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Wednesday, September 29, 2010

La abuela

Llega como siempre – es un negocio anual- el Día de las Madres. Y si bien es un gran negocio, en millones de personas es un día especial: visitas a sus madres vivas con un presente, un regalito , un cariño. También se visitan las madres idas y les llevan flores al cementerio. Es una actividad altamente emotiva en casi todas las personas (aunque también emotiva en los comerciantes, es otra clase de emoción, claro).

Las personas jóvenes y los adultos con suerte tienen además una celebración especial: acompañar a sus padres a visitar a las abuelas.

Y las abuelas, que ni siquiera, como tales, tienen un día especial han saltado a la actualidad de una manera muy atractiva.

El nro. 1 del volumen 33 de este año 2010 de la prestigiosa revista científica Behavioral and Brain Sciences ( Ciencias del Cerebro y la Conducta) viene monográfico dedicado a los abuelos y en especial a las abuelas. Desde hace unos años los científicos de diversas ramas del saber vienen prestando atención a este segmento poblacional, y cientos de artículos y revisiones lo atestiguan y por más de un motivo.

Quizás el detonante haya sido el aumento de personas en la llamada cuarta edad en los países desarrollados y el problema económico de mantener las prestaciones sociales y de jubilación a un número de personas en contínuo aumento y camino a convertirse en una mayoría relativa e importante.

En algún lado leí que para mantener un jubilado , hace unos años, existían 20 personas trabajando y pagando impuestos, pero que en un futuro no lejano, si continua el ritmo actual, sólo dos personas estarían trabajando por cada jubilado, haciendo así imposible la continuidad de las prestaciones sociales a esta capa de la población, con todo lo que ello implica.

Quizás esa realidad de países desarrollados y en segundo lugar, y a pasos lentos, de Latinoamérica- en Africa y muchos países asiáticos la jubilación es aún un sueño- ha llevado a muchos científicos a ver el problema de la vida de estas personas. Quizás también hay otras causas.

Resulta que los seres humanos somos los únicos animales cuyas hembras sobreviven la menopausia. Todos los demás animales mueren cuando pierden la capacidad de reproducirse. Y no es un asunto moderno o de los últimos años. El hecho de que ahora, según las estadísticas de población, presentamos un mayor promedio de años de vida (hasta 1940 la expectativa de vida era de alrededor de 40-50 años – en Africa y Haiti aún lo es- mientras hoy es de 70-80 en muchos países) es un reflejo, más que de mayor vida, de menos muertes al nacer y antes de los cinco años. Claro, el avance de la ciencia y de la medicina y las políticas públicas correspondientes son responsables de la situación; pero en siglos pasados, si una mujer llegaba a los 40 años de edad, era muy probable que viviese hasta los 70.
Y la pregunta es ¿por qué la hembra humana es la única que sobrevive la pérdida de su capacidad reproductiva? Estudios señalan que no ocurre así en chimpancés (nuestros primos más cercanos) y datos (muy discutidos) de la antropología muestran que tampoco en los Australopitecus- esos animales hoy fósiles, pero ya en camino de hominización. Es con el género Homo, con H.erectus, cuando se considera que apareció esta adaptación evolutiva.

La historia, con muchísima discusión en los detalles, es que una abuela ayudaba a la hija en la cría de los nietos y estos tenían así más posibilidades de sobrevivir, pasando los genes de larga vida de la abuela ( que son sus genes) a sus propios hijos.

Se han realizado cientos de investigaciones y observamos muchas controversias, tanto en los datos como en sus teorías explicativas. Algo curioso, en el número citado de Behavioral and Brain Sciences se muestran estudios- realizados en Alemania- en los cuales la abuela materna ( de los cuatro posibles abuelos) es la que más invierte tiempo y energías en sus nietos.

Curioso que el citado estudio no presentara los datos que señalan que precisamente es la abuela materna la que más genes comparte con los nietos, ya que además del ¼ de los genes nucleares (igual a los otros tres abuelos) ofrece la totalidad de los genes mitocondriales, que en mamíferos sólo se heredan por vía materna.

Es así que nuestra abuela materna es la más emparentada con nosotros, sus nietos, genéticamente hablando.

Desde que los biólogos evolucionistas introdujeron los conceptos de aptitud (fitness) y aptitud inclusiva ( inclusive fitness) – según el diccionario de ecología, taxonomía y evolución, 2da edición en español (2009) traducida de la 2da. Edición en inglés (1998) (editado por el Fondo de Cultura Económica de México, y obtenido gracias a la pasada Feria del Libro) “por lo general cuantificada como el número de promedio de progenie superviviente de genotipos en competencia”- su uso en explicaciones evolucionistas se ha convertido en un planteamiento de primer orden; y así, teóricamente nuestra abuela materna debería ser la que más se preocupe por nosotros- y así parece ser según los datos de los estudios recientes.

Pero, aún más, la psicología evolucionista ha agregado que en efecto, la abuela materna es la que más se preocupa por los nietos, aunque de tener una nieta de hija, al ser ésta la que efectivamente transmitirá todos sus genes a la descendencia (nucleares y mitocondriales) pasará, por mecanismos psicológicos adaptativos, a ser la preferida de la abuela.

El Día de las Madres debería verse como también el Día de la Abuela. La aparición de abuelos parece ser tan parte de que seamos humanos como nuestro pensar y nuestro lenguaje y probablemente anterior a estas siempre pensadas como características humanas básicas y únicas.

Aunque un cómico estadounidense expresó, notando que lo mejor para un bebé en ausencia de la madre era la abuela, que esa era la causa por la que todos los abuelos salían huyendo hacia la Florida. Causa pleistocénica pudiéramos agregar.

Que el Día de las Madres sea también el de la Abuela, esa personita dulce que sólo sabe de malcriarnos y de gozar nuestras imprudencias. Se lo merece. Es la que nos hizo humanos.