humanos llegamos a millones hizo que el orden del poder y su administración, constreñidos por lo que nos era natural, buscara salidas que garantizaran supervivencia y continuidad. Y Fukuyama nos muestra como ocurrió.

Parece increíble, pero ya los chinos, hace miles de años, establecieron una burocracia meritocrática de alto grado de funcionabilidad. Claro, el experimento duró poco, pero resurgió en Europa luego de la Revolución Francesa.

América Latina heredó de España una burocracia patrimonialista, infuncional y parasitaria y nuestros partidos políticos continúan la tradición. Como dice Fukuyama, ante la aparición en el siglo XX de gremios, intelectuales urbanos y grupos económicos con nexos internacionales, que todos propugnaban por un cambio, el estado latinoamericano simplemente los compró por migajas y los cooptó, y no varió su política.

Un texto para ser leído, estudiado y pensado. Aunque hoy dijo Sara que en un partido político en el poder los viejos ya no leen ni los jóvenes tampoco.

Nuestro problema entonces, siguiendo al autor citado, no son los seiscientos mil empleados públicos, sino que esos empleados públicos son nombrados, mantenidos y pagados por su cercanía genética o de grupo con el poder y su incompetencia e ineficacia solo se compara con su habilidad para individualmente buscar su mejoría económica, generalmente ilusoria, a costa de y ante los demás miembros de la sociedad.

Vamos a esperar por la lectura generalizada del nuevo e inmenso trabajo de Fukuyama (585 páginas), por las críticas que le lloverán desde nuestra media isla, y de seguro de otros lares, por las justificaciones de lo actual y por la culpa en los otros. Todo llegará. Pero por lo menos comprendo un poco más claro que fue lo que nos pasó en este mundo nuevo que nació ya viejo y que no quiere morirse nunca.

Lo de barrilitos, salchichones, tirar pesos para arriba y caravanear un puesto no es nuestro gran invento, es un lastre de hace muchos, muchos años en variadas sociedades, que hoy intentan salir adelante, como nosotros, cambiándolo todo para que no cambie nada.