Publicado en Acento.com.do, febrero15 del 2021
Siempre que en una de mis
clases comienzo a decirle a mis estudiantes que hay que medir, que hay que
contar, que solo así, con números, podemos comprender un fenómeno, surge la
pregunta de como ponerle números al amor.
Que el amor no se puede
contar, que no tiene números, que el amor nunca se sabe si es real o es un
cuento, que si después de 20 años de vivir juntos se puede saber si tu pareja
te ama o te hace un teatro para esconder el hastío y tiene un/una amante que le
enciende de pasión casi juvenil. Pues sí, ya se puede y es posible porque el
amor no es algo de poetas ni de filósofos, aunque los poetas le sigan cantando
y los filósofos, a partir de sus consecuencias, intenten comprenderlo.
Alan Badiu, considerado
el principal filósofo hoy en Francia, se arriesga y señala que el amor
romántico es la vía más poderosa de tener una relación de intimidad con otra persona,
que crea un estado de dependencia, surgiendo así un balance contra el
individualismo de hoy día. Muy bonito, muy buena explicación de una de sus
consecuencias, pero sin decir nada sobre qué es en realidad el amor.
Es que el amor, el amor
romántico (como ella, H.F. lo llama) es biológico, ha evolucionado y por
supuesto está en nuestros cerebros y en los cerebros de muchos animales, en
especial de las aves (un 90%, mas o menos) que viven en parejas y en los
mamíferos, aunque solo un 5-6% de estos forman parejas estables. Lo curioso es
que se origina de la actividad de una zona neural que es parte de nuestro
cerebro reptiliano, el área del tegmento ventral, por detrás del hipotálamo,
que controla la sed y el hambre, y fuera del sistema límbico que regula
nuestras emociones.
Hay un nombre que hay que
conocer y los psicólogos, psiquiatras, médicos generales y neurobiólogos y toda
persona mas o menos culta debe recordar. Es Hellen Fisher, antropóloga
biológica del Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana en Bloomington, con
40 años estudiando la biología y evolución del amor y con múltiples artículos
científicos y tres conferencias TED en su haber y con un libro al ver la luz
llamado “Handbook of Human Mating”. Afirma y demuestra que el amor es una
motivación muy fuerte, y que después del comer y el beber, es la más fuerte de
nuestra naturaleza animal, porque es la que nos lleva a reproducirnos, a pasar
nuestros genes a la siguiente generación y de paso, la que nos hace más
felices.
Estudiando el amor desde
la neurofisiología, observando y midiendo actividad neural cerebral con
Imágenes de Resonancia Magnética funcionales (IRMf) en miles de
personas de unos 40 países, este fenómeno que nos desenfoca, nos distrae, nos
cambia la vida, nos emociona y nos hace matar y nos lleva a morir por la
persona amada, depende de cuatro grandes sistemas neurales: el de la dopamina,
la serotonina, la testosterona y del estrógeno/oxitocina. Y a partir de estos
sistemas la Dra. Fisher demuestra cuatro tipos de temperamentos en las
personas, altamente heredables, designándolos como 1-curioso/energético, 2-
cauteloso/cumplidor de normas sociales, 3-analítico /severo y 4-prosocial/
empático, y cada uno de ellos se corresponde y correlaciona con cinco
variables: 1-género, 2- nivel educativo, 3-preferencia religiosa, 4-orientación
política y 5- importancia dada al sexo.
El primer tipo de
temperamento se asocia fuertemente a la dopamina y el segundo a la serotonina.
Personas que afirmaban
estar amando a alguien presentan en la resonancia funcional una gran actividad
en el Tegmento Ventral, iniciador de vías de dopamina que van a múltiples áreas
cerebrales, al observar una foto del amado, tanto si su amor es nuevo, como si
tienen 20 años viviendo juntos y en estos últimos también aparece actividad en
zonas neurales asociadas con el apego.
En sus estudios de
estadounidenses y estudiantes universitarios de ese país encontró que una
persona ama unas 3.5 veces en su vida. En 58 culturas en el mundo que el
promedio de divorcios es a los 4 años de estar casados, que el 85% de su tiempo
las personas que aman están pensando en su amada y que en el 100% de las
culturas del mundo hay amor y también hay adulterio.
Un punto curioso en sus
estudios, las personas que aman y son rechazadas por su pareja siguen
presentando alta actividad de neuronas dopaminérgicas en el Tegmento Ventral,
pero acompañadas de actividad en el lóbulo frontal que participa en toma de
decisiones riesgosas con apuestas y cambios de humor con agresión incluida.
La doctora Fisher y su
grupo de investigadores está aclarando muchas cosas, y sostiene teorías
interesantes, como la que dice que en nuestra época de cazadores-recolectores
los sexos tenían el mismo valor social, ya que la mujer aportaba el 50% de las
calorías de los alimentos y que esta realidad cambió con la aparición de la
agricultura, donde la mujer permanecía atendiendo la casa y los hijos y el
varón iba al campo a trabajarlo. Sostiene que con la participación de las
mujeres en la producción económica contemporánea, los humanos estamos volviendo
al patrón primitivo primario de la igualdad entre los sexos.
El real conocimiento de
lo que constituye esa alegría-padecimiento que es el fenómeno amoroso se aclara
cada vez más desde la óptica biológica-evolucionista y son muchos los factores
que se van aclarando, como de quien nos enamoramos y por qué.
Vean las presentaciones
TED de la doctora Fisher, busquen sus trabajos científicos en la internet. Los
poetas seguirán cantando al amor y recordemos que no por conocer la estructura
química del azúcar deja esta de ser tan dulce.