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Sunday, September 29, 2019

MITOS Y REALIDADES


J.R. Albaine Pons, publicado en Acento.com.do, el 30 de septiembre del 2019.

Releyendo para entretenimiento The Magic of Reality: What we Know that is Really True. (20111, Free Press, 267 pp, de formato grande) de Richard Dawkins, el autor del Gen Egoísta, noto que el final del cuarto capítulo trae ideas interesantes, que trataré de presentar con algunas mías. A decir verdad, lo que me enamoró de este libro fue que en el capítulo 10 trae un dibujo, a dos páginas, de nuestra isla La Española, la cual llama Haití, para discutir lo que es un terremoto y los mitos que han existido y existen al respecto.

Muchas personas llevan y conforman sus vidas alrededor de mitos y lo que es peor, aun llaman a sus mitos sagrados.

Sagrado proviene del verbo sacrare, que se deriva del adjetivo latino sacer. De su participio sanctus provienen santo y santidad y también las palabras sandio (ignorante o simple) y sandez (dicho o hecho necio o torpe). Así que desde el comienzo hay que ver quién dijo y obligó a que sagrado fuese lo opuesto de necio, y no su sinónimo, por allá por la época de los emperadores romanos.

Pudiéramos escribir sobre estos “libros sagrados” relativamente bien conocidos en partes del mundo. Escribí partes del mundo, porque me parece no estar muy equivocado si expreso que cientos de millones de chinos y de indios no conocen ni nunca han visto una Biblia o un Korán o uno de los textos Vedas.

Bien, ¿Por qué estos “libros sagrados” que se suponen escritos, dictados o inspirados por seres sobrenaturales, dioses les llaman, o hasta venidos de otros mundos según algunos, son mitos?

No es simplemente por lo que dicen o cuentan, porque muchas de sus historias pudieran ser o no ser verdad, aunque francamente algunas son difíciles de creer.

No, no es por eso que son mitos, es más bien por lo que no dicen.

Esos libros nunca nos dijeron, ni nos dicen, qué es una molécula, qué es un átomo, cuáles son los componentes de esos átomos (que hoy sabemos que son protones, neutrones y electrones) y cuáles son los componentes de esos pequeñísimos protones y neutrones.

¿Por qué no nos cuentan la diferencia entre un sólido, un líquido y un gas? por ejemplo.

¿O todo ese mundo vivo descubierto por un paciente, hábil y meticuloso pulidor de lentes holandés, del siglo XVII, que es aquello que solo podemos ver a través de un microscopio? Las bacterias, las células, los ácaros del polvo que todos tenemos encima por todas partes.

Caramba, esos dioses o seres espirituales o extraterrestres pudieron decirnos o dejarnos por escrito que muchas de esas bacterias nos enferman y que unos hongos producen una sustancia, la penicilina, que las mata y nos curan.

Pudieron enseñarles o describirles la rueda a los Incas, que nunca la conocieron y hasta contarnos historias de que el petróleo que brota del suelo en ciertos lugares y sus derivados producían energía para mover las cosas y calentarnos en invierno en los países fríos. Que Grecia y Roma, Francia e Inglaterra no tenían que cortar todos los árboles para mover barcos y máquinas y quitarse el frio en invierno.

No, nada de eso dicen, ni cuentan, ni siquiera proponen.

Es que esos “Libros Sagrados” son historias, mitos, relatos de pueblos primitivos que comprendían un número muy reducido de cosas y fenómenos naturales; aunque hay que decirlo, algunos tienen ciertas buenas reglas y normas para aprender a convivir unos humanos con los otros humanos. Pero claro, esos humanos primitivos tenían que convivir entre sí y con otros y es lógico que dejasen reglas escritas, pero eso no significa que fuesen dictados o pensados o inspirados por seres sobrenaturales, por espíritus invisibles e incomprensibles, por extraterrestres, ni por dioses.

Aún hoy día muchos millones de personas viven y siguen las ideas de esos mitos primitivos. Y lo que es más, según el crítico de libros del New Statesman de Inglaterra y gran y controversial intelectual inglés John Gray en un ensayo de esta semana, afirma que el cristianismo, creado por San Pablo y San Agustín, es lo que le ha dado base al mundo secular actual, ya que ofreció una visión de la igualdad humana y del progreso moral, en su crítica a un texto del historiador Tom Holland y de paso al escritor nihilista francés de moda Michel Houellebeck,

¿Y a qué viene todo esto?

