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Sunday, December 25, 2011

La patologia de la libertad

Diciembre 22 del 2011; Acento.com.do

Al conversar con mi querido amigo el Dr. Felo Nazario Lora sobre el asueto navideño, me expresó que tenía el libro que quería que leyese en estos días, que recién había recibido de Madrid, España: El placer de vivir, del filósofo francés contemporáneo André Comte-Sponville, publicado por Paidos, de Espasa Libros, en este 2011. Es la primera edición en español del libro editado en francés en el 2010 con 101 artículos breves presentados por el autor en distintos medios en Francia durante los últimos veinte años.

Y los escritos abarcan desde la vida cotidiana, el amor y sus demonios hasta la vida social y política, todos y cada uno relacionados con ideas filosóficas actuales y clásicas.

Nos habla sobre la libertad. Ser libre es hacer lo que queremos….y hacer para el hombre es actuar, pero es también querer y pensar y de ahí tres libertades distintas. Nos recuerda la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, adoptada por la ONU el 10 de diciembre de 1948, casi por unanimidad: 48 votos a favor, ninguno en contra y 8 abstenciones: la Unión Soviética y su bloque, Africa del Sur y Arabia Saudí.

Y así leemos que “la democracia solo es posible a condición de aceptar sus propias limitaciones…su propia incomplitud, como dirían los lógicos”. “La democracia no es una religión; el pueblo no es un Dios”.

Hablando sobre la “seguridad” señala que es la primera justificación del Estado. Nos recuerda que para Hobbes, el estado natural es una guerra de todos contra todos, dominado por el miedo. “la vida del hombre es entonces solitaria, cuasi animal y breve” le cita y de ahí la necesidad del Estado. Y lo respalda con Spinoza, que veía en la seguridad la función principal “de toda sociedad y de todo Estado”.

Señala Comte-Sponville que el error ha sido confundir el orden de los valores con el de las prioridades. Que la libertad es un valor elevado y la seguridad un estado necesario.

Y tanto los valores como las prioridades se producen en un cierto rango, entre límites. A unos límites podemos llamarles patologías. La patología del orden es el extremo que termina en dictadura, la patología de la libertad es el otro extremo que llega hasta la anarquía.

Y ahora lo asombroso de nuestra política.

Cuando el único candidato opositor con oportunidad de llegar al poder en nuestras venideras elecciones, caracterizado por “pensar rápido”, que según el considerado primer psicólogo hoy del mundo ( y lo dice nada menos que S Pinker de Harvard) Daniel Kahneman, es la forma mas común de los humanos pensar, la que lleva la decisión intuitiva, dice que no cree en la patología de la libertad, que es una patología de la democracia; en vez de ser apoyado por todos por evitar la anarquía y volver al orden ( aunque sea solo por eso que se le apoye), es atacado y denostado como si hubiese dicho que Jesucristo al bajar de la cruz no fue al cielo, sino que se retiró a vivir tranquilamente a una zona de Kashemira frente a un lago cristalino, como dice Salman Rushdie en una de sus novelas; algo por lo que (y valga la aclaración) los cristianos no lo han condenado a muerte. La civilización occidental entiende los espacios de libertad.

Y en el ataque a ese político le acusan de pretender volver al pasado. Cuando en todas partes la memoria histórica, una idea casi de culto, se emplea para superar el pasado- el holocausto, el franquismo, el Klux Klux Klan, los desaparecidos argentinos, etc.-aquí se emplea para volver a Trujillo.

Como si fuera el actual candidato opositor el que implantó en nuestros tiempos el “borrón y cuenta nueva”, olvidándose a propósito que lo hizo un caudillo que asombrosamente eligió el franquismo fascista español como su segundo exilio y que, de paso, permite a los ex-trujillistas y neo-trujillistas seguir siendo parte de los que dirigen este desorden nacional de hoy día, desorden que fue lo primero que dijo el actual mandatario nacional que era este país cuando asumió el poder en el 2004 por segunda vez.

Y volvemos al miedo. Joanna Bourke, profesora de Historia en Birkbeck College en Londres, recientemente publicó como distintos y falsos escenarios sobre la inseguridad ciudadana hacen del miedo un arma de dominación política y social.

La inseguridad ciudadana ni es un cuco, ni es una falsa percepción ni un espejismo. Es parte de la patología social de la dominación. Es parte de la mas peligrosa patología de la libertad.




Thursday, December 8, 2011

El metro del Metro

Diciembre 8 del 2011. Acento.com.do

Vuelvo a recordar al Putumayo de Vargas Llosa en “El sueño del celta”…” un mundo donde nadie decía la verdad…porque las gentes vivían dentro de un sistema en el que ya era prácticamente imposible distinguir lo falso de lo cierto”.

Y recordar el Putumayo viene al caso cuando pensamos en nuestro sistema educativo.

