Por: J. R.
Albaine Pons · Fuente: Clave Digital · 3 agosto, 2008
Recuperado de
Europa Laica.com; abril 25 del 2018
Fui entrenado
como un científico, y entre los de mi profesión la proporción de creyentes no
es muy elevada y disminuye progresivamente.
Un amigo,
ingeniero, es un hombre de éxito en nuestra sociedad. Lo conozco hace
cierto tiempo y creo que es además una muy buena persona. También es mansamente
desafiante. Sabe que soy ateo, no simplemente agnóstico, sino ateo; y me ha
pedido que comente sus escritos religiosos que presentará eventualmente en
forma de libro y que cotidianamente envía a sus amigos por correo electrónico.
Nuestro país
tiene sus características. Aunque Charles Darwin señaló con asombro en su
diario de viaje, publicado con el nombre de Viaje del Beagle, en 1838, que en
los campos de Uruguay la gente saludaba diciendo “Ave María Purísima” y se
respondía “sin pecado concebida” (en español en el original en inglés) y hoy
seguimos en español saludando con un “adiós”, nuestras sociedades son
no-religiosas hoy día.
Pero con todo y
su laicismo, no creo que en el mundo occidental se despliegue tanto espacio en
prensa escrita pública secular a artículos sobre religión y sobre alabanzas a
su religión y su Dios como en la República Dominicana.
También en la tv
pública se observan algunos casos. Nuestro estado con libertad de cultos por
definición constitucional, tiene un “Dios, Patria, Libertad” como estandarte.
Algún historiador que se atreva, eventualmente estudiará el fenómeno y
establecerá sus causas.
No es una
casualidad pues, que en encuestas sobre creencias religiosas que la Gallup
realiza frecuentemente en los países con la libertad suficiente para
permitirlo, nuestro país aparece con un 95-98% de creyentes, al igual que los
estadounidenses (que tienen a Dios hasta en su moneda, {desde 1958} igualito que Irán).
Fui entrenado
como un científico, y entre los de mi profesión la proporción de creyentes no
es muy elevada y disminuye progresivamente.
Precisamente hace
poco, el 15 de mayo 2008, para ser exacto, se celebraba la subasta de una
carta, mantenida privada y anteriormente no conocida, del ícono de la ciencia
del siglo XX, Albert Einstein, dirigida al filósofo Eric Gutkin en enero de
1954 (un año antes de su muerte).
En ella Einstein
expresa que considera la idea de Dios como una debilidad humana y a la Biblia
como “una colección honorable de leyendas primitivas que son sin embargo muy
infantiles”.
Las ideas de
Einstein en su carta pueden extenderse como la opinión de la mayoría de los
científicos de la actualidad.
Pero las
religiones están ahí. No desaparecen simplemente porque los científicos, en su
mayoría, que no todos, no estén de acuerdo con ellas. Y hoy día en el mundo
occidental, que es un mundo laico, y donde la religión hace tiempo dejo de
dirigir la sociedad, la ciencia se está haciendo preguntas sobre la religión:
¿Por qué hay religiones?, ¿ qué han significado para la especie Homo sapiens en
su supervivencia, evolución y cultura?
Desde septiembre
del 2007 un proyecto de investigación para “explicar la religión” se realiza
por 14 universidades y variopintos especialistas, desde psicólogos hasta
economistas.
Una de las
preguntas a responder es ¿cree la gente que aquellos que creen en Dios son más
confiables que los que no creen?; una pregunta importante, dado los recientes
escándalos de las religiones organizadas en diversos países, desenfrenos desde
abusos sexuales a menores hasta grandes desfalcos económicos. No olvidemos que
Stalin era ateo, pero que Hitler era católico y ambos son considerados
monstruos de la humanidad.
Pero además, las
respuestas nos ofrecerán hipótesis para pensar sobre la naturaleza humana y su
evolución. Recordemos a los humanos primitivos, que junto al desarrollo del
lenguaje seguramente se preguntaban sobre los orígenes y cambios de todo lo
existente, especialmente cuando desarrollaron una idea sobre el tiempo (lo que
se supone ocurrió al llegar los primeros pobladores a Eurasia, donde las
estaciones marcan una variabilidad temporal importante); ya que las aptitudes
sobre geografía, o mejor topografía, las teníamos como herencia junto a
nuestros ancestros y primates en general. ( y el premio Nobel de Medicina o Fisiologia del 2014 se otorgo a los cientificos que descubrieron que tenemos un GPS cerebral en el Sistema limbico).
