Publicado en Acento.com.do, 1ro de octubre del 2018
A veces uno tiene
ideas que quisiera escribir, no encuentra como darles una forma apropiada y las
deja en el traspatio de la mente para otra ocasión.
Y por lo general,
cuando uno es un lector apasionado y lee literatura y textos de su área de
experticia se encuentra con escritos que le activan aquellas antiguas ideas ya
guardadas en la memoria.
Ocasionalmente hay
regalos en la vida: aparece un autor que no solo le recuerda a uno viejas
ideas, sino que las presenta de una forma que causa asombro, y por qué no, inmensa
alegría. Y hasta deseos de dejar el libro a un lado y ponerse de pie y
aplaudirlo por un minuto, aunque uno se encuentre en su soledad de lector.
Algo así disfruté, y
varias veces, cuando leí a Sapiens, el texto de Yubal Noah Harari, una Historia
de la Humanidad, escrita por este joven historiador egresado de Oxford, y
profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, para sus estudiantes de la
universidad. Se publicó en hebreo en el 2010, en inglés en el 2014 y de ahí a
múltiples lenguas, incluida la nuestra no hace mucho.
Hasta me puso a
pensar en mis antiguos profesores de la UASD, Fidel Jeldes Aravena, chileno,
zoólogo genial, experimentado y profundo; nuestro Rogelio Lamarche Soto,
erudito de conocimientos inacabables y Carlos López Domínguez, español, un gran
fisiólogo de aquella época, que estaría feliz de vivir, conocer y practicar la
fisiología tan instrumental de hoy en día, de ellos soy su alumno agradecido.
Un júbilo y sorpresa
de éste tipo he encontrado en estos días en el último libro del psicólogo de
Harvard Steven Pinker, Ilustración Ahora (Enlightenment Now – The Case for
Reason, Science,Humanism and Progress. Viking, Penguin Random House, 2018).
Claro, Pinker no
necesita presentación. Es uno de los dos mejores psicólogos del mundo en la
actualidad. En la página 9 del primer capítulo que llama ¡Atrévete a
Comprender! cita a un historiador, David Wootton, de su libro La Invención de
la Ciencia (Harper Collins, 2015), una joya que me hizo aplaudir de pie durante
un minuto. Es la comprensión del mundo de un inglés educado en los albores de
la Revolución Científica en el 1600:
“El cree que las
brujas pueden llamar a las tormentas y hundir un barco en el mar…
El cree en los
hombres-lobo, aunque ocurre que en Inglaterra no hay ninguno- sabe que se pueden
encontrar en Bélgica…El cree que Circe en realidad transformó la tripulación de
Odiseo en cerdos. El cree que los ratones aparecen por generación espontánea en
las pilas de paja.
Cree en los magos
contemporáneos…El ha visto un cuerno de unicornio, aunque no al unicornio.
El cree que un cuerpo
asesinado sangrará en presencia de su asesino. El cree que hay ungüentos que,
si son untados sobre una daga que haya causado una herida, ésta sanará. El cree
que la forma, el color y la textura de una planta puede dar idea de cómo
funcionará como medicamento porque Dios diseño la naturaleza para ser
interpretada por la humanidad. El cree que cualquier metal se puede transformar
en oro, aunque duda de que alguien sepa como hacerlo. El cree que la naturaleza
aborrece el vacío. El cree que el arcoíris es un signo de Dios y que los
cometas son proféticos de lo maligno. El cree que los sueños predicen el
futuro, si sabemos cómo interpretarlos. El cree, por supuesto, que la Tierra no
se mueve y que el sol y las estrellas circulan a su alrededor una vez cada 24
horas.”
Pinker continua, “un
siglo y un tercio después, un descendiente educado de ese señor inglés no
creería en ninguna de esas cosas”.
Recordemos el año:
1600, un siglo después de los europeos “descubrirnos”. ¿Qué tendrían en la
mente esos indios que vivían en nuestra isla y que fueron exterminados?, ¿qué
tendrían los muchos españoles analfabetos que llegaron con la conquista y los
pocos educados que los dirigían en su cabeza?
Pensé en hoy, y como
el abuso y desconocimiento de lo ecológico y de los avances de la medicina
moderna (y un sistema de salud y educación catastrófico implementado por varios
de los que nos gobiernan y han gobernado) todavía permite que haya múltiples
“medicinas naturales”, “curas naturalistas” y anuncios al respecto en nuestros
medios de comunicación de masas, algo en lo que cree el 70% de nuestra
población, según leí hace poco y no digamos de las visitas secretas a brujas y
comunicadores del futuro e intérpretes de sueños, que nos ayudarán en las
múltiples loterías que nos gastamos y a ver si nuestras aspiraciones políticas
se cumplirán, detalles que abundan en nuestras costumbres.
Recordé a mi abuelita
cuando nos decía que comiéramos las remolachas hervidas que nos servía, “que
eso daba sangre”, cuando abríamos muchos los ojos al ver el jugo rojo que salía
de las rodajas mezclarse con la blancura del arroz de mediodía. (traducciones
de j.r.a.p.).