Hace un par de años me surgió una pregunta, para plantearla a mis estudiantes de medicina y psicología de la UASD (tercer año de sus carreras).

Ocurre que estoy hablando de células, de células nerviosas, de organelos celulares, todos de unas dimensiones en micrómetros y nanómetros.

Y siempre pregunto: ¿Cuántos metros tiene un kilómetro?, silencio total por respuesta; salvo entre los estudiantes de medicina que un par levantan la mano. “Señorita, cuánto usted mide de altura, de tamaño?” “Oh profe, 5.6”. “Muy bien, 5.6 qué?; ¿cinco qué? ¿.6 qué?”. Nadie sabe.

“¿Dígame joven, cuántos pies tiene una yarda?” Respuestas: 5, 4, 2, 6.

Y yo hablando de estructuras celulares en nanómetros.

¿”Joven, con sus manos, dígame cuánto es más o menos un metro?” Y colocan sus dos manos separadas por algo más de un pié.

Y por supuesto, nadie sabe de dónde viene el símbolo de @, aunque todos lo usan en sus correos electrónicos.

Claro que es culpa de ellos. Y culpa de sus maestros y sus escuelas. Y culpa de la universidad y también culpa de la Historia. Alguien me dijo que en nuestra Torre del Homenaje habían ondeado banderas de siete naciones distintas, y si eso no es un record, debe de ser un buen promedio.

Imagínese- El campesino de la sierra recoge los frijoles y los vende por “carga” (tres sacos sobre un mulo) al centro de acopio, que a su vez los limpia algo y lo revende por “sacos” a los camioneros y estos por kilogramos al mayorista del mercado que a su vez los vende por libras a los colmaderos y aquí finalmente por jarros a los clientes. Un cliente los cocina y los vende por “vasos” en el barrio.

El galón americano tiene cuatro cuartos que hacen 3.785 litros, pero el galón dominicano son cinco botellas, de ron, de 70cl o sea 700 ml cada una, y el galón será entonces de 3.5 litros.

¿Se compra la gasolina en galones americanos y se vende en galones dominicanos? Pues, no se.

Así, en nuestra vida diaria nos enfrentamos a unidades del Sistema Internacional (m, Km), sistema inglés (yarda, libra, pies y pulgadas), del sistema francés antiguo (un quintal de 125 libras, una boyerada) y varios españoles (vara, legua, tarea, cajón).

Desde los tiempos de Trujillo nuestro país es signatario de la convención sobre la aceptación del Sistema Internacional (sistema métrico decimal) y una ley de la época hace obligatorio su uso, nadie todavía se ha dado por enterado. Por supuesto, no somos únicos, en toda Latino América pasa algo parecido.

Y no sé en realidad cómo es que ha prendido en el imaginario popular la consigna del 4% para la educación, ni por qué se afanan tanto los partidos con los porcientos que las encuestas dan a sus candidatos, y las tendencias de éstas y sus “techos”, cuando es ya sabido desde hace años que en el cerebro humano es fácil pensar asociativamente, metafísicamente y causalmente, pero no estadísticamente.

Daniel Kahneman, el psicólogo premio Nobel de Economía del 2002 por sus aportes a lo que hoy es psicología económica, o como toman decisiones los humanos en condiciones de incertidumbre, nos lo recuerda de nuevo en su último libro “Pensando rápido y lento” (Thinking, Fast and Slow; F., S. and Giroux; N.Y., 2011) donde comenta sobre los errores sistemáticos que cometemos al pensar rápido problemas estadísticos, esto es, matemáticos.

Si al hecho de que son los números lo que más problema ocasiona, y mayor tiempo lleva, a nuestros cerebros para tomar decisiones; le agregamos una total confusión y desconocimiento de las unidades de medidas, llegamos al panorama actual de nuestras escuelas, nuestros profesionales y nuestros políticos. Todos en último lugar en todo lo que se pueda medir.

Este artículo está dedicado a ese estudiante que con toda seriedad, al yo preguntarle más o menos el tamaño de un metro, me respondió “Oh profe, de la Feria hasta Villa Mella”. Sí señor, le dije, ese es el metro del Metro.


Thursday, December 1, 2011

Miedo

Diciembre 1 del 2011. Acento.com.do

 Parecería que el miedo es una emoción tan conocida de todos que no merece definirse. Pero quizás sí. Miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable ante algo que nos asusta o creemos que nos puede hacer daño- dice Wikipedia.