Me parece que no se puede aprender a multiplicar si no se conoce la suma primero, ni se asimila la división si no se entiende la multiplicación ni la resta. Hay que saber lo básico para comprender lo complejo. El joven historiador y casi estrella luminosa intelectual de nuestros días, Yuval Harari, celebrado autor de “Sapiens” y otros textos, presentó hace cierto tiempo una conferencia sobre su libro más reciente, en la cual insistió que no era de futurología ni de profecías, sobre hechos del actual mundo de la inteligencia artificial, IA, y sus avances.

Habla Harari que todo el transporte será automatizado, que no harán falta médicos, ni abogados, ni muchas otras ocupaciones que hoy son comunes. En 20 o 30 años, todo cambiará; y ese mundo que viene no puede ser comprendido simplemente por caras nuevas, ni sangre nueva, que arrastren en su mente mitos y leyendas de sociedades primitivas, de hace miles de años, o de hoy.

Personas y amigos que han compartido esta conferencia me dicen que todo eso pasará en países de alto desarrollo, que a nosotros no nos tocará. Pero es que todo estará en la “nube” y con una computadora casera y su pertinente programa, estará para todo el mundo. Ya inclusive tiene un nombre el programa de IA sobre medicina, WATSON, (que supongo que es en honor al codescubridor del código de ADN así como se llama NEWTON el programa que resuelve las ecuaciones diferenciales para los matemáticos) que nos permitirá tener un médico particular con toda nuestra información, a cada uno de nosotros. La verdad, ¡da miedo ese futuro!

Y ahora Google acaba de presentar el anuncio, en esta semana, y retirarlo prontamente de las redes, de su nueva computadora cuántica, la primera lograda que puede realizar en 3 minutos los cálculos que a las más potentes calculadoras del planeta de hoy día le llevarían años.

Ya no solo tendremos que comprender el mundo complejísimo en que hoy existimos y que a todos nos da tanto trabajo entender tan solo una parte pequeñísima, sino que en el futuro cercano habrá que entender el mundo cuántico, esas ideas tan anti intuitivas, que explican de que están hechos esos protones, neutrones y electrones, y las fuerzas y campos de fuerzas que interactúan entre ellos.

¿Abandonará esa parte de la humanidad que cree en ellos, los mitos y leyendas de nuestros pueblos primitivos y logrará entender o aceptar lo que la ciencia y la tecnología nos traerá de regalo en este siglo XXI?

Solo recuerdo a aquel antiguo profesor mío y de tantos en la UASD, que una tarde en su laboratorio y oficina, me preguntó ¿que cómo yo creía en moléculas y protones y electrones si eran cosas que nadie había visto?

No solo me dejó asombrado y con la boca abierta su pregunta, sino que ¡me aturdió! Y eso, que ese pobre ignorante, que cubría su ignorancia con un falso mal genio, pues no era tan malo como quería parecer, es considerado en nuestro país como un sabio y un genio y un modelo a seguir, claro, hechura de políticos que buscaban ventajas con su elevación a super profesor y sabio vivo en nuestra UASD de entonces.

Si, nos será muy difícil a los dominicanos desterrar los mitos y leyendas que nos han tocado, traídos, introducidos y forzados a creer en ellos por los que en realidad trajeron de la vieja Europa y sus ideologías, muchas de sus costumbres y hasta la lengua; y por qué no decirlo, nos forjaron en gran parte como personas, pues fueron importante parte de nuestros propios ancestros.

Y así seguimos como una gran sociedad muy conservadora, aunque para algunos en la actualidad desbordada. Aunque Mark de Lilla, de Columbia, insiste en que lo de ser conservador es una costumbre, no una patología y aunque ya se haya demostrado una y otra vez que aquellos que rechazan el consenso científico y la visión científica del mundo simplemente tienen una percepción exagerada de su propia concepción, no se nota mucho que vamos a cambiar. Quizás podamos decir como Cioran, quien se veía como un “pesimista jubiloso” y pensar que cambiaremos, seguro que cambiaremos, no me parece imposible.