En estudios
actuales sobre las experiencias religiosas y su lugar de ocurrencia en nuestro
cerebro se han obtenido resultados sorprendentes e inesperados.
Se suponía que
fuesen las áreas emocionales del cerebro las de mayor actividad ante la lectura
o audición de frases bíblicas que sujetos hiperreligiosos reconocían como
inspiradoras (el primer verso del salmo trece). No fue ese el resultado. Se
activan tres áreas del lóbulo frontal y parietal, que se consideran
relacionadas con pensamientos conceptuales. Como si la así llamada “experiencia
religiosa” fuese una racionalización y no un acto emotivo. Como si fuese un
cálculo y no una fe.
Otros estudios
con monjes budistas y hermanas carmelitas señalan que está muy distribuida en
el cerebro la actividad nerviosa al pensar ideas religiosas.
Es curioso el
caso, y se sigue estudiando, que los enfermos del Mal de Parkinson,
producido por una deficiencia de dopamina cerebral, son menos religiosos que
controles sanos o con otras enfermedades.
Recordemos, es
común que personas enfermas, por lo menos en nuestras culturas, acudan a ideas
religiosas en busca de sanación o de ayuda en la resignación.
Los etnógrafos
por su parte, han establecido que hay indicios de que los beneficios a largo
plazo para una sociedad que sigue rituales religiosos son mayores que los
costos y que quizás a esto se deba que las religiones acompañaran a los grupos
humanos más exitosos y que somos hoy los que habitamos el planeta.
La idea de un
“Dios” se convirtió en un “meme” exitoso, al decir del evolucionista inglés
Richard Dawkins, autor del célebre libro “The God Delusion”.
Es posible que
los conceptos religiosos dieran más cohesión a los individuos y les hicieran
así más independientes del ambiente y con mayores probabilidades
de supervivencia y de reproducción. Pero esto no significa que reflejen
una realidad objetiva, solo explica su existencia y perdurabilidad en el
tiempo.
Los escritos de
nuestro amigo ingeniero reconfortan. Sus conversaciones mañaneras con su Dios,
con Papá Dios como él le llama, donde se pregunta por los problemas de la vida
y de la sociedad que le ha tocado vivir, son emotivas y motivadoras.
Muchos amigos le
responden agradeciéndole que les participe sus imágenes. Les hace, nos hace a
todos, más llevadera la lucha cotidiana en una sociedad casi moderna como la
nuestra. Su prosa es hermosa, es casi poética.
Sus concepciones
son buenas, en el sentido de amables, generosas, bondadosas, gentiles,
agradecidas. Solo que para algunos de nosotros, no creyentes, son irreales; no
nos dicen nada sobre la verdad de un mundo que tenemos que comprender para
mejorar, para mejor vivir en el.
Aunque humanos
como somos, y nacidos y criados en este 1% del tiempo de la evolución de la
humanidad, nos haría falta leer de cuando en vez conceptos como los de nuestro
ingeniero; entender el mundo y sus cambios no significa ser negativo ante la
belleza literaria de pensamientos que nos quieren hacer mejores y que hoy día,
pues no siempre fue así, buscan mayor comprensión entre nosotros mismos.
Por el contrario,
esas ideas, que en nuestro último 0.5% de existencia en este planeta han
caminado junto a la humanidad, parecen ser parte de los que nos hace humanos,
de nosotros mismos.
Pero no todos los
científicos estarían de acuerdo. “La visión religiosa de la naturaleza humana
presenta algo profundo que divide a las gentes y amplifica los conflictos
sociales”, escribió E.O.Wilson en noviembre del 2005 en New Scientist.
“La mezcla tóxica
de religión y tribalismo se ha vuelto tan peligrosa que se justifica tomar en
serio su alternativa: que el humanismo basado en la ciencia es un antídoto
efectivo, la luz y el camino por fin colocado frente a nosotros” termina
Wilson, quien expandió por el mundo el término biodiversidad y es una de las 25
personas más relevantes del siglo XX, principal proponente de las ideas
conservacionistas y enamorado de nuestro país, el cual ha visitado varias veces
y que en uno de los raros actos de civilidad y raciocinio e independencia
nuestro gobierno condecoró. Por hoy, adiós.