Un neurobiólogo lo define como la vía de la evolución asegurar que los animales presenten respuestas proactivas a peligros que amenazan su vida, incluyendo depredadores, animales venenosos y enemigos. El neurobiólogo prosigue: “el valor adaptativo del miedo es obvio:…hay que estar vivo para reproducirse”. D. Buonomano, en su Brain Bugs ( Norton, N.Y., 2011) dedica todo un capítulo al miedo, al discutir las fallas y dificultades de nuestro cerebro actual, y es el científico arriba citado. Nuestro cerebro se formó para temer en especial a ciertas cosas, pero hoy no tememos a los carros a 150 Km/h ni a la electricidad que va por un cable. Hace cien mil años el Homo de la sabana no tenía esos problemas. Esos miedos hay que aprenderlos.

Cuando en mis clases de Psicofisiología en la UASD pregunto a mis estudiantes qué funciones cerebrales pueden enumerar dicen las comunes: pensar, hablar, ver, soñar, dormir, sentir y otras más. Nunca me han respondido que el cerebro es el órgano que garantiza por sobre todas las cosas la supervivencia. Primero hay que estar vivos, les recuerdo, y después viene todo lo demás.

Y si bien los mecanismos cerebrales motivacionales de buscar agua, comida, controlar nuestra temperatura y órganos internos nos mantiene vivos, participando de nuestro ambiente; para interactuar con otros animales (también parte de nuestro ambiente) aparecieron las emociones, superpuestas a las motivaciones primarias.

Las emociones. Un mecanismo rápido de respuesta, las llamó Darwin. Y emociones tenemos varias. Pero resulta que sobre la que más sabemos es sobre el miedo. No es que sea la que más nos guste, es que es la más fácil de estudiar y reproducir en los animales de laboratorio. Imagínese, ¿cómo vamos a saber cuándo una rata albina presenta vergüenza, pena, alegría, agradecimiento? Pero sí sabemos cuando tiene miedo: huye o pelea en una situación de miedo.

El miedo no es solo una de las más básicas emociones, sino que parece el mecanismo “default” de nuestro cerebro. Ante una sombra en un arbusto más le conviene a la gacela huir y después “pensar” si era o no un león, que quedarse observando y estudiando la sombra hasta estar segura si es o no un león para después decidir qué hacer. ¡Hay errores fatales y la naturaleza no los perdona!

Pero el miedo es una adaptación evolutiva, si no es necesario desaparece, como ocurrió con los animales de las Islas Galápagos que al no tener depredadores eran sumamente mansos, como lo constata Darwin en su libro sobre el viaje del Beagle y lo discute en su ya clásico How the Mind Works (Norton, N.Y., 1997) el psicólogo Steven Pinker.

Al constatar que pequeños gansos recién nacidos huían de una sombra en forma de halcón y no de otra, los etólogos K.Lorenz y N. Timbergen ya en los años 40 del siglo pasado, consideraron innato, inscrito en los genes de las especies, ciertos tipos de miedo.

También se ha presentado como innato el miedo a las culebras y serpientes por los monos (y las personas). El propio Darwin lanzó una culebra embalsamada a la jaula de los monos en el zoológico de Londres y constató que casi todos los monos chillaban y huían del área donde estaba la culebra. Hoy sabemos algo nuevo: si lanzamos un modelo de culebra a una jaula de monos nacidos en cautividad no se asustan, pero si son monos nacidos en la jungla y luego atrapados si lo hacen. Y algo más, aunque los monos nacidos en cautividad no se asustan por ver una culebra, si observan otro mono una sola vez asustarse de una culebra la evitarán siempre. En cambio para que eviten otra cosa luego de ver otros monos evitarla, flores por ejemplo, deben ver muchas veces ese episodio para terminar asustados por ese estímulo. No nacen los monos con miedo a las culebras, pero si con la adaptación de aprenderlo más rápido que cualquier otra cosa.

Ya en los años 30 se sabía que la lesión de la amígdala límbica cerebral producía placidez. Así lo comunicaron en 1937 Klüver y Bucy cuando presentaron el hoy ya famoso síndrome que lleva su nombre. Luego un famoso laboratorio canadiense de psicofisiología era reconocido por tener un puma caminando como un gatito manso luego de lesionarle el núcleo amigdaloideo de su sistema límbico  cerebral.

El miedo no solo se estudia por observación natural. La formación de miedo condicionado es hoy ya un instrumento de mucho uso en los laboratorios de neurociencias. Una de mis mayores satisfacciones intelectuales de toda mi vida fue cuando mi compañero de laboratorio durante mis estudios doctorales me dijo: “José, ven a ver estas ratas”.

Investigábamos la formación de miedo condicionado o condicionamiento de evitación activa, como le llamábamos, en ratas en la cámara de evitación de doble vía. Un choque eléctrico leve recibían por las patas las ratas luego de un timbre sonar por diez segundos. Los animales escapan al choque eléctrico entrando a una cámara adyacente que no está electrificada. Ratas controles, esto es, normales, sin ninguna manipulación previa, aprenden a pasar a la cámara contigua antes de los 10 segundos, evitando así el choque eléctrico, a las 40 presentaciones de ambos estímulos más o menos. Han aprendido un miedo condicionado al sonido que señala el choque eléctrico y cruzan al otro lado evitando así ambos estímulos.

Las ratas que me enseñaba mi compañero no cruzaban a la otra cámara durante el sonido. Siempre esperaban el choque eléctrico para hacerlo.

Investigábamos los núcleos de la amígdala límbica y el hipotálamo medio y su relación en alimentación y emocionalidad. Ya conocíamos el rol de la amígdala en la conducta sexual y en cierto tipo de memorias. Le pregunté “¿y dónde están lesionadas estas ratas?”. “En el núcleo lateral amigdalino casi exclusivamente, pero no hacen nada, ni se enteran del timbre”. 220 presentaciones de ambos estímulos (10 diarios) y los animales como si nada, como el primer día.

Luego entrenamos ratas en el reflejo y después lesionábamos la amígdala- esperábamos que desapareciera el reflejo; pero nada otra vez. La amígdala lateral era esencial para aprender el condicionamiento al miedo, pero luego de aprendido no lo alteraba.

Una noche nos sentamos a celebrar y a discutir…que la amígdala esto, que la amígdala aquello. “Pero no puede ser, la amígdala no puede estar en todo, no es Dios”, dijo mi compañero de laboratorio. Otro amigo que nos acompañaba se reía y nos dijo: ʺUstedes están como los matemáticos cuando resuelven una nueva ecuación…siempre creen que encontraron a Dios”.

Eran los años finales de los 70 del siglo pasado, un pequeño grupo en la Universidad de Kiev, nosotros, estudiábamos la amígdala límbica, también otros grupos en Israel; en Granada, España; en China y en Montpelier en una universidad francesa. En los años 90 la amígdala límbica hizo boom en Estados Unidos y hasta un documental de una hora sobre el cerebro vi en Discovery Channel sobre la amígdala límbica el año pasado. Recientemente ya las neuronas de la amígdala lateral responsables del miedo condicionado han sido identificadas y sus neurotransmisores también. Casi 30 años después. Ese es el paso lento, pero seguro, del conocimiento científico.

Con la amígdala límbica, una estructura evolutivamente vieja en el cerebro, aprendemos a temer y su mensaje es llevado al lóbulo pre-frontal y al cíngulo para interpretar nuestros miedos. Un sicópata es alguien sin miedo. Su amígdala límbica es 17% menor que en las personas normales y las conexiones de ésta con el lóbulo frontal son casi inexistentes.

La amígdala es esencial para tener miedo, para aprender a tener un miedo específico, para reconocer el miedo en el rostro de otra persona y para asociar una palabra-miedo-con sensación de peligro inminente.

Ahora bien, si utilizamos la palabra miedo, todos sabemos de qué estamos hablando. Pero si decimos “inseguridad ciudadana” podemos entender el significado semántico (muchos, no todos) pero se escapa el significado emocional del término. ¿Es dicho término un uso “sofisticado” para que no sepamos de lo que se habla? Puede ser, aunque todas las encuestas que se han realizado aparece como el problema número uno, o el segundo, que percibimos los dominicanos.

¡Y percibir el miedo es sentir el miedo!

¿O alguien se cree que utilizando la palabra “sicario”, de poco uso en nuestro país hasta muy reciente, en vez de “asesino a sueldo”, va a disminuir la sensación de horror de la segunda acepción?  Para muchos analfabetos y personas de poca cultura quizás, aunque sí se le elimina el componente emocional de miedo aprendido que tiene “asesino a sueldo” y pudiéramos pensar que su uso es políticamente de mala fe.

Miedo es lo que siente el país entero. Los pobres en sus barrios de miseria y los ricos en sus torres. Los estudiantes cuando vuelven de noche a sus casas y las mujeres y los varones cuando andan en las calles; los civiles en sus afanes diarios y los policías y militares cuando prestan sus servicios. Todos tenemos miedo. De los asaltos, de los asesinatos, de los abusos, del tránsito. Un país bajo miedo no es un país ni en desarrollo, ni en paz ni en nada. O como dijo el filósofo español Fernando Savater recientemente:” Vivir bajo la regla arbitraria del poder institucionalizado o de un poder ideológico y partidista no es vivir”. No queremos llegar a pasar lo que Adam Krug, en Barra siniestra de Vladimir Nabokov, tuvo que vivir.

Y si F. D. Roosevelt en su primer discurso público al ser elegido Presidente de los Estados Unidos en 1933, luego de la catástrofe económica de 1929, dijo: “De lo único que hay que tener miedo es del miedo mismo”; bien harían los candidatos a las elecciones generales del venidero año en decir cómo nos van a quitar este miedo, que ellos con sus incontables escoltas y guardaespaldas son los primeros en mostrar.